(Miniantología)
Contadme la historia de un soldado de infantería y sabré la historia de todas las guerras, dijo un autor inolvidable… cuyo nombre no recuerdo. La guerra al modo clásico, es decir de antes de las armas nucleares, es estrategia y táctica, matanza y teatro, himnos y ayes, estruendo y trompeteos, desfiles y tumbas, y, siempre, sea clásica o no, y si se la mira en una perspectiva digamos intelectual, también es como dijo Carl Von Clausewitz: la continuación de la diplomacia por otros medios (¿o lo dijo a la inversa?). De todo eso hay un poco en este racimo de minicuentos.
EL PREMIO
Tras haber matado a tres soldados enemigos con tres disparos de fusil, quedó relativamente sorprendido al ver a un oficial contrario acercársele ceremoniosamente para entregarle un osito de peluche adornado con un lacito rosa.
-Jacques Sternberg
LAS MÚSICAS
Tuvo que suspenderse la batalla porque con tantos tiros no podían escucharse bien las músicas que tocaban las bandas militares.
-Alvaro de Albornoz y Salas
ESCASEZ DE ARMAMENTO
Mal iba la cosa: se les ordenó que atacasen a la bayoneta con las ametralladoras.
-Ramón Gómez de la Serna
EL IMPOSTOR
Guillermo Thomas llegaba a zona de nadie. Ya se felicitaba de no ver delatoras luces de bengala cuando se detuvo en seco. En frente, a cierta distancia, se distinguía el bloque de una patrulla enemiga. El corazón de Guillermo saltaba, daba profundos golpes de minero en el fondo de una mina. La inmovilidad se le hizo intolerable. Creyó oir un ¡Alto, quién vive!
—¡Fontenoy! —gritó a todo pulmón, transformando su impostura en grito de guerra. Y añadió en broma:— ¡Kaiser Guillermo II!
Y saltó, corría, huía como una liebre. Al no oír disparos se detuvo, se dio vuelta, acezante. Entonces sintió un atroz golpe en el pecho. Cayó. Quedó sordo, perdía la vista.
—Ha sido una sola bala— se dijo—. Estoy perdido si no me finjo muerto.
Pero como para él la ficción y la realidad eran una misma y sola cosa, Guillermo Thomas estaba muerto.
-Jean Cocteau
(Final de Tomás el impostor)
EL ROSTRO ÚLTIMO
Al Mahdi sitiaba con sus tropas a Khartum, defendida por el general Gordon. Hubo enemigos que se pasaron a la ciudad sitiada. Gordon los recibía uno por uno y los invitaba a mirarse en un espejo. Le parecía justo que un hombre supiera cómo era su cara antes de morir.
-Fergus Nicholson
DESPUÉS DEL COMBATE
(Campo de batalla y diez mil soldados caídos: los buitres planean ya en las alturas, pero no se atreven todavía a descender. En primer plano, muy próximos, dos soldados muertos.)
Soldado A.—(En un susurro.) Oye.
Soldado B.—¿Qué?
Soldado A.—¿Estás muerto?
Soldado B.—Sí.
Soldado A.—Por un momento, al verte sonreir, pensé que estabas vivo.
Soldado B.—Pues estoy muerto.
Soldado A.—Yo también.
Soldado B.—Entonces, ¿cómo pudiste verme sonreir si estás muerto?
Soldado A.—¿Y tú? ¿Cómo pudiste sonreir si no estás vivo?
Soldado B.—No lo sé. A lo mejor la muerte es sólo una sonrisa.
Soldado A.—Sí, a lo mejor.
(Silencio. En lontananza un anciano busca a su hijo entre los combatientes muertos y a los que caídos de bruces les gira amorosamente la cabeza.)
-Javier Tomeo
TRAS LA VICTORIA
El general, en uniforme ceremonial, se dedica durante horas a condecorar al cabo mayor victorioso, que hincha el pecho. Le pone medallas por aquí, medallas por allá, una verdadera quincallería. Cae la noche y aún no ha logrado cubrirlo totalmente de medallas.
-Dino Buzzati
TRINCHERA
En el frente, en 1917. Un general en visita de inspección se dirige a un sodado raso que hace guardia en la trinchera, y le pregunta, refiriéndose al campo enemigo:
—¿Qué hay en el otro lado?
Mientras carga su pipa, el soldado responde encogiéndose de hombros:
—¿Qué hay en el otro lado? Pues los otros imbéciles.
–Anónimo
EL PARTIDO
Al cabo de seis meses de guerrilla se dio una breve tregua que reunió a los combatientes de ambos bandos en un no man’s land. El programa preveía banquete, carruseles, tiro al blanco y, al final, un partido de futbol. El ejército y los rebeldes compartían los gastos.
El domingo concertado todos se divirtieron mucho. Después del café se sirveron licores y luego todos se tendieron en la hierba a esperar el comienzo del partido. Pero a eso de las tres, luego de la patada iinicial, empezó a llover torrencialmente, y, riendo, todos corrieron a refugiarse del chaparrón.
Como algunos habían apostado sobre el resultado, se jugó éste a cara o cruz, lo cual dio la victoria los insurrectos. Entonces los colgaron… y también al árbitro, por lo demás.
-Ylipe
EL INCIDENTE
Presentándose en el salón de la embajada extranjera, el gallardo general saludó a toda la concurrencia haciendo sonar sus tacones, besó manos, estrechó manos, se inclinó en reverencias, bebió un poco de vino, intercambió susurrados chistes verdes con otros militares, hizo un cuidadoso pero discreto examen visual de las mujeres guapas, derramó galantería, llegó incluso a bailar un vals con la señora embajadora, y luego, pensando en el aburrimiento de los cuarteles, de las fiestas cívicas y las reuniones diplomáticas, deseoso de hacer cualquier cosa con tal de romper la monotonía, fue hacia el señor embajador, le dio un guantazo en la cara y con ese incidente, al parecer inmotivado, motivó la declaración de guerra del país ofendido.
-José de la Colina
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.