Daniela Bojórquez Vértiz
Óptica sanguínea
México, Tumbona, 2015, 94 pp.
Daniela Bojórquez Vértiz (ciudad de México, 1980) es de esa especie anfibia que se mueve entre el mundo de las artes visuales y el de la literatura. Modelo vivo, su libro de 2010, ya combinaba estos dos ámbitos en un conjunto de historias que giran en torno al arte. Sin embargo, Óptica sanguínea, su volumen de cuentos más reciente, lleva esta simbiosis más allá.
Es difícil citar ciertos pasajes de Óptica sanguínea. Por ejemplo, esos fragmentos en los que un personaje presenta retratos de su madre muerta, pero el lector solo ve los marcos vacíos, con una descripción como las que a veces se escriben detrás de las fotos: “Pilar de la Fuente bonita y viuda”. Los recursos visuales en el libro no funcionan ni como ilustraciones ni como temas de écfrasis (quizás estas son las dos posibilidades más comunes en las piezas literarias que incluyen fotografía: el texto describe o interpreta la imagen, o la imagen es una representación del texto). En este libro las imágenes dan sentido al texto y viceversa. El contenido es forma. Óptica sanguínea recuerda en ciertos momentos a los libros de Sophie Calle, donde las fotografías son esenciales para la historia que se narra.
Así, por ejemplo, “Distancia focal” está impreso en una tipografía borrosa y reflexiona acerca del enfoque en la fotografía, el cine y la vista. Pero también lo aborda desde un plano metafórico: “Naturalmente, no dijo nada entonces, sino cuando dejaron de servir tanto los lentes como la relación. Alguien ya me había cuestionado cómo podía estar con alguien que no ve nada.” En el cuento “En lo que es ido”, Bojórquez juega con la idea de las correcciones, las lecturas posibles y las versiones en el texto y la memoria. Acorde al tema, se pueden ver en rojo comentarios y correcciones en letra manuscrita, de manera que es posible leer dos versiones de manera simultánea: la original y la corregida. Aquí también, la forma hace espejo de la trama, que aparece modificada a través de la perspectiva de distintos testigos, del tiempo y la memoria.
Aunque la fotografía es sin duda uno de los temas principales de Óptica sanguínea, el acercamiento no es frontal, sino que se explora desde ángulos indirectos, que la vinculan con la vida cotidiana. Se habla de Instagram, de fotografías familiares y de turistas: “La soledad es estar en la fuente de Trevi rodeado de trescientos turistas y no tener quién te tome una foto.” En ningún momento se aborda la figura del fotógrafo o se ve a la fotografía desde un punto de vista solemne. Este no es un libro de artista, o al menos no como suele entenderse. No es un volumen oneroso, de materiales exquisitos y tiraje limitado. También su carácter de libro accesible nos dice que la fotografía es una herramienta que da identidad y sentido a la vida diaria.
El tema de la expresión cotidiana, que permea el volumen, tiene que ver también con el conjunto de soportes que se insinúan a lo largo del libro. La libreta de notas, el manuscrito y el álbum fotográfico son medios que colindan con el libro impreso, en donde muchísimas personas todos los días narran historias y se narran a sí mismos. Estas instancias de la narración informal, por así decirlo, existen en un ámbito más libre, sin el estatus y la grandilocuencia del libro tradicional o de artista. Esa misma libertad se manifiesta también en su humor. Los distintos lenguajes (el visual, el escrito, el de los medios que representan) interactúan en el libro de manera lúdica, y permiten no solo la ironía sino la autocrítica.
“En realidad prefiero hablar de lo que ocurre en grados menores: el detalle, los intersticios. Los acercamientos sin panorama. Pero no encuentro los límites. Entre adentro y afuera, quiero decir.” El libro cierra con el cuento que le da título. Allí la narradora reflexiona sobre los relatos sin trama, sobre lo que apenas se quiere decir, sobre hurgar en los límites. Óptica sanguínea se mueve en esos confines del lenguaje y de la imagen, de las formas del decir. La experimentación se muestra como un elemento primordial en este libro; pero se hace desde los dos sentidos de la palabra: el juego y la experiencia.
Existen muchísimas posibilidades de crear significado en los límites entre las artes visuales y la literatura, pero estas no han sido lo suficientemente atendidas. Barthes afirmó en alguna ocasión que le sorprendía que la humanidad no hubiera explorado con mayor ahínco la diversidad de significación que podría existir si utilizáramos distintos colores en el lenguaje escrito.
Se agradece, por supuesto, que las editoriales independientes estén apostando por llevar las exploraciones estéticas de este tipo más allá de los museos y los libros de artista. Me atrevo a pensar que proyectos como Óptica sanguínea auguran mejores tiempos para las mesas de novedades mexicanas. ~
(ciudad de México, 1988), es ensayista. Por Foreign Body/Cuerpo extraño (Literal Publishing, 2013) obtuvo el Premio Literal de Ensayo 2013 que convoca la revista Literal.