En “La lección de piano”, pasado y presente quedan en familia

Malcolm Washington explora las repercusiones del traumático pasado en el difícil presente de sus personajes afroamericanos en su ópera prima, adaptación de una obra de teatro de August Wilson.
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Presentada este año en el festival de Telluride y posteriormente en el de Toronto, para luego tener una reglamentaria y brevísima corrida comercial en Estados Unidos con el fin de poder ser nominada al Oscar 2025, se ha estrenado globalmente a través de Netflix La lección de piano (The piano lesson, E.U., 2024), ópera prima de Malcolm Washington, un miembro más del clan comandado por el doblemente oscareado actor Denzel (quien funge aquí como coproductor del filme de su retoño), película que, además, es protagonizada por otro de sus hijos, el actor John David Washington. Para rizar el rizo nepotista, la esposa de Denzel y madre de todos sus hijos, Pauletta, aparece en un cameo clave, mientras que las dos hijas restantes también colaboraron en la cinta: Olivia tiene un brevísimo cameo y Katia es una de las productoras ejecutivas. Dicho de otra manera, todo quedó en familia.

Este alarde de nepotismo cinematográfico encaja a la perfección con el centro dramático de la película, escrita por el propio cineasta debutante en colaboración con el experimentado guionista nominado al Oscar Virgil Williams y basada en la obra teatral homónima de August Wilson (1945-2005), que fue montada originalmente en Yale en 1987. La pieza pertenece al llamado Ciclo de Pittsburgh, una serie de diez obras escritas por el dramaturgo estadounidense que tratan más o menos del mismo tema: las repercusiones del siempre traumático pasado en el difícil, pero, a la vez, esperanzador presente en el que viven sus complejos personajes afroamericanos.

Como casi todas las piezas que forman el Ciclo de Pittsburg –la excepción es Ma Rainey’s black  bottom (1984), ubicada en un estudio de grabación de Chicago–, La lección de piano transcurre en el distrito Hill de Pittsburgh, el barrio afroamericano en el que nació el propio Wilson. En concreto, en el clasemediero hogar en el que viven la indómita aunque melancólica viuda Berniece (Danielle Deadwyler), su paciente y comprensivo tío Doaker (Samuel L. Jackson, repitiendo su papel del montaje teatral de Broadway del 2022) y la pequeña hija de ella, Maretha (Skylar Aleece Smith). El plácido silencio de una veraniega madrugada de 1936 es roto cuando llegan de manera intempestiva Boy Willie (John David Washington, repitiendo su papel en el montaje del 2022 de Broadway, mismo papel interpretado por Samuel L. Jackson en Yale en 1987) y su amigo y socio Lymon (Ray Fisher), quienes vienen del sur profundo del Mississippi con una camioneta llena de sandías para venderlas en ese lejano lugar del norte estadounidense.

En realidad, Boy Wllie viene con otra intención muy diferente: vender el piano del título, una preciada y/o maldecida herencia familiar, que permanece en el centro de la sala de la casa de Berniece. Con el dinero que quiere obtener del lujoso instrumento, Boy Willie pretende comprar parte de la granja en la que sus abuelos fueron esclavos, tierra que ha sido puesta en venta debido a la misteriosa muerte accidental del último heredero de la antigua familia esclavista Sutter. En el transcurso de la cinta, conoceremos no solo la historia del origen del susodicho piano, contada por el elocuente tío Doaker, sino también las razones encontradas de Boy Willie para venderlo y de Berniece para conservarlo.

El debutante Malcolm Washington se nos presenta como un cineasta competente, que se mueve con habilidad entre la previsible prudencia que marca el respeto irrestricto a las palabras escritas por Wilson –especialmente en el monólogo de Doaker y en los operáticos enfrentamientos entre Berniece y Boy Willie– y la imperiosa necesidad de liberarse del limitado espacio de las cuatro paredes de la pieza original, inyectando una buena bocanada de oxígeno cinematográfico a un drama familiar que fue concebido como cerrado y claustrofóbico. Hay que decir que esta estrategia de expandir la historia de Wilson no siempre resulta satisfactoria –alternar la narración de Doaker con flashbacks redundantes es francamente criminal ante el mejor trabajo de Jackson en una década–, pero el prólogo con el que inicia el filme –que no existe en la pieza teatral– sí es más que pertinente, dramática y narrativamente hablando, mientras que la secuencia del bar al que asisten unos enfiestados Boy Willie y Lymon puede que no agregue gran cosa a la historia, pero nos deja respirar antes de llegar al intenso desenlace, además de que nos deja disfrutar de una sabrosa interpretación del clásico blusero “Don’t you feel my leg”.

La lección de piano es la quinta pieza teatral del ya mencionado ciclo, y la tercera película producida por Denzel Washington basada en alguna de las obras de Wilson. La primera fue la oscareada Barreras(2017) –sobre Fences (1987), el tercer drama en la lista–, cinta protagonizada y dirigida por el propio actor, mientras que la siguiente adaptación fue la doblemente oscareada La madre del blues (Wolfe, 2020), sobre la ya mencionada Ma Rainey’s Black Bottom, segunda pieza en el decálogo escrito por el dramaturgo afroamericano. La lección de piano es, pues, no solo el tercer filme producido por Washington basado en una pieza de Wilson sino, además, el mejor de los tres, cinematográficamente hablando. Washington ha dicho que busca adaptar las restantes siete obras en un futuro: debería encargarle una más a Malcolm, el orgullo de su nepotismo. ~

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(Culiacán, Sinaloa, 1966) es crítico de cine desde hace más de 30 años. Es parte de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey.


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