La semana pasada escribí sobre cómo el estigma ha limitado el acceso a la salud de las personas que padecen cáncer de pulmón. Muy pronto diversas organizaciones de pacientes llamaron mi atención hacia los problemas que enfrentan otro tipo de enfermedades. Y, aprovechando que todavía estamos en Movember me reuní con representantes de la alianza “Uniendo fuerzas contra el cáncer de próstata”.
El cáncer de próstata es la primera causa de muerte en hombres. De acuerdo con la International Agency for Research on Cancer (IARC), en 2012, hubo 6,367 muertes a causa de esta enfermedad y se registraron 14,016 nuevos casos.
Si esta cifra les suena un poco vaga, quizá esta imagen ayude a poner el problema en su justa dimensión:
El cáncer de próstata es una enfermedad que sí cubre el sistema nacional de salud mexicano (IMSS, ISSSTE, Sedena y Seguro Popular), pero sus problemas, que son varios y complejos, residen en otro lado: el tratamiento no homologado, las barreras socioculturales que impiden o retrasan la búsqueda de atención médica y el diagnóstico tardío.
Sobre el tratamiento no homologado, el Dr. Hugo Manzanilla, de la Asociación Mexicana de Urología, me cuenta que desde hace unos años descansa sobre las rodillas de la Comisión Federal de Mejora Regulatoria y de la Secretaría de Salud una Norma Oficial Mexicana[1] que establecerá los criterios y lineamientos para la prevención, detección, diagnóstico, tratamiento, control y vigilancia epidemiológica de este cáncer. Este será el primer paso para unificar la atención que se le da a esta enfermedad. Uno de cada siete funcionarios que está retrasando su publicación será diagnosticado con cáncer de próstata.
Las barreras socioculturales que impiden o retrasan la búsqueda de atención médica son tan profundas que quien coordina el Movimiento Latinoamericano contra el Cáncer de Próstata (MOLACAP) es un mujer: Leticia Aguilar. Conociendo la experiencia del cáncer de mama y lo muy participativas y presentes que han sido las mujeres para darle visibilidad a esa enfermedad, no oculto mi sorpresa a Leticia: ¿Por qué hay mujeres al frente de la mayor parte de las organizaciones enfocadas en un cáncer que solo ataca a los hombres ? El problema, me dice Leticia, no solo es mexicano. Es un problema a nivel mundial. El cáncer de próstata desafía las nociones de los hombres sobre ellos mismos y sus expresiones de masculinidad. Por ello la mayoría prefiere no enterarse de la enfermedad, y quienes se saben con ella prefieren no compartir su experiencia.
En La enfermedad y sus metáforas, Susan Sontag escribía que “el cáncer elige partes del cuerpo (colon, vejiga, recto, senos, cuello del útero, próstata, testículos) que no se confiesan fácilmente. Un tumor acarrea generalmente un sentimiento de vergüenza, pero, dada la jerarquía de los órganos, el cáncer de pulmón parece menos vergonzoso que el de recto”. Hay mucho de ese sentimiento de “vergüenza” en el cáncer de próstata, y para enfrentarlo las organizaciones que conforman la alianza “Uniendo fuerzas contra el cáncer de próstata” han echado mano precisamente de las lecciones de la lucha contra el cáncer de mama. Un primer reto es des-sexualizar el problema: no hablamos de una teta o el ano, sino de una enfermedad con altos índices de mortalidad que puede tratarse con éxito si es detectada a tiempo . El siguiente paso es encontrar a los voceros: hombres que tengan o hayan tenido este cáncer, y que con su testimonio sensibilicen a otros pacientes, médicos, amigos y familia.
Celebro mucho que los hombres sean tan solidarios con la genial campaña de “Favor de Tocar” de Fundación Cim*ab (por esa campaña ha desfilado el “Chato Cejudo”, Benny Ibarra, Memo Ochoa y el Hijo del Santo) y que la Selección Mexicana de Futbol entrene con casacas rosas para llamar la atención sobre el cáncer de mama. ¿Pero por qué no vemos a estos actores, luchadores y jugadores concientizando sobre un cáncer que ataca brutalmente a los hombres?
Cuando mi padre cumplió 45 años se hizo las dos pruebas de detección temprana del cáncer de próstata (antígeno prostático específico y tacto rectal). Años después me contó que durante el tacto rectal no dejaba de pensar en “Los hijos de la Malinche”, uno de los capítulos antropológicos del Laberinto de la Soledad, y que al segundo inmediato después de haber pensado “¿Estoy siendo chingado?” se dio cuenta de que lo estaba comprendiendo al revés. No lo estaban chingando, sino al contrario: gracias a que él era un chingón, no iba a morir de un cáncer de próstata tardíamente detectado.
[1] La NOM-048-SSA2-2016, Para la detección, diagnóstico, tratamiento y vigilancia epidemiológica del crecimiento prostático benigno (hiperplasia de la próstata) y cáncer de próstata (tumor maligno de la próstata)
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.