Leonora Carrington, The palmist (detalle), 2011.

Un lienzo a la sombra de las artes ocultas

La muestra “Bajo el signo de Saturno. Adivinación en el arte” explora la manera en que diversos creadores, alejados del positivismo y las promesas de la modernidad, se acercaron en su obra al espiritismo, la quiromancia, la cartomancia y el zodiaco.
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“El mundo ha recorrido la primera mitad del siglo XX. En cincuenta años la humanidad ha alcanzado metas con las cuales antes no se hubiera atrevido a soñar jamás. El hombre ha suprimido las distancias. Ha dominado el aire, ha controlado las fuerzas de la naturaleza, ha realizado el prodigio más extraordinario, el sueño más antiguo de los sabios de todos los tiempos: ha liberado la energía nuclear. Solo una cosa no ha logrado el hombre: sustraerse al miedo, perder la incertidumbre, confiar en el mañana. A causa de esa inseguridad, de esa incertidumbre y de ese miedo, todos buscan una respuesta que les haga confiar en su destino, pero esa respuesta no está siempre al alcance de la razón ni de los medios comunes. De aquí que las gentes recurran a las fuerzas desconocidas del arcano, del mundo misterioso que se encuentra más allá de la razón y de la inteligencia”.

En la voz inimitable de Arturo de Córdova, las palabras del profesor Karín de En la palma de tu mano (1951) resuenan en el Museo Nacional de Arte (MUNAL), donde se proyecta un fragmento de la película de Roberto Gavaldón. A través del espiritismo, la quiromancia, la cartomancia y el zodiaco, la muestra Bajo el signo de Saturno. Adivinación en el arte explora cómo los creadores han tomado el conocimiento enigmático, a la sombra de la porosa realidad. Con frecuencia motivo de burla, hoy el interés por la adivinación, especialmente por el zodiaco, es mayor quizá porque ofrece respuestas que interpretan los misterios de uno mismo, profundidades irreductibles a la teoría.

Una obra de Gedovius que representa un estanque espectral recibe al visitante, sin embargo es la pintura Las espiritistas (1903) de Juan Téllez Toledo la que establece la atmósfera de la muestra –very superstitious, diría Stevie Wonder. Quizá son las miradas oblicuas de las mujeres, que retienen el misterio, los velos negros que portan o sus manos largas como hilos que conectan con lo desconocido sobre una mesa circular. El detonante de la exposición es la carta astral que André Breton hizo para el poeta y escritor surrealista Jean Schuster y que forma parte del acervo del MUNAL.

Desprestigiadas, sin las ciencias herméticas y adivinatorias el conocimiento queda incompleto. Hecho irrefutable, el texto introductorio tiene un epígrafe contundente por tratarse de Walter Benjamin. Es una cita de El origen del drama barroco alemán (1922): “Yo vine al mundo bajo el signo de Saturno: el planeta de revolución más lenta, el astro de las dudas y las demoras”. El eco de Benjamin retumba en Los reyes magos (1910), el óleo de Ángel Zárraga de aire esotérico –y erótico– en el que los tres reyes adoran al niño Jesús, amparado bajo unas columnas, interrumpidas por el marco del cuadro, que se elevan al cielo donde está el astro que los guió hasta el recién nacido.

La historia política de México se relaciona con las prácticas adivinatorias y la magia, consideradas muchas veces como charlatanería. Por ejemplo, Francisco I. Madero, que practicaba el espiritismo como doctrina moral, filosófica y espiritual, también aplicada al campo político y social. El expresidente es invocado en la muestra por un enorme y oscuro cuadro de Joseph Kleitsch de 1911. (¿alguien se acuerda del inquietante retrato de Bael de la telenovela El maleficio (1983)?) En su día, Madero fue ridiculizado en la prensa por recurrir a la nigromancia. Entre otras, una caricatura lo muestra queriendo ocultarse debajo de una mesa adornada con calaveras mientras escucha una sinfonía de consejos más chuscos que macabros de Juárez, Nerón y Napoleón.

Bajo el signo de Saturno recuerda que creadores con un pensamiento más bien simbólico, por ejemplo Roberto Montenegro –del que se exhibe el fantásmático cuadro Ciudad en bruma (1911) y dibujos en tinta donde aparecen personajes de formas muy estilizadas como la muerte, arquetipo del tarot utilizado en la cartomancia–, estaban en sintonía con cierta sensibilidad de inicios del siglo pasado, ajena al positivismo. La muestra sugiere que el advenimiento nacionalista e identitario de la Revolución dejó fuera del canon del arte en México al arcano.      

Fetiche y pretexto de quirománticos, las manos son el motivo que más aparece en la exposición. En sus líneas se esconden correspondencias con los astros y se lee el porvenir. También la suerte, como el pajarillo de feria, de los que ya casi no se ven, que con su pico saca de una cajita pequeños papeles doblados con mensajes adivinatorios. En su fabuloso cartel en tinta china y papel que representa la palma de una mano en posición vertical, Adolfo Best Maugard anotó la leyenda “Lotería Nacional”, llamamiento irónico para ganar unos cuantos millones de los que a todos nos hacen falta desde 1935, fecha de la obra.

La imponente mujer con máscara de ave, que enseña a quien se acerque las palmas de sus manos, es la obra sensación entre los visitantes, la más instagrameable de la muestra. Las palmas de las manos de la escultura The palmist, de Leonora Carrington, no tienen líneas, tienen rostros que son máscaras que parecen articular un silencio inaudible; la palma de la mano como espejo puesto de frente al espectador, dispuesto a reconocerse o desconocerse. 

También hay muchas manos en el fotorreportaje de Agustín Víctor Casasola de una sesión espiritista; el fotógrafo captó varias veces a quirománticas y médiums durante los años treinta y cuarenta. Simon Flechine, mejor conocido como Semo, por su lado, retrató al ilusionista Fu Man Chu, que también fue actor de las inverosímiles películas de terror de René Cardona de los cuarenta. En la imagen de Semo, la cara y las manos de Fu Man Chu están bañadas por una luz blanca que proviene de una misteriosa urna.  

Incluso las dos columnas de Mathias Goeritz, que enmarcan un cuadro de Tamayo donde una figura humana voltea al cielo que envuelve su cabeza, parecen extremidades. Las esculturas con base y remate en forma de estrella, potente coda de la muestra, se asemejan a dos seres cuyos cimientos conectan las plantas de sus pies con la tierra; extendidas hacia arriba, las extremidades superiores o palmas de las manos, por su parte, se miran directamente con los astros en el cielo, conexión y equivalencia resuelta de forma alegórica, arquitectónica. La composición de Tamayo y Goeritz es una escenografía posible del estudio de Karín o hipotética parte del decorado de La montaña sagrada (1973) de Jodorowsky, película que también es parte de la muestra a través de una selección de escenas que se proyectan en una pequeña sala. 

A excepción del tarot del veterano Pedro Friedeberg, son pocas las obras recientes que tienen como motivo formal o discursivo la adivinación. Es más, son pocos los artistas contemporáneos que en su obra expresan interés por el conocimiento más inescrutable. El mural Efemérides (2024), del colectivo Tercerunquinto, es una síntesis del mapa celeste del 19 de septiembre de 1985, 2017 y 2022, fechas coincidentes de los movimientos telúricos que ocurrieron en la Ciudad de México. Realizado con materiales recuperados de estructuras que colapsaron en 2017 y técnicas de marquetería, el intrincado mural es una aproximación que anima la reflexión entre el desastre y el cosmos y la representación cartográfica y las prácticas constructivas.     

Antes eran las promesas de la modernidad. Ahora es la plutocracia, sustantivo de raíz esotérica, los archimillonarios y los dueños de la tecnología quienes presionan a los gobiernos e influyen para poner las reglas del juego. Ante el cambio de paradigma actual, las dudas carcomen. Bien decía el profesor Karín, las respuestas no siempre están al alcance de la razón ni de los medios comunes. Queda el arcano. ~


Bajo el signo de Saturno. Adivinación en el arte se exhibe
en el Museo Nacional de Arte hasta el 15 de febrero de 2026.


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