Los jubilados del fin del mundo

Aquรญ no hay rituales ancestrales, indumentarias hechas con tintes naturales, manjares suculentos, manos arrugadas de hacer. No hay anhelos, no hay temor. Por no haber, no hay ni campo ni tierras ni surcos.
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โ€œSe necesita humildad, no orgulloโ€

Cรฉsar Pavese, El oficio de vivir,

18 de agosto de 1950

ACLARACIร“N

Los hechos y circunstancias aquรญ narrados son reales, pero algunos de los nombres de las personas citadas fueron cambiados.

  1. El Fin

El 19 de julio de 2022 en La Alameda fue un dรญa de sol. El barrio se preparaba para lo que serรญa una semana llena de nada y un martes de aceite de palabras.

Los aparcamientos estaban vacรญos, por la maรฑana se congelaron botellas de agua, se guardaron lรญquidos de menos de 100 mililitros, se pesaron maletas en bรกsculas de baรฑo. Allรญ, y en todo el paรญs, los ciudadanos se preguntaban si iba a ser mรกs dolorosa la convivencia continuada sin obligaciones laborales o las picaduras de mosquito entre los dedos.

Pero en El Saja, esa urbanizaciรณn pegada al Castillo, Juan Gutiรฉrrez, de 82 aรฑos, jubilado, con tres hijas, buen cinรฉfilo, no verรญa, de todo eso, nada. El รบltimo dรญa del verano del 1999 supo que hay ciertas cosas en la vida de las no que hace falta saber. Esta era una de ellas.

A las 8 de la maรฑana su hija pequeรฑa, mareada por la ola del calor y una mudanza autogestionada, golpeรณ la puerta hasta que รฉl la hizo entrar. La casa entera se asentรณ en su pecho, los muebles โ€œde toda la vidaโ€ eran, de repente, de hormigรณn. Su independencia de treinteaรฑera se quedรณ en el descansillo. Girรณ la esquina y respondiรณ โ€œestoy bienโ€ a su padre, ya de camino a la habitaciรณn azul celeste, sabiendo que allรญ no podrรญa volver a llorar a solas. La diรกspora es ahora el regreso con los jubilados del fin del mundo.

Juan, a las 7, sabรญa que el futuro de sus hijas ya no le pertenecรญa aunque volvieran bajo su techo.

A las 8 habรญa preparado el brรณcoli y descongelado los filetes de lomo de cara a las 2 de la tarde.

A las 9 habรญa vuelto del Centro de Salud y de la compra.

A las 10 ya se habรญa cagado en la falta de personal del banco, en los teleoperadores de su compaรฑรญa telefรณnica, en Paco โ€“el mecรกnico que le arregla el cocheโ€“, en su mujer porque habรญa vuelto a cocer el brรณcoli por segunda vez.

A las 11 la vida era una pelรญcula de las que solo se dice โ€œentretenidaโ€.

Juan tiene el estรณmago cosido a la nevera, a la lista de la compra y a los pasillos de Carrefour. No saber quรฉ dรญa serรก el que cambien los productos de estanterรญa le mantiene en alerta. Discute con frecuencia con su mujer sobre si se dice โ€œPueblo de Barajasโ€ o โ€œBarajas Puebloโ€, si Hugh Hefner y Hugh Jackman son la misma persona, cuรกntos tomates lleva el gazpacho. Zanja cualquier conversaciรณn colocando la edad sobre la mesa y un โ€œque por diabloโ€ por delante. Juan solo dice los finales de los refranes como si no le interesara el inicio de las cosas: โ€œpuente de plataโ€, โ€œlas costuras le hacen llagasโ€, โ€œcenar como un mendigoโ€.

Hace veinte aรฑos surgieron grietas en las paredes pero con la jubilaciรณn Juan dejรณ de verlas. Ya no hay cosas nuevas porque no hacer avanzar el tiempo es tan fรกcil como dejarse llevar por รฉl. Las cosas no se rompen ni estรกn rotas: no son y no se sustituyen. โ€œNo quiero nadaโ€ repite como un mantra. No hay tazas nuevas ni ropa nueva ni bote de colonia nuevo ni maletas nuevas ni trabajo nuevo ni viaje nuevo ni amigos nuevos ni ilusiรณn nueva ni novia nueva ni bodas nuevas ni hijas nuevas ni divorcio nuevo ni solterรญa nueva. Hay sopas, purรฉs y cremas en el pasillo donde estaban los productos de limpieza. Los congelados se mantienen en el mismo sitio de antes. Por las neveras. โ€œMucho hay que esperar de un cetรกceo congeladoโ€ lo leyรณ en algรบn sitio y ahora lo repite de vez en cuando.

Los datos y estadรญsticas que aportan los Indicaciones Demogrรกficos de Edad del Padrรณn del Ayuntamiento revelan que hay mรกs mayores de 64 aรฑos viviendo en la Alameda de Osuna que galgos en el distrito Centro de Madrid. Y ya es decir. No es una noticia, no es un evento aislado, no es una crรณnica desde un pueblo patagรณnico. Aquรญ no hay rituales ancestrales, indumentarias hechas con tintes naturales, manjares suculentos, manos arrugadas de hacer. No hay anhelos, no hay temor.  Por no haber, no hay ni campo ni tierras ni surcos. Hay obras, sรญ, menos mal. Pero no hay eventos extraordinarios porque no hay nada de extraordinario en estar jubilado y a su vez no hay nada mรกs extraordinario que no tener otra cosa mรกs que hacer que estarlo. Y vivir, claro. Juan vive โ€œentretenidoโ€. Vive para ver cรณmo se descongela el lomo, cรณmo se actualiza el teletexto, cรณmo crecen sus nietos, como vuelve su hija pequeรฑa a casa.

Y pasa que una se olvida de existir frente a las preocupaciones pequeรฑas. Juan le pregunta a su hija con los ojos concentrados si ella cree que se dice โ€œBarajas Puebloโ€ o โ€œPueblo de Barajasโ€. Ella piensa en el cobro del IVA trimestral, en el whatsapp que no tenรญa que haber enviado y en que se ha dejado las cortinas puestas en el piso que acaba de dejar.

-ยฟPrimero fue el pueblo y luego el aeropuerto?

Pregunta.  Juan se recoloca en la silla y pincha el brรณcoli con media sonrisa. Carraspea.

-No escuchas, no escuchas, no escuchas.

Eran las 14 de la tarde. โ€œEra el fin del milenio. El รบltimo minuto de un dรญa excepcionalโ€ narraba Leila Guerriero.

Entretenido.

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Jimena Marcos es editora jefa de Podium Podcast.


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