Stanley Kubrick es uno de los directores más influyentes de la historia del cine. En sus películas hay más de lo que se ve. ¿Pero qué tanto? The Shining,un referente del género de horror, quizá sea su película más analizada. Las intenciones ocultas del filme llegan a tocar extremos tan delirantes que el documental Room 237, que recoge estos aparentes significados, es considerado por algunos críticos como una entrega todavía más interesante que la película. La consecuencia del apasionamiento por The Shining es clara: la canonización de Kubrick. A este respecto, el guionista John August dice: “Como Kubrick era un perfeccionista, todo lo que parezca un error en su trabajo no es un error, sino una elección deliberada. Eso suena a fundamentalismo”. Con motivo de la reciente publicación de la novela Doctor Sleep de Stephen King, este texto ofrece un acercamiento a la lógica y psicología de los teóricos de The Shining.
El fundamentalismo del que habla August tiene su origen en un evento traumático: la película de Kubrick 2001: A Space Odyssey. La cinta es un viaje astral insuperable. Los cineastas, académicos y cinéfilos que años más tarde exaltarán y defenderán a machamartillo The Shining, ven en 2001: A Space Odyssey el advenimiento de una utopía: el detonante por excelencia de todo fanatismo. Y todo fanático pone su conocimiento especulativo y técnico al servicio de un propósito más grande; propósito que Kubrick concede a los elegidos, a los que están por encima del espectador ordinario. Pero ‘Dios da y Dios quita’. La recepción inicial de The Shining desilusiona al no alcanzar las notas de horror del bestseller de King, que, por cierto, adapta su novela, pero cuyo guion es desestimado por Kubrick: el germen de un resquemor que a la fecha escuece a King. El metraje es tildado de plano, frío y de inquietar más que horrorizar. Los premios Razzie nominan a Stanley Kubrick como Peor Director. La decepción se convierte, entonces, en la almendra de la base fundamentalista de los teóricos de The Shining.
La absolutización es el recurso de los idólatras para inmunizarse contra la crítica. En The Shining no existe intersticio por donde quepa un juicio que cuestione su calidad. Esta desmesura es una característica del fundamentalismo cinéfilo que el desglose escena por escena que hace Jason Francois ejemplifica muy bien. El número de pasos que dan los personajes, la cantidad de veces que Danny mueve el dedo cuando habla con su amigo imaginario Tony, los juegos de espejo, las formas fálicas en el inmobiliario, los paralelismos, los diseños arquitectónicos y tropecientos detalles más, tienen, a decir de Francois, un significado colocado por Kubrick. La intención del empeño de Francois no es otra que la intimidación por complejidad. Con este recurso, utilizado también por otros teóricos, se busca ridiculizar a los detractores de la cinta al exhibir su desconocimiento de todos los mensajes subliminales que, supuestamente, abundan en The Shining. Pero ¿es la opacidad deliberada una apoyatura fiable para la calidad de una película?
Con todo, la obsesión con los detalles alcanza su paroxismo gracias a Rob Ager, crítico, cineasta independiente y aficionado a la psicología que desborda el talento de Kubrick con su estudio de la escena del ascensor que expulsa sangre. Para Ager, fervoroso creyente de la capacidad del director para comunicarse con el subconsciente de la audiencia, hay ‘algo’ o ‘alguien’ en el río de sangre. Ager opina que es Tony. Es disparatado, pero el sobreanálisis otorga esta licencia. Con el hallazgo, Ager hace relucir otra característica de los fundamentalistas: sesgar el procesamiento de toda información en aras de argumentar y persuadir. Solo basta la pretensión de una visión profunda para que cualquier teoría sea válida. Por otro lado, donde Ager ve a Tony, otros entusiastas detectan en esta escena, alternada con la expresión de Danny, una insinuación al sexo oral: el abuso del que el niño es objeto por parte de Jack Torrance, su padre. ¿Y por qué no? Veamos:
The Shining- something in the river of blood.
¿En qué se transforma una película cuando se le cree portadora de un discurso mayor? En su ensayo The Shining and Meaning, Peter Gaham otorga al filme una dimensión metafísica que evoca la doctrina del arrebatamiento. Para Gaham, de la escuela estructuralista de Lévi-Strauss, Kubrick no busca desalentar al público con una película que reafirme el sinsentido del arte postmoderno, sino invitarlo a ‘resplandecer’, como Danny Torrance, para salvarlo. “Kubrick nos advierte a los norteamericanos, y a toda la civilización occidental en su conjunto, que hay algo terriblemente mal. [Kubrick] Ve en el corazón de Occidente, de Estados Unidos, de la familia y del individuo una violencia de la que no se puede escapar”, dice Gaham. Nuestras vidas, pues, corren peligro. Kubrick lo sabe. Y añade a su película esa infinidad de detalles para que, al forzar nuestro entendimiento, ‘resplandezcamos’ y escapemos del laberinto.
El sobreanálisis en el arte es el tema del episodio de South Park, The Tale of Scrotie McBoogerballs.Stan, desencantado por The Catcher in the Rye, crea su propia novela con el objetivo de inquietar a la gente. Sus padres la vomitan. Después, el libro se convierte en un éxito y lectores fanatizados hallan múltiples interpretaciones y alegorías. Para Trey Parker, el escritor, es la desesperación de la gente por encontrar significados lo que hace que una obra sea profunda y compleja. The Shining es un icono de la cinematografía. Pero considerarla una obra monolítica es una ostentación de los teoristas que revela su dificultad para cuestionar el genio y autoridad de Kubrick. Porque como dice Michael Arndt, guionista de Toy Story 3: “A las películas perfectas siempre les falta ese único elemento que sí tenemos en la vida real: explicaciones de por qué ocurren las cosas”.
Guionista egresado con Mención Honorífica de la carrera de Ingeniería Industrial y de Sistemas por el Tecnológico de Monterrey.