“¡Qué barbaridad!” expresaba Susanita en una famosa tira de Quino, mientras aconsejaba a una enredada Mafalda: “Listo, decí vos también tu qué barbaridad, así nos despreocupamos de ese asunto y podemos ir a jugar en paz”. Muchos movimientos sociales tienen su origen en la indignación frente a la arbitrariedad del poder, pero no alcanza con ello para explicar la movilización de las personas: a la indignación hay que dotarla de contenido. El sector académico y científico en México lleva años acumulando agravios, y el movimiento estudiantil que defiende la primera toma de instalaciones en medio siglo de historia del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) podría ser el inicio de un estallamiento largamente anunciado.
La comunidad estudiantil del CIDE ha encontrado motivos para la indignación en el recorte presupuestal del 6% durante 2019, en la reducción de becas de posgrados y la desaparición de dos fideicomisos de los que nos beneficiábamos el alumnado durante 2020, y en la designación unilateral de un director interino ajeno a la institución en 2021. No obstante, recibimos con estoicismo estos ataques a las finanzas y a la administración de nuestra institución. El detonante de la indignación llegó cuando se lesionó a los integrantes de la comunidad mediante destituciones arbitrarias y adjetivos ofensivos.
La lejanía de las instalaciones del CIDE hace que pasemos todo el día en ellas y lo reducido de la plantilla permite que académicos, trabajadores y estudiantes convivamos de manera cercana, al punto de conocernos por nombre y apellido. El intercambio de ideas es habitual en los pasillos, y en el comedor los chistes locales son cosa de todos los días, como aquel que hoy da nombre a nuestro movimiento: pluma verde (@plumaverderorg).
Hace unos años, un estudiante del CIDE perdió una pluma verde a la que tenía especial aprecio. Por ello, decidió emprender una campaña para recuperarla. En su momento, esta búsqueda tan aparentemente trivial resultó en bromas y risas, que regresaron de la memoria en el marco de la pandemia, cuando un error en las listas de correo electrónico permitió a la comunidad estudiantil reencontrarse tras un año de alejamiento. En la era de las redes sociales, se recurrió a un gesto vintage para anunciar a toda la comunidad, ex alumnos incluidos, que “seguía buscando su querida pluma verde”. Como resultado, personas que tras el cierre pandémico dejaron de verse, así como aquellas que solo nos conocíamos a través de la pantalla y que nunca habíamos compartido los mismos pasillos, pudimos fortalecer los lazos de comunidad.
Así, cuando el director interino impuesto destituyó arbitrariamente a Cath Andrews y a Alejandro Madrazo, nos ofendió con un plan de trabajo basado en prejuicios e ideología y nos acusó de ser simples “esponjas ideológicas” adoctrinadas por los profesores, la indignación cayó en una comunidad unida a pesar de la distancia y de los cambios generacionales. De hecho, para convocar a la marcha del 19 de noviembre (primera acción pública de nuestro movimiento) enviamos un correo electrónico titulado: “Ocupo pluma verde para unas pintas de protesta en CONACyT”.
Siguiendo la narrativa oficial que intenta reducir y dividir a la sociedad mexicana entre “chairos” y “fifís”, tanto el interino impuesto como la dirección del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) han descalificado los constantes llamados al diálogo que hacemos desde la comunidad estudiantil, y nos tachan de pertenecer a “grupos de interés”. Si supieran que lo más cercano a eso era un grupo de Telegram dedicado a buscar un bolígrafo (y mientras, compartir memes), quizás habrían tenido el oficio político o, al menos, el sentido común para resolver un problema que han convertido en una crisis que dibuja con claridad los alcances de sus pretensiones autoritarias.
Durante tres años, Maria Elena Álvarez-Buylla, directora del CONACyT, ha lesionado al sector que debería proteger y poco a poco ha ido capturando los centros de investigación del país, como pueden atestiguar las comunidades del Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica (IPICyT); el Centro de Investigación en Matemáticas (CIAM); el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY); el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE); y del Instituto Mora.
La captura de universidades y centros de estudios públicos responde a la incomodidad que estos generan cuando dan cuenta de la realidad social, de su complejidad y diversidad y, especialmente, cuando denuncian las carencias del régimen empleando datos y evidencias. Por eso, a dos semanas de conflicto abierto en el CIDE, es claro que el motivo por el que mis colegas de reciente ingreso pisan por primera vez en un salón de la institución para pasar la noche en él, no es tanto la imposición del director, como el rechazo a la pretensión de reducir la realidad a un relato simplista y al servicio del poder.
El sábado por la mañana, cerca de dos mil personas volvimos a marchar sobre avenida Insurgentes para expresar nuestra indignación ante los continuos embates en contra de la comunidad científica y académica del país. Desde distintas partes del mundo, estudiantes y académicos de excelencia se unieron a la protesta, compartiendo en redes mensajes de apoyo, y frente a las puertas del CONACyT, estudiantes y académicos del CIDE, la UNAM, el IPN, la UAM, la Universidad de Guadalajara, la Iberoamericana, el Tecnológico de Monterrey, FLACSO y el Colegio de México unimos nuestras voces para gritar con contundencia: “Álvarez-Buylla, la ciencia no es tuya”.
Si hace dos semanas habíamos marchado para apelar al sentido común de no imponer a un director incapaz de dirigir la institución, el 4 de diciembre la marcha fue para llamar a la sociedad a defender la ciencia y la academia libres.
La comunidad científica está bajo acoso. No podemos seguir tolerando que un pequeño grupo al interior del gobierno pretenda apropiarse de las instituciones educativas que pertenecen y sirven a la nación. En los siguientes días toca dotar de contenido a la indignación acumulada en todos los centros de investigación del país y por ello convocamos a todo el sector a sumarse a las manifestaciones.
Seguiremos resistiendo como lo hemos hecho hasta ahora: con creatividad y apego a la ley. Creemos que si uno de nuestros colegas valoró tanto su bolígrafo como para emprender una campaña de búsqueda, es porque la principal herramienta que tenemos son las palabras y la razón. El CIDE, ahora acusado de “derechista”, siempre se ha caracterizado por su excelencia académica al servicio de las políticas públicas y la sociedad. Queremos que así siga siendo: que todas las universidades públicas sigan gozando de efectiva libertad de cátedra y de autonomía frente a los relatos gubernamentales, y que la mayor preocupación de un estudiante sea encontrar una pluma verde.
Licenciado en Ciencias Políticas por la UNAM y actual estudiante de la Maestría en Administración y Políticas Públicas del CIDE, sede Santa Fe.