El servidor público Marx Arriaga Navarro asola lo que encuentra en su travesía.
No hay institución pública que se le encomiende que no destruya o, al menos, lo intente. No hay proyecto de alcance nacional que emprenda que no sea desmesurado y presuntuoso y que lleve a su fin. Mientras más promete, más alza la voz, más exhibe incapacidad, y más incumple. Llegue a donde llegue, asume que lo sucedido antes de su llegada carece de relevancia, es sospechoso y hasta deshonesto. No es capaz de concebir que pudiera no saber nada del puesto que le encargan, y por tanto no se ocupa en aprender lo más elemental.
Supone, sin embarazo ético o intelectual, que lo que se le ocurra es meritorio de alabanzas. Al no cosecharlas, se incomoda y se indigna, con talante altivo y socarrón. Es en ese momento en que la petulancia aflora y nos obsequia sus sermones e invectivas, para lo cual acude a lo poco que ha mal aprendido. Lo pasmoso es que se le nota que no sabe ni lo que dice ni lo que hace, y que no importa.
Inexperto en la gestión cultural, fue designado el cuatro de diciembre de 2018 director general de la red de siete mil 454 bibliotecas púbicas de México. No le gustó el despacho que le correspondía, así que decidió mudarse a la Biblioteca Vasconcelos y ocupar el de su todavía director, Daniel Goldin, enviándolo de mala manera a otra oficina en un sótano del recinto. El repudio alcanzó dimensiones iberoamericanas. Ni las recatadas disculpas de la secretaria de Cultura aminoraron el malestar.
El 21 de febrero de 2020, en Actopan, Hidalgo, aprovechó un acto de la Estrategia Nacional de Lectura para formular lo que supuso sería un alegato contra el machismo y una defensa de las posturas conservadoras del presidente acerca de los movimientos feministas, y que acabó en una desafortunada ostentación de mansplaining:
Mujeres, si en verdad buscan emanciparse de sus opresores, modificar este sistema machista que las rodea, no esperen que su libertad les llegue como un regalo, por favor, lean aquellos libros, ahí están descritos los caminos para su revolución. Nuestro presidente no las engaña. ¿Quieren cambiar este sistema machista? Necesitan dos cosas: uno, cultura, lo cual les dará identidad, y dos, educación para desarrollar un pensamiento crítico. ¿Quieren ambas? Asistan a la biblioteca pública.
Pronto experimentó lo que implica la estrechez presupuestal, y comenzó a desesperarse. El 19 de julio de 2020 exhortó a 15 mil bibliotecarios a suscribir su “Manifiesto de las Bibliotecas Públicas”, que definió como un acto revolucionario y de emancipación, y aprovechó para expresar su inconformidad. En el primer punto del documento, reprochó: “Estamos hartos del olvido, del abandono de nuestra red nacional de bibliotecas, estamos cansados de que se nos considere el escalón más bajo de los presupuestos destinados a la cultura y a la educación de este país”.
De la misma manera que el también lenguaraz Taibo II, quien integró la red de librerías Educal y la Dirección de Fomento al Libro y la Lectura al Fondo de Cultura Económica, Arriaga aspiraba a ser el titular de una dirección bajo la cual quedarían supeditados acervos disímbolos, los de la Fonoteca Nacional y al Centro de la Imagen, entre otros. La ocurrencia no prosperó.
Entonces buscó otros horizontes. En su despedida de la red de bibliotecas, enumeró entre sus resultados haber despedido al personal que laboraba a su llegada, suspender la adquisición de las revistas Letras Libres y Nexos presentar la propuesta de una nueva Ley de Bibliotecas, aprobada posteriormente por el Congreso, ante la cual han comenzado a ampararse los editores. Sin pudor, falseó datos relativos a la gestión de quienes le antecedieron en la responsabilidad.
Tan pronto llegó a la Dirección General de Materiales Educativos de la SEP comenzó a dejar más constancias de su cabezonería. Aseguró que le bastarían tres semanas para cambiar los contenidos, diseños e ilustraciones de los libros de texto gratuitos de Español, Ciencias Naturales, Historia, Geografía, Atlas y cuadernos de actividades del tercer al sexto grado de primaria. Según su calendario de trabajo, que cualquier editor calificaría de insensato, del 29 de marzo al 3 de abril capacitaría a los evaluadores, normalistas, maestros y jubilados, entre el 5 y el 11 se elaborarían los dictámenes, y del 12 al 18 estarían listos los contenidos.
Los diseñadores y los ilustradores no recibirían remuneración: Arriaga alegó que se debía principalmente a que se atravesaba el periodo de las elecciones intermedias, por lo que la retribución económica se prestaría a malos entendidos. No obstante, todavía no iniciaba el periodo de la veda electoral. Eso sí, les prometió crédito, un diploma y un ejemplar del libro como constancias de su participación. Tampoco faltaban recursos, pues la CONALITEG tuvo un aumento de 100 millones de pesos para 2021 en relación con el monto otorgado en 2020, pasando de 3,008 a 3,108 millones de pesos.
Naturalmente estalló la inconformidad y surgió el movimiento “Anticonvocatoria”, acusándolo de precarizar el trabajo de los profesionales de la cultura y las artes. Lo apalearon también con memes que causaron hilaridad. En su desafortunada defensa, aseguró que no podía precarizarse lo que prácticamente no existía y los exhortó a que se sintieran emocionados. Dado que no puede dejar de comportarse como si fuera un protagonista de la historia, acudió al Che Guevara, al que citó y parafraseó.
Es una fantasía realizar las metas del socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo. Parafraseo la cita. Es una fantasía generar un libro de texto gratuito que posea un enfoque social, humanista, que responda a las necesidades de nuestro entorno, que no permita una segregación ni un predominio o un privilegio en algún sector, con la ayuda de las armas melladas que nos hereda un sistema capitalista centrado en el individualismo, la competencia, la productividad y el cansancio. La esclavitud disimulada a través de metas de éxito comercial. Por eso estamos aquí.
La Cámara Nacional de la Industria Editorial, la Iglesia Católica, las asociaciones de padres de familia y los expertos en materiales pedagógicos, expresaron sus reservas, molestia y desazón.
Sólo acabó dos libros, y mal hechos. El 11 de junio, la SEP confirmó que para el próximo ciclo escolar continuarían utilizándose los materiales educativos vigentes.
Pero Marx Arriaga es perseverante y el pasado 29 de julio ofreció otra muestra de su sensibilidad, preparación, inmensa cultura y fina elocuencia. En su conferencia “Formación de docentes lectores en la Escuela Normal” sentenció:
Siempre entendiendo que no se trata de leer por leer, sino asumiendo que el acto de lectura es un compromiso y genera un vínculo con el texto y el autor, y en la medida que se asume este ejercicio como algo que fomenta las relaciones sociales en donde no se trata de un acto individualista de goce, sino un análisis profundo sobre las semejanzas y diferencias con los demás, se estará formando a sujetos críticos que busquen la emancipación de sus pueblos.
Ante Marx Arriaga solo resta decir: lectores capitalistas del mundo, ¡uníos!, y esperad que pronto sea retirado del servicio público, por el bien del libro y la lectura.
Es autor del libro digital 80 años: las batallas culturales del Fondo (México, Nieve de Chamoy, 2014), de Política cultural, ¿qué hacer? (México, Raya en el Agua, 2001, y de La palabra dicha. Entrevistas con escritores mexicanos (Conaculta, 2000), entre otros. Ha sido agregado cultural en las embajadas de México en la República Checa y Perú y en el Consulado General de México en Toronto.