Mucho se ha escrito sobre la ineludible decadencia del cine norteamericano. Pasó la gran época de los setenta, con su inigualable camada de directores (Scorsese, DePalma, Coppola, Spielberg y Lumet) y la obra sombría, dolorosa, crítica que vieron nacer: Network, Taxi Driver, Dog Day Afternoon y The Godfather, por mencionar unas cuantas. Pasó, también, la era independiente de los noventa y los talentos que la acompañaban: Quentin Tarantino, Mike Figgis, Neil LaBute, Spike Lee, Kevin Smith. Hoy en día, Hollywood vive la mayor decadencia de su historia. Una sequía casi patológica de historias originales acompañada por el menguante interés del público frente a historias dramáticas de verdadera potencia. Es la era de los superhéroes y los refritos; la era en la que una cinta taquillera medianamente original como Inception es recibida con un entusiasmo francamente incomprensible. Es por eso, quizás, que resulta tan refrescante ver una cinta estadunidense que apunte al corazón y al cerebro en vez de a la cartera; un intento, pues, de decir algo, de tocar alguna fibra, de retratar una realidad antes desconocida. En el año pasado –el año de Avatar– no hubo una sola cinta que mereciera ese distintivo. Este año hay un par. Y la más grande de ellas es Winter´s Bone, la segunda cinta de la directora Debra Granik.
Winter´s Bone cuenta la historia de Ree, una adolescente en una región miserable de Missouri que, tras enterarse que la policía la despojará de su casa, emprende una búsqueda para encontrar a su padre, un hombre que, como la gran mayoría de los habitantes de la zona, se ha dedicado a hacer dinero cocinando metanfetaminas. Al igual que The Last Picture Show (esa obra maestra de Peter Bogdanovich), parte de la potencia de Winter´s Bone proviene de que la historia hace un elegante esbozo de una región oculta del mapa rural norteamericano. Mientras que la cinta de Bogdanovich nos permitía echarle un vistazo a la vida de un pueblo adormilado en Texas a mediados del siglo XX, Winter´s Bone es un viaje al corazón fracturado de Estados Unidos: un lugar en el que priva la endogamia y el veneno de los secretos, donde no hay televisión en las casas, donde no hay árbol que no parezca un escuálido esqueleto, donde los jóvenes se embarcan en la paternidad o en el ejército porque, simple y sencillamente, la vida no parece brindarles otro camino. Para Ree (Jennifer Lawrence), su casa es lo que la bicicleta era para el protagonista de El ladrón de Bicicletas de De Sica: más que un símbolo, es el sustento absoluto de su vida. Es ahí, desde el patio de su casa, donde Ree caza ardillas y venados para alimentar a sus dos hermanos menores y a su madre catatónica; sin ella no sólo se quedarían sin techo sino que muy probablemente morirían. Es así como seguimos a Ree mientras va tocando puertas en busca de su padre, visitando a parientes macabros, policías corruptos, laboratorios de metanfetaminas abandonados, mataderos hacinados de ganado, y la naturaleza inclemente y gélida que la rodea.
Sin embargo, más allá del ambiente macabro que retrata, el gran hallazgo de Granik es la joven actriz que interpreta a Ree. En una actuación que seguramente le valdrá una nominación al Óscar, Jennifer Lawrence está en cada cuadro de Winter´s Bone. Su Ree es una chica prematuramente endurecida por la vida, ni mujer ni niña, pragmática y osada porque su circunstancia jamás le ha dado el privilegio de ser ninguna otra cosa. De su mano nos introducimos a atmósferas que nos escandalizan y sorprenden, y, sin embargo, Ree jamás levanta una ceja en señal de azoro o molestia. En su rostro queda claro que ella ha visto todo esto antes: el mundo envilecido por el negocio clandestino de la droga, las líneas de cocaína como desayuno, los intestinos desfondados de una criatura que pronto estará servida como plato fuerte. Como los animales que la rodean, Ree es una fiera: pariente cercano de Mowgli y Ellen Ripley, ícono feminista inteligente y necesario, sobre todo en estos tiempos en los que no parece haber rol femenino que no esté parado sobre un par de Manolo Blahniks.
Thriller rural, postal de un rincón oscuro de Norteamérica, noir con la protagonista más memorable en muchísimos años, Winter´s Bone es, a pesar de la escasez de sus ideas, un portento: prueba de que en algún lugar de nuestro vecino del norte se siguen urdiendo historias imprescindibles.
-David Andreu