El Colegio Nacional se concibió como una institución diseñada para reunir a los intelectuales mexicanos más destacados, con el propósito de ofrecerles recursos para dar continuidad a sus respectivos proyectos. Surgió también como una respuesta a la inconformidad que se generalizó entre ellos por el financiamiento ofrecido a la Casa de España en México [posteriormente conocida como Colegio de México][1], sitio que congregaba a los pensadores llegados al país durante el exilio republicano español.
Desde su origen, se advirtió que estaría integrado por personajes eminentes “por su ciencia y virtud”, que su sede estaría en la capital y que su lema sería “Libertad por el saber”. El secretario de Educación nombró a los primeros quince integrantes. Mediante un decreto se especificó que la calidad de miembro sería vitalicia, los salarios a percibir y el proceso de inducción de nuevos aspirantes designados por un Consejo interno. Además, se delimitaron las fechas de inicio y término de actividades y la obligación de ofrecer conferencias abiertas al público.
Fue en los cincuentas que el nombre de Octavio Paz comenzó a mencionarse. Las publicaciones de El laberinto de la soledad y Libertad bajo la palabra fueron fundamentales para que se le identificara como primera figura de la nueva literatura mexicana. Alfonso Reyes escribió en su diario: “México, diciembre 8 lunes 1958. El Colegio Nacional: elecciones desiertas por no alcanzar votos los candidatos: Antonio Gómez Robledo, Octavio Paz y un arquitecto Ramírez Vázquez que quiso colocarnos Antonio Castro Leal”.
Tres años más tarde Paz fue respaldado por Carlos Chávez, a quien envió una carta de agradecimiento: “Hace unos días nuestro común amigo, Agustín Yáñez, me dio la grata noticia: usted había sido una de las personalidades que firmó el pliego de presentación de mi precandidatura en el Colegio Nacional. Ya se imaginará usted mi alegría”.
No fue sino hasta el 5 de septiembre de 1966 que Paz fue admitido. De acuerdo con Fernando Benítez hubo reticencias en la votación, pues “no fueron los ‘escritores’ del Colegio –hubo alguna honrosa excepción– los que impusieron su candidatura, sino los hombres de ciencias”[2]. Al respecto Carlos Fuentes le escribió: “Haro […] me contó los incidentes de la elección. Más bien el único incidente: el del fruncido pacheco (con p minúscula) don Silvio Zavala, que pidió más tiempo para considerar tu candidatura. Haro le contestó: ha tenido usted quince años para considerarla”.
Carlos Monsiváis expresó sobre la designación: “El Colegio Nacional, la máxima institución de nuestro Establishment cultural, acepta a un escritor disidente a un artista cuya norma ha sido invariablemente la ruptura. Y no es –obviamente– Octavo Paz quien cede, es la necesidad de una cultura que no desea extinguirse o petrificarse lo que decide tal inclusión”.
No todas las opiniones le fueron favorables. Emilio Uranga lo criticó con severidad, pues le parecía incongruente que un artista ‘de la ruptura’ fuese también un burócrata. Así lo hizo saber en su artículo Examen de Octavio Paz[3]: “Cuando Octavio Paz ha celebrado que los escritores jóvenes no vivan del gobierno como un signo de salud, el consejero en este caso no se pone al nivel de los aconsejados. Y entre los miembros del Colegio Nacional hay algunos que no son empleados federales. Aunque, se me replicará: sus miembros de hecho lo son”.
Paz explicó sus motivos en una carta dirigida a Carlos Fuentes: “Acepté […] por dos razones que en el fondo son una: independencia. Los pocos centavos y, sobre todo, el hecho de que el Colegio es –o puede ser– una tribuna. Además, acabo de descubrir en el reglamento de labores que un miembro puede invitar a personas de su especialidad para que participen, durante su curso, en la discusión de algún tema”.
Debido a las funciones diplomáticas que cumplía en la India, Paz demoró once meses en trasladarse a México y oficializar su aceptación. Ya inmerso en los preparativos, pidió a Guillermo Haro que fuera él quien respondiera a su discurso de ingreso en lugar de Torres Bodet, a quien le correspondía la réplica como presidente del Colegio; a lo que Haro le contestó:
En la primera reunión de El Colegio, en febrero de este año (dos meses después de haberle escrito yo a usted), Torres Bodet nos informó que en una carta muy cordial usted le había sugerido que no fuera él quien contestara a su discurso y que, por lo tanto, nos rogaba que se nombrara a otra persona en su lugar. Esta situación causó cierto desconcierto, debido a que nunca antes se había rechazado directa o indirectamente a la persona designada por el Consejo por ningún miembro de nuevo ingreso. Se concluyó que lo más conveniente sería que el presidente en turno, en el momento de su toma de posesión, lo recibiera a usted en nombre de El Colegio y contestara a su disertación. Quiero aclararle que cada mes y por orden alfabético, cambia el presidente en turno en nuestro Colegio. La anterior decisión fue aceptada por unanimidad. De esta manera, contestará a usted el miembro de El Colegio que le toque en suerte ser el presidente de nuestra institución en el mes de agosto.
Aunque no sé exactamente si a mí me pudiera tocar ser presidente en turno cuando usted se presentará, yo salgo hacia Praga y posteriormente a la Unión Astronómica Internacional.
El 1° de agosto de 1967 Paz leyó un discurso que tituló La nueva analogía, mismo que fue respondido por Antonio Castro Leal, quien destacó que “al designarlo, El Colegio tomó en cuenta su importante labor literaria, especialmente en el campo de la poesía, aunque también se extiende a la crítica literaria y al ensayo”. Después del primer acto protocolario, Paz presidió el ciclo de conferencias El pensamiento de Claude Levi-Strauss; siendo este el primero de una prolífica producción intelectual que marcó la pauta en las discusiones literarias en México e Hispanoamérica.
[1]Paz inquirió en 1944 en una carta a Octavio G. Barreda: ¿Por qué el Colegio de México, que protege a tanto mediocre extranjero con canas o sin ellas, no ayuda a los jóvenes […]?
[2] Los participantes de la votación que refiere Benítez fueron: José Adem (matemático), Alfonso Caso (antropólogo), Antonio Castro Leal (escritor), Daniel Cosío Villegas (historiador), Carlos Chávez (músico), Ignacio Chávez (médico), Eduardo García Máynez (abogado), Antonio Gómez Robledo (abogado), Ignacio González Guzmán (médico), Guillermo Haro (astrónomo), Manuel Martínez Báez (médico), Arturo Rosenblueth (médico), Manuel Sandoval Vallarta (físico), Jesús Silva Herzog (historiador), Jaime Torres Bodet (escritor), Víctor L. Urquidi (economista), José Villagrán García (arquitecto), Agustín Yáñez (escritor) y Silvio Zavala (historiador).
Nació en ciudad de México. Estudió la licenciatura en Derecho, es profesor universitario e investigador.