Desde que compró Twitter por la asombrosa cantidad de 44 mil millones de dólares hace unas semanas, Elon Musk ha estado tratando de rehacer la plataforma, despidiendo a miles de empleados, lanzando nuevos planes de monetización, tratando de mantener contentos al mismo tiempo a los anunciantes, las organizaciones de derechos civiles y a sus fanáticos reaccionarios, mientras que tuitea todo. Aunque piense que está haciendo algo diferente, Musk está continuando el sueño de todos los ejecutivos que lo han precedido: quiere convertir a la plataforma en algo que no es. Sin embargo, lo que podría salvar a Twitter es aceptar lo que realmente es: es hora de que se ponga Bizarro.
Twitter siempre ha tenido éxito a pesar de sí mismo. Todo en lo que piensas cuando piensas en esa plataforma –la @ para responder, el hashtag, el hilo, incluso algo tan simple como publicar fotos– fueron innovaciones introducidas por los usuarios. Solo más tarde fueron adoptados y se volvieron elemento centrales de la plataforma. Este enfoque de abajo hacia arriba –en parte por diseño, en parte por negligencia– premió la experimentación, o al menos no la castigó. Y durante un tiempo, Twitter estuvo lleno de experimentos, non sequiturs, momentos aleatorios de alegría y sorpresa. Hubo un tiempo en que el que el “Twitter Bizarro” reinaba.
Existía @horse_ebooks, una cuenta tal vez automatizada que ofrecía fragmentos surrealistas cortados de distintas partes de internet. Un panda rojo llamado @darth hacía gorros de Santa Claus para los avatares de las personas durante las fiestas. Estaban las reflexiones extrañamente proféticas y mal escritas de @dril. Estaba “Hafiz”, un cuento escrito en retweets por el novelista Teju Cole. Y @MayorEmanuel, mi propia contribución al Twitter Bizarro, que contó una historia surrealista de la elección de alcalde de 2010 en Chicago, que eventualmente reveló las grietas de un multiverso escondido dentro de un jardín invernal secreto en el techo del ayuntamiento. Tenías que haber estado ahí.
Esa idea, que “Tenías que haber estado ahí”, siempre fue parte de lo que hizo genial a Twitter. El que sus sistemas funcionaran en tiempo real creó una sensación de apremio, de “parpadea y te lo perderás”, ya fuera una nueva cuenta de parodia nacida en un instante por un debate presidencial, las revoluciones de la Primavera árabe o el impacto cultural del Twitter Negro. La plataforma se movía a la velocidad del ahora, incluso cuando, en ese entonces, sus propios servidores a menudo se esforzaban por darse abasto.
Con el tiempo, los problemas de servidores se arreglaron, las aristas más bizarras de Twitter se limaron para hacer el lugar más aceptable para los políticos y las celebridades, y los sueños de los ejecutivos de convertirlo en algo que no es se hicieron realidad. No es que Jack Dorsey estuviera reprimiendo personalmente las travesuras de @darth. Muchas de las cuentas que hicieron de Twitter ese lugar raro siguen existiendo, pero la cultura en la red social ha cambiado. Los tuits sobre dramas de Hollywood y las tensiones en Washington acaparan la atención mediática que antes ocupaba Twitter Bizarro. Además, las riendas técnicas se endurecieron y la innovación en la plataforma pasó a ser vertical. En su mayoría fracasó. (¿Recuerdas los “Fleets”?) La plataforma se estancó, el acoso –siempre un problema, que Twitter se esforzaba por solucionar– empeoró, y el flujo constante de tuits del expresidente Donald Trump mantuvo a todo el mundo en vilo durante cuatro años. Twitter dejó de ser divertido.
La alegría y la sorpresa que Twitter solía traer de forma habitual han sido reemplazadas en gran medida por la ira, la desinformación y el abuso. Los incels lastimados y los nacionalistas blancos inundaron la plataforma, queriendo que todos sean tan miserables como ellos. Los cambios posteriores al 6 de enero de 2021 eliminaron algunas de las peores cuentas de Twitter, pero en ese momento estaba claro que ya todos éramos lo suficientemente miserables, incluso sin ellas. Nos despertamos por la mañana y miramos fijamente rectángulos que nos entristecen. No es de extrañar que el grupo de usuarios más activo de esta red social se esté reduciendo.
No siempre fue así. Twitter ha traído personas a mi vida que considero tan cercanas como familia; esas relaciones se forjaron en intercambios de 140 caracteres. Ha dominado ciclos de noticias y ha propiciado cambios reales en el mundo. Definió la forma en la que nos comunicamos durante más de una década, a pesar de nunca haber crecido de la misma forma que las otras redes sociales que crecieron con él.
Twitter siempre ha sido la red social más rara. Facebook ofrecía conectarte con todas las personas que conocías, especialmente con las personas que ya no querías contactar. Instagram ofreció filtrar tu vida en algo más hermoso de lo que realmente era. Twitter siempre fue más seco, más enigmático, fue más sobre ideas que sobre cualquier cosa. Muchas de las primeras críticas fueron que Twitter solo servía para compartir lo que habías comido. Pero en ese entonces ni siquiera podías publicar una foto, así que tenías que describir lo que habías comido. Y al describir nuestras comidas, describimos nuestras esperanzas y nuestras vidas en formas que las otras redes nunca pudieron replicar. Capturar tus ideas en el límite de caracteres de Twitter siempre se sintió más cerca de escribir poesía que prosa y, como resultado, todo tenía una extraña belleza.
Por más frustrado que me haga sentir Twitter ahora, y a pesar de min incertidumbre sobre lo que traerá la era Musk, por estas razones no puedo alejarme. Sé que las demandas del capital probablemente resultarán en que la plataforma se deshaga de gran parte de lo que lo hizo único en aras de dominar una parte del mercado, o simplemente se estrellará y se incendiará como un Tesla en piloto automático. Pero probablemente estaré allí hasta su ardiente final. Aunque si entrecierro los ojos correctamente puedo ver una forma en que sale adelante. En que acepta aquellas cosas que lo hacen especial y desecha las que lo vuelven horrible. En un momento de agitación como el que enfrenta actualmente, cualquier cosa podría suceder. Tal vez, ya que Twitter se encuentra en esta encrucijada, las cosas se pondrán bizarras otra vez.
Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.
es escritor, crítico cultural y autor de The f***ing epic Twitter quest of @MayorEmanuel.