Fotos: Franz Josef Strauss: Bundesarchiv, B 145 Bild-F023363-0016 / Gathmann, Jens / CC-BY-SA 3.0 [CC BY-SA 3.0 de (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/de/deed.en)] // Fiona Hill: Kuhlmann /MSC - CC BY 3.0 de, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=71345528

Una historia ya familiar de desinformaciĆ³n rusa

Los rusos llevan dƩcadas sembrando discretamente escƔndalos polƭticos en Occidente.
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ĀæCĆ³mo sabe usted que los rusos se van a involucrar de nuevo en las prĆ³ximas elecciones de Estados Unidos? Porque ya estĆ”n trabajando duro en ello, a plena vista del electorado estadounidense. El pasado 21 de noviembre, Fiona Hill, antigua directora de asuntos europeos y rusos en el Consejo de Seguridad Nacional, dio su testimonio como parte de las audiencias para el juicio polĆ­tico (impeachment) que lleva a cabo la ComisiĆ³n de Inteligencia de la CĆ”mara de Representantes. En su declaraciĆ³n inicial exhortĆ³ a los miembros de la comisiĆ³n a no ā€œpromover falsedades por motivaciones polĆ­ticasā€, particularmente la ā€œnarrativa ficticiaā€ que dice que, de hecho, fue Ucrania la que se inmiscuyĆ³ en las elecciones de 2016, no Rusia. De acuerdo con esta versiĆ³n de los hechos, el ComitĆ© Nacional DemĆ³crata (DNC, Democratic National Committee) contratĆ³ a la compaƱƭa especializada en seguridad CrowdStrike para redactar un reporte en el que se culpara a hackers rusos por acceder a los correos electrĆ³nicos de los demĆ³cratas y luego compartirlos con WikiLeaks. La finalidad de toda la operaciĆ³n era sentar las bases para la investigaciĆ³n del fiscal especial Robert Mueller e incriminar al presidente Trump como operario a favor de Rusia. ĀæCuĆ”l es la conexiĆ³n con Ucrania? SegĆŗn la teorĆ­a conspirativa, CrowdStrike es propiedad de un acaudalado ucraniano, pero esto no es verdad.

Como explicĆ³ Hill, esta falsa historia ā€œfue ideada y propagada por los mismos servicios de seguridad rusosā€. Su afirmaciĆ³n estĆ” sustentada por la asombrosa similitud entre la situaciĆ³n actual y escĆ”ndalos anteriores alimentados por tĆ”cticas de desinformaciĆ³n rusas desde hace dĆ©cadas. Todos siguen un patrĆ³n muy sencillo: en primer lugar, se establece una conexiĆ³n entre agentes operativos rusos y personajes influyentes en un paĆ­s especĆ­fico, que por lo general es occidental. En segundo lugar, esos personajes son abordados por personas de aparente credibilidad que les ofrecen informaciĆ³n restringida e incierta que, de ser verdadera, resultarĆ­a muy Ćŗtil para su misiĆ³n. En tercer lugar, los personajes influyentes difunden y replican la informaciĆ³n a travĆ©s de sus canales de comunicaciĆ³n usuales. Por Ćŗltimo, aunque no se haya proporcionado una evidencia comprobable o sĆ³lida, el escĆ”ndalo estalla, con el efecto frecuente de que funcionarios electos son destituidos de sus cargos.

Esto fue lo que sucediĆ³ en 1962, cuando el ministro de defensa de Alemania Occidental, Franz Josef Strauss, fue obligado a abandonar su puesto. En octubre de ese aƱo, en medio de la crisis de misiles en Cuba, el semanario alemĆ”n Der Spiegel publicĆ³ documentaciĆ³n que demostraba que las Fuerzas Armadas de Alemania Occidental no estaban suficientemente preparadas para repeler un ataque de la UniĆ³n SoviĆ©tica, mientras esperaban que Estados Unidos y otros paĆ­ses de la OTAN respondieran con ayuda militar. Strauss dijo que la documentaciĆ³n publicada en Der Spiegel estaba clasificada, por lo que mandĆ³ arrestar a Rudolf Augstein, jefe de redacciĆ³n de la revista. Pero la Alemania Occidental de la posguerra tenĆ­a en gran estima a la libertad de prensa, y las acciones de Strauss fueron vistas como una venganza directa contra Augstein, con quien Ć©l tenĆ­a una larga y muy conocida enemistad. Antes de la publicaciĆ³n de los documentos supuestamente clasificados, Der Spiegel habĆ­a hecho varios seƱalamientos sobre corrupciĆ³n en contra de Strauss, acusĆ”ndolo de haber recibido sobornos de FIBAG, gran emporio de la construcciĆ³n en Alemania Occidental, y de Lockheed, a cambio de otorgar a estas compaƱƭas lucrativos contratos en el Ć”rea de la defensa. Criticado por impedir la libertad de prensa y obstruir investigaciones sobre presunta corrupciĆ³n, Strauss se vio obligado a dimitir en diciembre de 1962.

Pero de lo que ya se habla poco es de cĆ³mo obtuvo Der Spiegel obtuvo la informaciĆ³n que dio pie al inicio de las investigaciones sobre Strauss. SegĆŗn el libro que en 1987 escribiĆ³ Ilya Dzhirkvelov, una de las fuentes mĆ”s cercanas al asunto por el lado de la KGB, los lĆ­deres soviĆ©ticos consideraban que Strauss era una de ā€œlas personas mĆ”s peligrosas en Alemania Occidentalā€. Dzhirkvelov describe que a un grupo de periodistas de Alemania Occidental que visitaron MoscĆŗ en 1961 se les dijo que la KGB poseĆ­a kompromat, material comprometedor altamente clasificado, acerca de Strauss. (Der Spiegel negĆ³ esta informaciĆ³n en su momento, pero desde entonces varias fuentes han confirmado la versiĆ³n de Dzhirkvelov.) Las pistas que la KGB proporcionĆ³ a los periodistas de Alemania Occidental no eran verĆ­dicas, pero terminaron por producir tanto humo que nadie dudaba que hubiera un incendio en alguna parte. Pese a que la informaciĆ³n original era imprecisa, el esfuerzo de la KGB tuvo el efecto deseado, al empujar a los reporteros a indagar, y finalmente encontrar, un hecho real.

Compare este hecho con que sucediĆ³ durante las elecciones presidenciales de 2016, cuando WikiLeaks (la figura influyente) recibiĆ³ una serie de correos electrĆ³nicos robados del ComitĆ© Nacional DemĆ³crata (el objetivo en Occidente) mediante un ataque cibernĆ©tico del tipo spear-phishing (operado por agentes rusos). El Partido Republicano y varios medios informativos tuvieron un festĆ­n con los correos filtrados. Pero al principio, el mayor escĆ”ndalo desatado por el hackeo fue la acusaciĆ³n de que dirigentes demĆ³cratas habĆ­an conspirado contra el senador por Vermont Bernie Sanders durante las elecciones primarias de 2016. Como en el caso de Strauss, nunca se encontraron evidencias definitivas. Las evidencia consistĆ­a sobre todo en plĆ”ticas acerca de acciones que pudieron o no haberse realizado. No obstante, la presiĆ³n fue lo suficientemente fuerte para provocar la renuncia de diversos dirigentes del partido demĆ³crata, incluyendo a su presidenta, Debbie Wasserman-Schultz.

Otro ejemplo que involucra a funcionarios de menor rango es lo que le pasĆ³ al diplomĆ”tico estadounidense Brendan Kyle Hatcher. Ɖl fue enviado a la embajada de Estados Unidos en MoscĆŗ en 2008 con la misiĆ³n de promover los derechos humanos y la libertad religiosa, que incluĆ­a la recopilaciĆ³n de informaciĆ³n para el reporte del Departamento de Estado sobre la libertad de culto. Esta tarea implicaba hablar con grupos religiosos minoritarios, los cuales con frecuencia enfrentaban discriminaciĆ³n oficial y extraoficial, de acuerdo con un reporte de CNN dado a conocer en ese tiempo. En 2009, el Servicio Federal de Seguridad (FSB, la instituciĆ³n sucesora de la KGB en la FederaciĆ³n Rusa) publicĆ³ un video tan evidentemente manipulado que casi cualquier persona podrĆ­a calificarlo de falso, en el que supuestamente se mostraba a Hatcher teniendo relaciones sexuales con una prostituta. Aun asĆ­, resultĆ³ un asunto de relaciones pĆŗblicas tan delicado para Estados Unidos que el Departamento de Estado tuvo que emitir una declaraciĆ³n en defensa de Hatcher. Para 2010 ya se habĆ­a marchado. (No se sabe si fue por iniciativa propia.) En septiembre de 2019 se encontraba trabajando con un cargo menos pĆŗblico en la embajada de Estados Unidos en Montenegro.

La principal diferencia entre la operaciĆ³n de 1962 y las de 2009 y 2016, es la presencia del internet y las redes sociales. Los periodistas occidentales ya no tienen que acudir a MoscĆŗ para recibir material comprometedor: ahora las evidencias en forma de conversaciones escritas se pueden sustraer de servidores de correo electrĆ³nico y enviarse directamente a quienes poseen enormes megĆ”fonos en lĆ­nea sin necesidad de que nadie deje su escritorio. Y, lo que es mĆ”s importante, el gran amplificador que es el ecosistema de redes sociales tiene la capacidad de exacerbar el escĆ”ndalo y la indignaciĆ³n en cuestiĆ³n de dĆ­as, justo como sucediĆ³ con el DNC en 2016. En el escĆ”ndalo de Strauss pasaron casi dos aƱos antes de que se hiciera pĆŗblica su renuncia.

En esta ocasiĆ³n, los miembros republicanos de la ComisiĆ³n de Inteligencia de la CĆ”mara de Representantes sostienen el megĆ”fono. La secuencia de sucesos se repite una vez mĆ”s. La interrogante es si habrĆ” renuncias como consecuencia, o si el testimonio de testigos como Hill puede impedir esta rama de la campaƱa de desinformaciĆ³n rusa.

 

Este artĆ­culo es publicado gracias a una colaboraciĆ³n de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de SlateNew America, y Arizona State University.

 

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forma parte del Center for the Digital Future de la Annenberg School de la University of Southern California. Es autor de tres libros sobre tecnologĆ­a y sociedad.


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