Para las científicas en México hay buenas y malas noticias


Aunque la participación de las mujeres en la ciencia mexicana está por encima de la otros países y se coloca como la más igualitaria en América Latina, todavía son muchos los desafíos y obstáculos que las científicas enfrentan en su carrera.
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El ámbito científico ha sido históricamente uno de los más relegados en cuanto a la igualdad de género. México no es la excepción, y aunque en los últimos años ha logrado algunos avances significativos, todavía es preocupante la desigualdad que impera en este ámbito. 

Empezando por las buenas noticias, es de rescatar que hoy las científicas representan el 36% de los miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Su porcentaje de participación ha aumentado en un 65% desde 2012.  Incluso el crecimiento ha sido desigual: según información del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), las mujeres se han ido incorporando más rápidamente al sistema que los hombres (aunque se desconoce por qué ocurre esto). 

La participación de las mujeres en la ciencia mexicana está por encima de la otros países y se coloca como la más igualitaria en América Latina. Según la UNESCO, el 45,2% de las personas que realizan investigación en ciencia y tecnología en América Latina y el Caribe son mujeres. Colombia, Canadá y Estados Unidos, cuentan con 16.6%, 13% y 10% de presencia femenina, respectivamente.

Otro dato alentador es que desde 2013 la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación incluye la perspectiva de género como parte de la política científica, a partir de la cual se han impulsado programas, cátedras y proyectos que promueven la incorporación de mujeres en la investigación. Entre las adiciones realizadas a la ley para reforzar una política de investigación equitativa, se establece la meta de “incentivar la participación equilibrada y sin discriminación entre mujeres y hombres” en el capítulo 12 así como “incentivar la participación de las mujeres en todas las áreas del conocimiento, en particular en las relacionadas a las ciencias y la investigación”.

En la comparativa 2016-17 de graduación a nivel doctoral se habría alcanzado prácticamente la paridad entre hombres y mujeres, según datos de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). Por su parte, la distribución de las becas de CONACYT muestra un promedio de 46% para mujeres que siguen estudios en el país y 41% para quienes los cursan en el extranjero. Y un 42% del programa de Cátedras de ese organismo son mujeres.

Y sin embargo, como escriben Danay Quintana Nedelcu y Norma Blazquez Graf, de la Red Mexicana de Ciencia, Tecnología y Género (Mexiteg), “bajo la lupa crítica podría interpretarse como una estrategia de corto plazo de las mujeres de obtener ingresos inmediatos (vía beca) ante la dificultad de opciones laborales estables y remuneradas acordes a su calificación”. Es decir, que las mujeres encontramos más y mejores oportunidades para estudiar que para trabajar, “hecho que desafía aún más las políticas de educación superior ya no solo como etapa de formación sino de cara al (relativo bajo) impacto en la inserción laboral calificada”. 

Y agregan que esta reiteración del patrón (en los estudios y en el trabajo académico) “significa que los mecanismos de inclusión/exclusión (estructurales y simbólicos) se perpetúan, incluso cuando las cifras absolutas muestren discretas mejorías”.

Por supuesto, es de celebrar que el balance en el SNI no solo se haya equilibrado, sino que incluso marque a favor del género femenino, y también que las instituciones estén emprendiendo acciones en este terreno. Pero sabemos que los desafíos todavía son muchos. Además de la baja cuota de género, otra cuestión que ha preocupado históricamente es la desigualdad en la distribución de las mujeres según las áreas y temas de investigación.

En línea con la tendencia global, en México hay temas y áreas de conocimiento que están más “femenizados” que otros. Dentro de salud, ciencias sociales, humanidades, y biología, por ejemplo, las mujeres representan entre el 36 y el 50% del total de investigadores. En contraparte, las ingenierías y ciencias exactas (astronomía, ciencias de la tierra y matemáticas), ostentan un promedio de mujeres no mayor al 22% del total de investigadores del SNI. Estas áreas siguen siendo territorios casi exclusivamente masculinos.

Otro obstáculo al que se enfrentan las mujeres que apuestan por una carrera académica es que las posiciones jerárquicas suelen ser ocupadas por varones. En el caso de México, hay una fuerte representación masculina en las categorías más altas del SNI: la participación de las mujeres en los niveles II y III es de 32% y 21.7%, respectivamente. 

Está documentado que conforme se asciende en los niveles de formación y educación disminuye el número de mujeres, y lo mismo pasa con los puestos que involucran toma de decisiones. Este fenómeno se conoce como “techo de cristal”, una de las metáforas más utilizadas para describir la problemática del crecimiento profesional de las mujeres.

Según la investigadora de la UNAM Judith Zubieta, especialista en género, la vida profesional de las mujeres dedicadas a la ciencia enfrenta obstáculos y dificultades específicas que obedecen tanto a factores propios de los modelos y prácticas característicos de las instituciones científicas, como a condicionantes socioculturales que limitan su pleno desarrollo. Entre estos, destaca la asignación de los roles domésticos tradicionales y del cuidado familiar. “Las carreras académicas se caracterizan por patrones sexo-genéricos que delimitan de manera clara los puestos de trabajo, el rango o posición respecto a la toma de decisión e incluso el acceso a los ingresos de manera distinta entre hombres y mujeres”, aseguran Quintana y Blazquez.

El aumento de la participación de las mujeres en la ciencia mexicana es de destacarse. Es alentador ver que hay cada vez más más programas, iniciativas y proyectos que buscan revertir la desigualdad en este campo. Está la Mexiteg ya mencionada, además de la Red Conacyt de Ciencia, Tecnología y Género, así como el grupo Mujer y Ciencia y el Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM. Pero sin duda aún falta mucho por hacer para crear condiciones de igualdad. Empezaremos a ser más optimistas cuando se logre que las políticas públicas permitan una mejor distribución de la participación femenina entre las distintas áreas de conocimiento, se alcancen mejores condiciones laborales para quienes apuestan por desarrollar una carrera científica y sean más los puestos de decisión ocupados por mujeres. 

FE DE ERRATAS: Una versión anterior de esta nota decía erróneamente que las científicas representan el 62.7% de los miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). La nota ha sido corregida para reflejar la cifra real: representan el 36% de los miembros del SNI.

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Es periodista, docente e investigadora interesada por la comunicación pública de la ciencia. Ha colaborado con diversos medios escritos y audiovisuales. Su trabajo académico reflexiona sobre la relación entre las ciencias, la sociedad y los medios de comunicación. Es miembro fundador de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.


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