Del amor y algo más

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Hillel Halkin

¡Melisande! ¿Qué son los sueños?

Traducción de Vanesa Casanova

Barcelona, Libros del Asteroide, 2014, 262 pp.

En el último capítulo de la biografía que escribió sobre el poeta y filósofo medieval Yehuda Haleví, Hillel Halkin (Nueva York, 1939) habla de la importancia para el ser humano de poseer un principio organizador, algo que le importe más que cualquier otra cosa, algo indispensable y por lo que esté incluso dispuesto a morir: un amigo, un amor, un hijo, un pueblo, un país, una causa, una concepción del honor o de la dignidad, una idea. Algo que le dé la posibilidad de crear jerarquías y subordinaciones, relaciones entre las distintas fuerzas –pensamientos, inclinaciones, miedos, anhelos– que lo constituyen. Algo, en definitiva, sin lo cual se convertiría en un ser trivial.

A tenor de sus libros y artículos periodísticos, la identificación con Israel ha sido ese principio organizador de este autor, que en la treintena de su existencia decidió instalarse en uno de los primeros asentamientos de pioneros en Israel, Zichron Yaakov, donde todavía reside. De esa identificación sionista tratan sus columnas y artículos en Commentary, The New Republic, The Jerusalem Post y The New Republic, así como sus libros más conocidos. En el apologético Letters to an American Jewish Friend (1977, 2013), Hillel Halkin se dirige a un judío estadounidense imaginario para convencerlo de que Israel es el lugar idóneo para vivir su condición judía. Across the Sabbath River: In Search of a Lost Tribe of Israel (2002) es el relato de cómo, a partir de un viaje a China, Tailandia y sudeste de la India, Halkin llegó al convencimiento de que en los estados indios de Mizoram y Manipur viven gentes vinculadas a la tribu bíblica de Manasé. A Strange Death (2005) es la investigación de un episodio de espionaje probritánico ocurrido en la ciudad de Zichron Yaakov durante la Primera Guerra Mundial.

¡Melisande! ¿Qué son los sueños? (2012) es la primera incursión de Hillel Halkin en el género novelístico y, dada la trayectoria ideoestética de este escritor, el lector no puede menos que preguntarse cómo abordará ese principio organizador sionista que ha constituido su existencia y su escritura. ¿Se enfrentará a un texto apologético? ¿A una novela de tesis? ¿A un romanticismo nacionalista aplicado a un argumento personal? ¿O a una novela romántica, a secas, tal y como ha señalado algún crítico?

El título de la novela hace referencia a un verso del poema “Geoffroy Rudèl und Melisande von Tripoli”, de Heine, que evoca la fascinación del trovador francés Geoffroy por la belleza de la condesa Melisande, casada con un cruzado; un amor tan profundo (“solo el amor sostiene la verdad”) que le lleva a emprender un largo viaje hasta su amada, en cuyos brazos cae muerto. Pero a pesar de que el amor es uno de los ejes vertebradores del argumento, la novela se adentra en otras fuerzas constitutivas de los personajes y, por ende, de la condición humana: la amistad y la identidad.

¡Melisande! ¿Qué son los sueños? aborda la historia de una larga relación de amor y amistad de tres personajes judíos que comparten intereses intelectuales y son capaces de saltarse tres días de clases para dedicarse a leer: Hoo, que es el narrador, Mellie (Melisande) y Ricky. La novela se constituye como la evocación en segunda persona de lo que fue aquella relación a tres iniciada a raíz de la responsabilidad compartida de la edición de la revista de un instituto del entorno del Upper West Side neoyorquino, en los últimos años del bachillerato, en el momento de la primera campaña Eisenhower-Stevenson. Y concluye décadas después, en la isla griega de Sforzos, donde Hoo, tempranamente jubilado, vive como ermitaño a la espera de la llegada de su amada Melisande, en una especie de recreación a la inversa de la relación trovadoresca evocada en el título.

A pesar de la intensa atracción entre Mellie y Hoo, la joven se iniciará amorosamente con Ricky, un muchacho con padres militantes comunistas. Ricky es el más inteligente de los tres; aventurero e inestable, va en busca de esas experiencias de belleza y verdad que no encuentra en el ámbito académico. Esa búsqueda lo lleva a Misisipi, en donde descubre la segregación racial, y a la India. Tras una experiencia extrasensorial que recuerda a la experimentada por los hijos del Aarón bíblico al traspasar el recinto sagrado en el desierto y, a pesar de los esfuerzos por integrarse en la tradición india, acaba comprendiendo que no puede escapar de su condición judía. Deja embarazada a Mellie, esquiva el reclutamiento para ir a Vietnam mediante una hilarante treta y acaba en una institución psiquiátrica.

Ante lo que considera una traición de sus dos amigos, Hoo se refugia en el mundo académico, en donde alcanza gran reconocimiento, y, hasta que vuelve a encontrarse con Mellie y con Ricky, mantiene un par de relaciones frustradas. Mellie, por su parte, abandona la universidad. Incapaz de seguir los vaivenes emocionales de Ricky, acaba buscando refugio en Hoo.

La literatura desempeña un papel fundamental en la relación entre Hoo, Mellie y Ricky. Supone el denominador común que los une, tanto como los ladrillos de los que se vale Hillel Halkin para edificar a sus personajes y los dilemas morales a los que se enfrentan. De modo directo, las citas de Catulo, Dostoievski, Al-Ghazali –filósofo árabe cuya obra estudia Hoo en profundidad–, Mark Twain, Heine o Kierkegaard trufan los diálogos entre los personajes y las reflexiones del narrador. Ejemplar es la utilización de la cita de Los hermanos Karamazov –“Imagina que tú mismo tejes el destino humano con el objeto de, en último término, hacer felices a los hombres, concediéndoles finalmente la paz y el sosiego, pero que para ello fuera imprescindible e inevitable torturar hasta la muerte a una única y diminuta criatura, por ejemplo un bebé que se golpea el pecho con el puño, y que sobre sus lágrimas sin vengar levantas dicho edificio. ¿Consentirías ser su arquitecto en tales condiciones? Dímelo, y di la verdad”- que anuncia los altibajos por los que transcurrirá la relación entre Hoo y Mellie.

La Biblia (Nuevo Testamento incluido) es el humus narrativo e ideoestético del que se nutre Hillel Halkin. La frustración de las matriarcas bíblicas, por ejemplo, inspira la desesperación de Mellie ante la imposibilidad de quedarse embarazada como consecuencia del aborto que le practicaron. Algunas de las imágenes más potentes de ¡Melisande! ¿Qué son los sueños? proceden de la Biblia, como la del fuego exterminador al que Ricky se enfrenta en su experiencia extrasensorial, o la del mismo personaje vagando por las tierras de la India cual profeta que denuncia los males sociales. Porque es la Biblia, en definitiva, la Torah la tradición en la que se educó –su padre Abraham S. Halkin fue profesor en el Jewish Theological Seminary of America y su tío Simon Hillel, jefe del departamento de literatura hebrea en la Universidad Hebrea de Jerusalén–, y a la que se abocó después por elección: “Aunque raramente voy a la sinagoga, hubo un tiempo en que regularmente leía la porción semanal de la Torah en casa: sábados por la mañana sentado con la edición de Mikra’ot G’dolot, con la visión aramea de Onkelos y los comentarios medievales de Rashi, Ibn Ezra y Najmánides”. Esa Biblia laica de la que, para volver al principio, solo es posible impregnarse en Israel, en donde como en ningún otro lugar en el mundo el ethos del hebreo conforma la identidad judía.

Pero acaba siendo el amor a Melisande, Mellie, eso por lo que ha sido capaz de abandonarlo todo y convertirse en ermitaño, el principio vertebrador de Hoo. ~

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(Barcelona, 1969) es escritora. En 2011 publicó Enterrado mi corazón (Betania).


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