Pues cómo no, si así me criaron,
Con los corridos y los caballos.
Ya somos tres generaciones
Y seguirán los corridones.
Esto no es moda, esto es cultura
Hay que tomar, ¡ora, cabrones!
“La tierra del corrido”,
Fuerza Régida, Los Tucanes de Tijuana
y Edén Muñoz, 2023
La bomba del corrido tumbado estalló el 17 de marzo de 2023, cuando la pieza “Ella baila sola”, de Peso Pluma y Eslabón Armado, fue la canción más escuchada a nivel global en las plataformas de streaming. Desde ese momento, estos nuevos corridos se comentaron en casi todos los medios nacionales, al principio en un tono mayoritariamente peyorativo. El corrido tumbado incluso se hizo presente en algunas mañaneras de Palacio Nacional, donde se ofreció una suerte de guía moral de cuáles corridos debía escuchar la juventud (los románticos) y cuáles no (los que hacen apología de la cultura del narco y la violencia).
Peso Pluma tocó su éxito en el show de Jimmy Fallon y en el Festival de Coachella subió al escenario durante el concierto de Carol G e interpretó otro tema, “PRC” (siglas de polvo, ruedas y cristal). Las reseñas cambiaron su tono. Para cerrar el año, la Rolling Stone consideró a “Ella baila sola” como la mejor canción de 2023 y la edición latinoamericana de GQ le dedicó al artista tapatío el artículo de portada, como el más destacado de los “hombres del año”.
Contrario a lo que se ha afirmado sin sustento, este auge no se ha dado de forma espontánea, pues desde al menos hace cinco años los corridos a secas y sus derivados –tumbados, bélicos, chakalosos, verdes, y trap– pueblan las listas de popularidad. Ahí están, por ejemplo, “La escuela no me gustó” (Adriel Favela, 2018), “Siempre pendientes” (Luis R Conriquez y Peso Pluma, 2022), “Los botones azules” (Junior H y Luis R Conriquez, 2022), “Ch y la pizza” (Fuerza Régida y Natanael Cano, 2022) y “El gordo trae el mando” (Chino Pacas, 2023).
En 2019, el músico Natanael Cano (Hermosillo, 2001) bautizó de forma un tanto involuntaria al género al lanzar el álbum Corridos tumbados: el ingenio del título hizo que a partir de ese momento se englobara aquella diversidad de corridos de fines de los 2010 bajo la etiqueta de tumbados. Algunas características musicales de estos corridos eran el uso de la guitarra texana (de cuerdas de acero) como instrumento central, con requintos derivados del rock; un ritmo en tres tiempos con algunos cortes estilo hip-hop, trap y todo aquello que la industria estadounidense etiqueta bajo el ambiguo Latin urban (desde reggaetón hasta rap latino). Se le añade bajo eléctrico y batería a una instrumentación extendida de cuerdas acústicas típicas de los géneros tradicionales mexicanos, principalmente del norte: la mencionada texana, el bajo sexto, bajo quinto, contrabajo, requinto de doce cuerdas y docerola. En algunos casos, un ensamble de alientos con la instrumentación de banda sinaloense se añade al conjunto, en otros, el acordeón de botones típico de la música norteña.
Los arreglos musicales son realizados por compositores con profundo conocimiento del folclor mexicano, la teoría musical y el contrapunto. La forma de cantar también toma elementos de los estilos urbanos, si bien mantiene la tradición del corrido de contar historias inspiradas en hechos verídicos, con un lenguaje contemporáneo y letras tan explícitas que a veces solo las publican disqueras de los Estados Unidos, donde el español no es idioma oficial y pueden sortear con mayor facilidad la censura.
Los corridos tumbados no son, por lo tanto, un fenómeno que se haya dado de la noche a la mañana: desde hace al menos un lustro han sido grabados por una generación de músicos nacidos en los albores del siglo XXI, ligados a un entorno donde el corrido, en sus distintos estilos, ha estado presente, tanto como el hip hop y rock latinos. Dicho esto, sin duda hay momentos clave que han contribuido a esa omnipresencia del género, y a que adquiera su sonido y estilo actuales. Al mismo tiempo, los tumbados están conectados a la genealogía del corrido tradicional, con raíces que pueden hallarse casi dos siglos atrás.
(( El filólogo Aurelio González hizo un estudio de la narrativa del género en su artículo “El corrido del siglo XIX: caracterización novelesca del héroe” para el número 38 del Anuario de Letras de la UNAM, publicado en 2000, así como en su libro El corrido: construcción poética (El Colegio de San Luis, 2015). ))
Los momentos clave
Puros botones azules son los que meneo yo
Aquí en la finiquera ando siempre tranquilón
Traemos la plaza y la balanza sí me pesa hoy
Mi gente siempre está al pendiente, si me marcan, voy
¿Qué quieres que haga, si mi apá me hizo un garañón?
Me pegué un baise de gelato, qué regañadón
“Los botones azules” , Junior H
y Luis R Conríquez, 2022.
((En esta estrofa, los “botones azules” se refiere a las pastillas azules de fentanilo; la Finiquera es el nombre de cariño que dan los mexicoamericanos a Phoenix en varios corridos, aunque también se utiliza el término para referirse a los laboratorios de drogas sintéticas. El “baise de gelato” se refiere a un porro de la cepa gelato de marihuana.))
En el año 2012, cuando me dirigía a un supermercado en la calle 116 del East Harlem en Nueva York, me llamó la atención una melodía que sonaba en el puesto de flores de la esquina. La voz remitía al corrido, pero la instrumentación parecía limitarse a la tuba que tocaba una línea de bajo entre banda y norteño, y a una guitarra con un sonido muy brillante, como si fuera un bajo sexto utilizado como requinto, en lugar de acompañamiento. Le pregunté al vendedor, un paisano, qué era lo que estábamos escuchando. Me contestó que se trataba de El Tigrillo Palma.
Al investigar más, supe que se trataba de un músico sinaloense que había debutado con un álbum llamado Pistiando con la plebada (2006), especializado en corridos que él mismo catalogaba como “chakalosos”. Buena parte de sus seguidores estaban en Estados Unidos, a juzgar por la inmensa cantidad de conciertos que daba para comunidades de migrantes mexicanos por todo ese país. Al escuchar el repertorio del Tigrillo, imaginé que la pieza que había escuchado habría sido “El 24” o “El bazucazo”, dos narcocorridos, uno que habla sobre un capo y el otro que narra un enfrentamiento por Navojoa en el cual un cartel armado con cuernos de chivo, lanzagranadas y bazucas vence fácilmente a las fuerzas federales.
Aunque los corridos del Tigrillo Palma estaban dentro de la convención del género, en tonalidad mayor y con una armonía girando principalmente entre la tónica y la dominante, planteaban la novedad de la instrumentación: la tuba como único aliento en el bajo, y la guitarra texana –lo que me había sonado como bajo sexto– como instrumento protagonista, lugar que ahora es esencial en los corridos tumbados.
En cuanto a las letras, las del Tigrillo Palma entrarían en el estándar de los narcocorridos que se venían gestando desde casi treinta años atrás. Sin embargo, al mismo tiempo que su carrera despegaba, otros músicos abarrotaban conciertos, bailes y palenques en ambos lados de la frontera. Se trataba de aquellos adscritos al llamado “movimiento alterado”, entre quienes destacaba Alfredo Ríos “El Komander”, oriundo de Culiacán. Las letras de esta nueva ola eran mucho más explícitas respecto a la cultura del narco, desde las balaceras y asesinatos –descritos con detalles casi gore– hasta el consumo excesivo de estupefacientes, narrando con lujo de detalle sus efectos placenteros. Las letras más explícitas de los corridos tumbados son evidentemente derivadas de aquellas del movimiento alterado.
Tanto El Komander como El Tigrillo habían sido influidos por un músico que dos décadas atrás había dado mucho de qué hablar, y ahora es emblema de los tumbados: Chalino Sánchez (1960-1992). De muy joven había huido de su natal Sinaloa después de asesinar a un hombre que había violado a su hermana, y la familia del asesinado lo buscaba para ajusticiarlo. Ahí comenzó el periplo de Sánchez, quien pasó un tiempo en la cárcel en Tijuana antes de cruzar indocumentado al país vecino del norte donde, entre la pizca en los campos de fresa y algodón, se hizo espacio para tocar música.
((El periodista estadounidense Sam Quinones narra de forma extraordinaria la vida del músico sinaloense en el capítulo “The Ballad of Chalino Sánchez” en su libro True tales from another Mexico: The lynch mob, the popsicle kings, Chalino, and the Bronx [University of New Mexico Press, 2001]. El libro se publicó en español bajo el título Historias verdaderas del otro México [Planeta, 2002]. ))
Para finales de los ochenta, ya instalado en Los Ángeles, era uno de los corridistas a quienes más piezas le comisionaban patrones con actividades lícitas o ilícitas. Sus grabaciones en casete fueron distribuidas en carnicerías y autolavados por la naciente compañía Cintas Acuario, que se consolidó como una disquera primordial del llamado “regional mexicano” en Estados Unidos. Su fundador, Pedro Rivera, es un referente de la industria no solo por llevar a Cintas Acuario a la cúspide, sino por ser padre de los cantantes Jenny Rivera (1969-2012) y Lupillo Rivera (Long Beach, 1972).
Chalino tocaba con sombrero, botas vaqueras y hebilla, al más puro estilo norteño. Cuentan que nunca disimulaba el arma que cargaba. En enero de 1992, durante un concierto en un pequeño bar de Coachella, quedó claro que no era de utilería: el cantante abrió fuego desde el escenario con su Colt M1911 a Eduardo Gallegos, quien momentos antes le había disparado un par de veces. A partir de ello la fama de Chalino se extendió mucho más allá de California. Meses después, el 16 de mayo de 1992, tras su asesinato en Culiacán, adquirió estatus de leyenda. Se convirtió en mártir e icono de la mexicanidad underdog en ambos lados de la frontera, en momentos en que la población mexicana migrante en E.U. crecía exponencialmente.
Tanto el Tigrillo Palma como los artistas del movimiento alterado son herederos de la estela del “regional mexicano” que sucedió a la muerte de Chalino. Buena parte de los intérpretes del corrido tumbado retoman, además, el fraseo y el estilo de cantar del corridista culiacanense. En Los Ángeles, el flamante estudio de grabación de Rancho Humilde Records, sello que puede jactarse de haber causado el tsunami de los tumbados, tiene un inmenso mural exterior de Chalino Sánchez –con pistola en mano, desde luego.
Genealogía y vida fronteriza
Yo no soy americano
Pero comprendo el inglés
Ahí lo aprendí con mi hermano
Al derecho y al revés
Y a cualquier americano
Lo hago temblar a mis pies
“Corrido de Joaquín Murrieta”,
autor desconocido, 1853.
El género del corrido se considera un estandarte de la idiosincrasia mexicana, parte indisoluble de esa identidad construida principalmente por el régimen post revolucionario. Sin embargo, buena parte del género está más ligado a ese Norte “grande”, que abarca dicha región de nuestro país y buena parte del sur de Estados Unidos, con poblaciones de origen mexicano, con raíces recientes o ancestrales. Por lo tanto, buena parte de la evolución de este género, derivado de los romances españoles, tanto en la letra como en la música, se ha forjado a partir de la fricción con los Estados Unidos.
Ya desde 1853 se vislumbraba en el “Corrido de Joaquín Murrieta” ese odio y desdén hacia el imperio creciente del norte, que cinco años atrás le habían arrebatado a México buena parte de su territorio, tras la guerra mexicano-estadounidense. Pero en California se paseaba Joaquín Murrieta, bandolero mexicano, defensor de los indios y temido por los gringos, quienes le habían puesto precio a su cabeza, según relataba el corrido a su nombre: “me he metido en cantinas, castigando americanos. Tú serás el capitán, el que mató a mi hermano, lo agarraste indefenso, orgulloso americano”.
Múltiples valientes mexicanos que le hacen frente a los estadounidenses y los doblegan han poblado las historias de corridos posteriores y son un tema recurrente en los tumbados, donde no solo burlan a las autoridades estadounidenses, sino que se hacen millonarios a partir de ello y son respetados (y temidos) en ambos lados de la frontera.
Hay otros ejemplos de corridos, ya de inicios del siglo XX, que narran la rispidez de la frontera: el “Corrido de Nogales” de 1918 cuenta una batalla entre las dos Nogales –de México y Estados Unidos–, con la Primera Guerra Mundial y el telegrama Zimmerman de telón de fondo. El “Corrido de Alonso” (1923) relata la historia de un hombre que se trasladó a Texas tras el asesinato de su padre, y posteriormente regresó a México para ajusticiar al culpable. Ejemplos posteriores sobran, desde el famosísimo “Contrabando y traición” hasta “Chulas fronteras”.
Hacia la segunda mitad del siglo XX, la mayoría de los corridos se interpretaban en el estilo norteño, un género que se forjó a partir de la vida en el Norte “grande”, principalmente a partir del Programa Bracero (1943-1964) y en el ámbito de lo que se llama el “circuito del taco”.
((El “circuito del taco” se refiere a una serie de ciudades fronterizas en México y Estados Unidos por donde giraban conjuntos como Los Alegres de Terán y Los Relámpagos del Norte, pioneros de la música que eventualmente sería conocida como norteña. Esta emergió con el acordeón como instrumento central, acompañado de tololoche y redova, como consecuencia de la migración centroeuropea a la región que trajo consigo sus instrumentos –el acordeón– y sus géneros musicales –polka, chotís, waltz–, de los cuales derivó la música norteña. La etnomusicóloga Cathy Ragland estudia a detalle esa evolución en su libro Música Norteña: Mexican Migrants Creating a Nation Between Nations [Temple University Press, 2009].))
En 1995, en el que fue uno de los primeros narcocorridos que hacía una apología directa del delito, Los Tucanes de Tijuana cantaban en “Mis tres animales” al tráfico de cocaína (perico), marihuana (gallo) y heroína (chiva), hablando de “animales” que hacían rico al personaje central del corrido, y que en Chicago se vendían “más que hamburguesas en el McDonalds”. Los motivos de esta letra permean casi todas los corridos tumbados: uno de los éxitos más recientes derivados de ello está en la pieza “Tiempos de guerra” de Yerai R, TipoSierraBros y Jessy Castillo, que de paso busca conectar con la Revolución.
Navego en carro placoso, blindado
Con el gobierno estamos arreglados
Todos mis homies andan activados
Y los paquetes van pa’l otro ladoUna pistola y diamantes que brillan
No me gustan esas cosas sencillas
Bélicos andan toda la cuadrilla
En tiempos de guerra como Pancho Villa
Las letras de los corridos se pueden analizar con mayor detalle, para alejarse de la lectura que las ve como una apología del narco y la violencia. Su trasfondo es siempre la relación amor-odio con los Estados Unidos; en general, incluyen una suerte de venganza, ya en respuesta a la apropiación del territorio nacional o al racismo y la discriminación. Antaño, la venganza podía darse a partir del mexicano valiente temido por los estadounidenses, como el caso de Murrieta. En los corridos del siglo XXI, la venganza está en venderles a precios altos las drogas – “envenenándolos” de paso– y obtener riqueza gracias a ello. La valentía, en estos corridos, radica en el alto riesgo del negocio que lleva a los protagonistas a vivir siempre al filo de la muerte o la captura. A partir de la riqueza, los mexicanos doblegan a los estadounidenses –solo a los blancos, claro– y emulan el cliché del estilo de vida de los millonarios, salvo que, como se repite en prácticamente todas las canciones, nunca olvidan sus orígenes humildes. El delito está justificado a partir de doblegar al enemigo y de salir de la pobreza; desafiar a las autoridades corruptas en México y racistas en Estados Unidos por cualquier medio resulta en un tipo de bandolerismo heroico.
Los corridos tumbados podrían así verse como algo equivalente a los que se cantaban a los bandidos en tiempos de Porfirio Díaz, como Heraclio Bernal, Valentín Mancera, Ignacio Parra y Demetrio Jáuregui, entre otros, que son considerados precursores de la Revolución mexicana. Esos elementos épicos y melodramáticos que comparten todos los corridos, del siglo XIX al XXI, están presentes en la composición “Nuestro México Febrero 23”, también conocida como “La persecución de Villa”, en la cual Samuel Margarito Lozano describía los sucesos de 1916, luego de que Carranza autorizara a tropas estadounidenses ingresar a territorio nacional en busca de Pancho Villa. La labor de Lozano, en algunos aspectos, no fue muy distinta a la de Chalino Sánchez.
Entre el impacto de Chalino, los narcocorridos de Los Tucanes de Tijuana, el movimiento alterado y El Tigrillo Palma, los corrideros comenzaron a abundar en el sur de los Estados Unidos. El 19 de abril de 2009, 1.2 millones de televidentes estadounidenses fueron sorprendidos cuando el episodio 7 de la segunda temporada de la serie Breaking Bad inició con una suerte de videoclip de Los Cuates de Sinaloa interpretando “Negro y Blanco”, pieza mejor conocida a posteriori como “El corrido de Heisenberg”.
Anda caliente el cartel
Al respeto le faltaron
Hablan de un tal “Heisenberg”
Que ahora controla el mercado
Nadie sabe nada de él
Porque nunca lo han mirado
A la furia del cartel
Nadie jamás ha escapado
Ese compa ya está muerto
Nomás no le han avisado
Un narcocorrido con todas sus letras transmitido en el horario estelar del canal AMC, para iniciar una de las series de televisión más exitosas de su tiempo, dejaba claro que la inserción del corrido en la cultura estadounidense ya era bastante profunda e indisoluble.
Derribando mitos
Ando bien tumbado
Los ojos cerrados
La nariz polveando
Me siento viajado
“Disfruto lo malo”,
Junior H, Natanael Cano, 2019
Después de este repaso de la genealogía de los corridos tumbados, hay algunas diatribas y dichos en torno a ellos que me parece merecen ser refutados. Se ha hablado de la simplicidad de la música, y eso es erróneo: la instrumentación se nutre de diversas fuentes musicales ligadas al contexto de los creadores del género (corridos, norteño, banda, reggaetón, hip hop, rock). Por ello, las cadencias armónicas y estructuras melódicas de los tumbados tiendan a ser bastante más elaboradas, de hecho, que las de los corridos tradicionales. Los arreglos para múltiples instrumentos de vientos y cuerdas son hechos, en muchos casos, por músicos profesionales.
Esto ha llevado a que, efectivamente, se creen fórmulas musicales intrínsecas al corrido tumbado: progresiones de acordes que se llevan a cabo dentro de distintas escalas, formas de cantar establecidas, y solos de guitarra con una rítmica muy similar. De ahí que se diga que “todos los corridos tumbados suenan igual”. Pero muchos géneros populares tienen fórmulas: el rock and roll, hip hop, son jarocho, música norteña, country, blues, y muchos más. En todos ellos hay piezas que se parecen mucho entre sí, y otras que marcan pequeñas diferencias, dándole diversidad al género.
Se habla de que es un fenómeno de moda, casi una fabricación de las compañías discográficas. Evidentemente es el género de moda, al menos en América Latina y Estados Unidos, de ahí que artistas del mainstream popero hayan lanzado sus propios “corridos tumbados”, en lo que sí es una clara estrategia de marketing. Pero la moda parte de un gusto auténtico. Así como Pedro Rivera supo detectar el impacto y potencial de Chalino Sánchez en su momento, Jimmy Humilde, fundador de Rancho Humilde Records, logró hacerlo con varios músicos de la generación actual, y proyectarlos hacia un público que comparte las mismas sensibilidades y vivencias que los corridistas contemporáneos. Tanto Rivera como Humilde tuvieron la visión musical, cultural, social y comercial para magnificar el impacto de una música que detectaron que podía unir sensibilidades en un ámbito mucho más amplio.
Respecto a las sensibilidades compartidas, hay que mencionar de nuevo la apología de la violencia y el narco: como buenos corridos, lo que al final describen estos juglares modernos es el entorno en que viven. Dicho entorno es resultado de casi medio siglo de colusión entre autoridades y narcotraficantes que enriqueció y empoderó enormemente a estos últimos. Después, en una búsqueda de acabar con esa colusión, se inició una estrategia para combatir el crimen organizado durante el gobierno de Calderón, a la que se le ha dado continuidad en los sexenios posteriores. ¿Es culpable aquél que pregona sobre cómo viven sus congéneres, o los son la serie de autoridades que permitieron –o no pudieron evitar– que se dieran las condiciones para que dicha forma de vida representara una salida de la pobreza y la precariedad?
En este contexto, puede entenderse el corrido tumbado como un movimiento antisistema y contestatario. Desde luego que no promueve ideales ligados a la contracultura, provenientes de un ideario de la izquierda política. Los valores que se promueven –tanto en los corridos románticos como en los que hacen apología de la violencia– se centran en el dinero, los goces de los bienes materiales y las mujeres como objetos sexuales, con su aspecto físico como elemento esencial. En México, durante el sexenio de la austeridad, estos corrideros pregonan por una vida en las antípodas de esta.
Finalmente, hay otro dicho que, al menos de momento, hay que cuestionar: cuando se dice que fue la música más escuchada del mundo en varios momentos de 2023, hay que fijarse en los detalles. En cuanto a números totales lo fue, pero hace falta detenerse a ver en dónde fue más escuchado. En el caso de piezas como “Ella baila sola”, la inmensa mayoría de las reproducciones se dieron en México y Estados Unidos. Es decir, no fue un fenómeno global. Las paradas de las giras de los artistas del corrido tumbado permiten asimismo inferir que el género aún no es un fenómeno global, sino uno de gran impacto regional (Estados Unidos, México y algunas partes de Latinoamérica). Más allá del continente, ha tenido un éxito creciente en España, principalmente después de la pieza “CAMBIA!”, fusión de corrido con música andaluza publicada en el emblemático El Madrileño (2021) de C. Tangana, quien la grabó junto a los mexicanos Carín León y Adriel Favela.
Con todo, puede decirse que 2023 fue el año del corrido tumbado, al menos en este continente. La duda es si en 2024 dará el salto –que sí dio el reggaetón– a ser un fenómeno que escape de lo regional y tenga escala global. Resulta difícil de predecir, pero me parece que dependerá de si su sonido se vuelca más hacia lo local (norteño, banda, sierreño) o a lo global (hip hop, urbano, pop). Ese vuelco, al final, dependerá de los gustos regionales que, de momento, se inclinan por la mayor presencia de elementos de banda y norteño en los corridos tumbados. ~
Sociólogo, etnomusicólogo, periodista y DJ.