Según el cánon sydfieldiano, el final del primer acto es el momento ídoneo para introducir el primer punto argumental, aquel que básicamante ayudará a dar cohesión pero sobre todo, generará interés en la historia. Para este punto el espectador podrá formarse una idea de hacia dónde se dirige la obra. La omisión de este punto implica un verdadero suicidio, acaso una grave negligencia por parte del autor; es condenar la historia al tedio, desatender a los espectadores. Esta hipótesis puede ser refutada (cientos de ejemplos impugnarían la teoría), pero es irrebatible la importancia de crear intriga en la audiencia. La primera media hora suele ser fundamental para captar la atención del espectador.
En The Room apenas han transcurrido los primeros cinco minutos y la sorpresa ya es mayúscula. Johnny (Tommy Wiseau, el propio director), un bonachón pero desabrido banquero de pelo largo, le obsequia un vestido a su prometida Lisa (Juliette Daniel). Ella decide ponerse el regalo ipso facto; en seguida, Johnny le dice a Lisa con un excéntrico acento: “Wow! You look so sexy Lisa!” La actuación de Wiseau salta de inmediato. Es involuntariamente hilarante y recuerda vagamente a las actuaciones más patéticas y monótonas de Schwarzenegger combinadas con el vigor del Capitán Cavernícola. Wiseau apenas ha hecho su primera intervención en la película, solamente ha pronunciado un par de líneas, pero nos ha otorgado ya suficientes argumentos para intuir que estamos por atestiguar una catástrofe.
Después de una remilgosa escena de sexo entre Johnny y Lisa, el conflicto de la película comienza a delinearse. Lisa está hastiada de Johnny y ha empezado a acercarse al mejor amigo de este, Mark (Greg Sestero). Después de una serie de coqueteos, Lisa y Mark tienen relaciones sexuales (en otra esperpéntica escena). Paralelamente vemos a Johnny entrar a una florería; la escena es irrelevante desde un punto de vista narrativo pero resultará clave para entender la pobre manufactura del film.
INT. FLORERÍA – TARDE
JOHNNY se dirige hacia la caja de la florería, detrás del mostrador se encuentra la cajera (40)
Johnny
Hola
Cajera
¿En qué puedo ayudarte?
Johnny
¿Me podrías dar una docena de rosas, por favor?
Cajera
Oh, hola, Johnny. No sabía que eras tú
[toma las rosas]
Cajera
Aquí tienes.
Johnny
Ese soy yo, ¿cuánto es?
Cajera
Son dieciocho dólares
Johnny
[toma el dinero]
Aquí tienes. Quedate con el cambio.
[toma las flores y acaricia al perro que está en el mostrador]
Johnny
Hola, perrito.
Cajera
Eres mi cliente favorito
Johnny
Muchas gracias, adiós
¿Cuál es el objetivo de la escena? ¿Si la escena no tiene ningún tipo de aportación dramática, por qué no prescindir de ella? ¿Por qué el ritmo acelerado? ¿Por qué saluda al perro? ¿Qué hace un perro sobre el mostrador? ¿Cliente favorito? La escena resume el problema fundamental que enfrentó Wiseau al abordar su ópera prima: su imprecisión dramática. Por varios años Wiseau había intentado inútilmente montar The Room en escena hasta que decidió que sería mejor filmarla. Ahorró lo suficiente contrabandeando fayuca coreana por un par de años (no es broma) hasta lograr reunir los fondos, y sin saber poco o nada de cine, decidió aventurarse a rodarla. Su falta de pericia en el tema es notoria en prácticamente todo los aspectos de la película. Ni siquiera la banda sonora es redimible.
El día del estreno se produjo un verdadero alboroto, la mayoría del público pidió la devolución del boleto. Algunos dijeron que se trataba de la peor película jamás filmada. La situación parece excesiva, pero basta remitirse a una de las escenas más memorables de la película para entender el descontento del auditorio y el por qué de las tajantes aseveraciones:
https://www.youtube.com/watch?v=CnnTqFTHGuc
Es tal el cinismo que usa Claudette para informarle a su hija de su condición que hace pensar que la película tiene algún tipo de pretensión paródica, pero el resto del filme –con una absurda solemnidad- desmiente esta posibilidad. Wiseau aparentemente pretendía rendirle un homenaje a Tennesee Williams y a las películas de Elia Kazan; quería dirigir un melodrama realista. El resultado final no podría ser más dispar: la película funciona –sólo por momentos- como una comedia accidental (particularmente en las pésimas intervenciones de Wiseau). El inglés precario del director y sus expresiones fingidas hacen que sea imposible evitar la burla incluso en la escena climática de la película. En ella, Johnny, al verse traicionado por su prometida y su mejor amigo, destruye su departamento en una patética rabieta. Wiseau evoca a un monigote en un colérico baile de ballet, mientras repite una y otra vez con su extravagante acento “You bitch!” Luego, lanza el televisor por la ventana y emite sonidos guturales que recuerdan al Gorn de Star Trek. Si el realizador pretendía que fuese un importante momento, lo logró. La escena tiene todos los elementos para trascender el paso del tiempo: es legendaria en su atrocidad.
https://www.youtube.com/watch?v=sLs-PkfUS2g
Son tantos los errores de The Room –la mayoría evidentes hasta para el más neófito de los cinéfilos-, que se podría hacer una lista interminable con todas las inconsistencias en el guión y los errores de continuidad. Wiseau, inovuntariamente, se inscribió en la historia del cine: después de su debut, es imposible hacer una película más desastrosa que The Room. Adam Sandler puede dormir tranquilo.