Imagen: Wikimedia Commons

Así confundió el Real Madrid transición con desidia

El Real Madrid fue eliminado de la Champions League y parece estar atravesando una crisis deportiva e institucional.
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Hay veces que hasta ganar cansa. Un agotamiento mental producto de la exigencia constante, de la tensión y la expectativa prolongada durante años. Parece que tras lograr en Kiev su decimotercera Copa de Europa, todo el club gritara al unísono: “¡Necesitamos un descanso!”. El entrenador se fue porque para descansar se quedaba en casa, el presidente prescindió de su jugador más valioso pero también más polémico y los futbolistas restantes desconectaron por completo de sus obligaciones en vez de aprovechar para dar un paso adelante y hacer la caída más dulce para todos.

Porque el principal problema del Madrid no ha sido tomarse un año de transición sino la ausencia de proyecto al que dirigirse. ¿Qué habría sido un año de transición? Probar cosas nuevas. Cosas como dar todos los galones a Bale y a Isco ahora que se acercan a la treintena, fichar algún mediocampista que pudiera dar relevos a los agotados Modric, Kroos y Casemiro, confirmar a Asensio como estrella de futuro y probar a dos o tres posibles proyectos de futuro, al menos uno en la defensa y otro en la delantera.

En cambio, todo ha ido en otra dirección desde el principio. Se fichó a Odriozola pero no se le dio ninguna oportunidad, Theo se marchó para la Real Sociedad y nos quedamos con la duda de si servía para este nivel o no. En la delantera, se marcharon Raúl de Tomás y Mayoral –algo, probablemente, lógico- pero a los pocos días apareció de nuevo Mariano, del que no se ha sabido nada porque Benzemà juega todos los minutos posibles.

Asensio pasó al banquillo, desplazado por Lucas Vázquez, e Isco se fue directamente a la grada por problemas personales con el entrenador que nadie ha querido desvelar. Así, el equipo se llenó de Valverdes, Reguilones y Nachos, jugadores que ya sabemos que nunca serán más que parches y en ningún caso podrán encabezar un proyecto de futuro. El parecido con el Barcelona crepuscular de Guardiola, aquel de Cuenca y Tello como extremos, es evidente.

La única buena noticia ha sido Vinicius, al que la falta de planificación le ha venido de maravilla: el hecho de que Lopetegui le mandara a Segunda B a curtirse sin duda calmó su ímpetu y su ego. El que Solari lo rescatara y lo hiciera titular indiscutible nos ha hecho descubrir un jugador que, con carencias, sí que podría participar en un nuevo proyecto ganador. Del resto es difícil decir nada porque parece que nadie en el club blanco ha analizado el porqué de tanta derrota como no se analizó la razón de tanto triunfo. Ya hemos dicho varias veces que igual que el Barcelona abusa en ocasiones de la metafísica, el Madrid suele pecar de un exceso de realismo.

Para ganar tres Champions seguidas hay que tener un convencimiento absoluto, una base bien estructurada y un mucho de suerte en los momentos claves. Ninguna de estas tres cosas basta por sí sola. Aparte, viene muy bien tener a un delantero que te marque quince goles por temporada, preferiblemente fuera de casa en las eliminatorias complicadas. Descartado el convencimiento por el citado cansancio mental, cabría pensar que al menos la directiva se molestaría en probar nuevos jugadores y buscar esa suerte con grandes estrellas. Algo parecido a lo que se hizo cuando se sustituyó al tres veces campeón Keylor Navas por Courtois. Salió mal, pero de esos errores se aprenden.

Habría estado bien saber si un Lewandowski o un Kane podían paliar en parte la ausencia de goles provocada por la venta de Cristiano. Habría estado bien incluso saber si Bale podría cambiar de registro –aunque aquí las lesiones han jugado su habitual papel clave- y desde luego habría sido buena idea buscar cuanto antes al sustituto de Modric, el gran dominador del medio campo europeo desde su llegada al Bernabéu. Ha habido intentos muy esporádicos con Ceballos y Llorente pero sin la convicción que precisa un proyecto así.

Queda, por tanto, el Madrid tan cansado y desinflado como hace diez meses, lo que no es buena noticia. No se sabe quién va a liderar al equipo en el futuro ni en el banquillo ni en ninguna de las líneas clave. Se intuyen fichajes multimillonarios, pero tampoco es fácil acertar en qué dirección si no hay un análisis sensato de las necesidades deportivas. El Madrid no se ha tomado una pausa, algo que sería muy comprensible, sino que directamente ha dejado pasar el año tumbado a la bartola… y me niego a comprar la tesis por la cual el único responsable es el presidente. Ni Lopetegui ni desde luego Solari han estado a la altura de sus responsabilidades y los jugadores harían bien en dejar de considerar “la falta de acierto” como una cuestión ajena a ellos.

Por otro lado, y a la espera de lo que depare el futuro, la eliminación contra el Ajax demuestra lo difícil que es ganar una Champions y lo improbable que es volver a ver a un equipo ganar tres del tirón. Cuando el Madrid ganaba a un equipo teóricamente flojo se apelaba a conspiraciones en los sorteos. Cuando ganaba a un equipo potente, se hablaba de arbitrajes y decisiones polémicas. El caso es que, fuera como fuere, el Madrid ganaba siempre. Encontraba una manera de desarmar al rival se llamara este como se llamara. Faltó la guinda de enfrentarse al Barcelona pero eso no fue demérito propio sino ajeno: el Barça nunca tuvo esa capacidad de imponerse en cualquier contexto. En cuanto le alteraban el Plan A o algún jugador clave fallaba, se iba a la lona.

No han sido tres años de esplendor, sino de oportunismo, sin que eso suponga ninguna crítica. El Madrid ha estado bien cuando lo ha necesitado y en la competición que le interesaba, dejando el resto en un segundísimo plano. Ha enfrentado eliminatorias en un pésimo estado de forma y las ha superado. Ha salido adelante de cualquier manera cuando pintaban bastos y se ha lucido con estrépito cuando el viento soplaba a favor. Esa muestra de competitividad absoluta es lo que se ha echado de menos este año.

En esa trituradora de victorias que es todo club grande, un año sin títulos se vivirá como una desgracia pero que nadie se engañe: el Madrid volverá a ganar y lo hará bien pronto. Antes, eso sí, tiene que identificar lo que necesita e ir a por ello. Benzemà no es un goleador, Bale no es un líder y el medio del campo envejece a marchas forzadas, igual que la defensa, donde Marcelo y Ramos siguen perdiendo jerarquía. No creo que haga falta una revolución pero sí al menos una pequeña revuelta. Más Vinicius que amenacen puestos clave. Más candidatos a echarse el equipo a las espaldas cuando el equipo zozobra. Más jugadores de recambio que sepan que son exactamente eso: parches muy útiles y hasta imprescindibles para completar una temporada con éxito… pero nada más.

Este año ha sido tan desastroso que es muy complicado de analizar. No es el fin del mundo aunque ahora mismo lo parezca. Que se repita algo así el año que viene sí que haría saltar muchísimas alarmas.

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(Madrid, 1977) es escritor y licenciado en filosofía. Autor de varios libros sobre deporte, lleva años colaborando en diversos medios culturales intentando darle al juego una dimensión narrativa que vaya más allá del exabrupto apasionado.


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