Bisturí 10: abrir puertas de una lengua a otra

Julieta Marchant, editora en Bisturí, habla en entrevista sobre la importancia de la traducción dentro del proceso de publicación de un libro. Esta es la quinta entrega de una serie que explora los rasgos esenciales del pensamiento editorial de distintos editores: desde su filosofía de trabajo y su concepción de la edición hasta las ideas propias que han desarrollado en el camino.
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Bisturí 10 es una editorial fundada en Santiago de Chile, en 2018, por Julieta Marchant y Emiliana Pereira. Hasta 2021 habían publicado diez títulos de poesía, ensayo y libro ilustrado.

La traducción es una característica esencial de su proyecto editorial.

Sí, porque estamos intentando armar un catálogo para un público local que no sea local. Cuando digo “que no sea local”, me refiero al catálogo, pero de alguna manera también al público o a la comunidad de lectores de un modo no geográfico. Aunque la distribución sea en Chile casi de manera exclusiva, el gesto es el de una ampliación del territorio mental. Podemos pensar en un problema al que han entrado distintas lenguas y localidades de manera diferente, por ejemplo, cómo escribir un ensayo sobre poesía. Esos ingresos, su pluralidad, nos interesan. Pienso en el ensayo específicamente porque en Chile el ensayo contemporáneo sobre poesía es bastante escaso. Una manera de alimentar ese hilo es trayendo ensayos de otras tradiciones y ver qué pasa con la nuestra en esa llegada.

¿Cómo se “piensa” ese trabajo de traducción?

La traducción afecta al texto; en el paso de una lengua a otra, la lengua de origen es herida de muchas maneras, aunque también cuidada. Para intentar conservarla de alguna manera, se perfora también. Se busca y se manipula, se intenta oír y se encuentra ruido y musicalidad. El trabajo de traducción está lleno de límites que hay que fisurar. Es una negociación entre lenguas. Me parece que el pensamiento editorial al que estamos dándole forma tiene que ver con un sistema de vibración: nos interesan textos que queden vibrando en los sentidos y en el cuerpo, que se adhieran al lector o lectora. ¿Eso se encuentra en castellano? Claro, pero es un sistema que no se adscribe a una lengua, sino a una manera de pensar la literatura. Visto así, pensamos más en textos y autores que en lenguas. Si hay que traducirlos, buscamos cómo.

Es un salto que en principio no calculamos, hasta que vimos el catálogo y la lista de lo que vamos a sacar este año y nos dimos cuenta del énfasis en traducción. No fue un plan, sino algo más bien orgánico. Tiene que ver sobre todo con lo que leemos y pensamos que necesitaríamos en nuestras bibliotecas. Traducir un libro y publicarlo es destrabar, como abrir puertas de una lengua a otra y de una tradición a otra. Ese destrabamiento es sumamente satisfactorio. Cómo puede ser, por ejemplo, que no exista otro libro de Oppen traducido además de De ser numerosos. Hay que traducir otra cosa de él, publicar otra cosa de él. Es decir, la partida es un entusiasmo. Luego viene la sobriedad del pensamiento: quién podría traducirlo. Intentamos que los traductores sean especialistas, en alguna medida, en quien están traduciendo o en las maneras que tiene el texto que están traduciendo. Que puedan darle escucha a la vez que lo traen a la lengua propia.

¿Pensarían entonces ahora en una filosofía más enfocada hacia la traducción?

Intentaría no pensar en una filosofía fija, en una búsqueda de verdad mediante un sistema de traducción. Como cada libro implica un complejo mental y sensitivo de un autor o autora, trabajar con traducciones implica las relaciones entre la mente del autor y la del traductor y el diálogo entre esas mentes, con sus lenguas correspondientes. Visto así, la manera de trabajo está basada en el diálogo. El proceso inicia con una primera versión de la traducción y, luego, la apertura de un diálogo editorial, comparando con el original y desatando nudos que están más allá o más acá de una filosofía. Se trata, en el fondo, de un asunto literario –con toda la apertura y la singularidad que significa decir “literario”.

¿Dónde se encuentra el origen de esta idea?

La idea proviene, en este caso, de la práctica. La práctica te devuelve algo que la idea no. Si yo tengo una idea fija de lo que significa la traducción, es probable que intente ingresar cada traducción a ese marco. Con ello, paso por encima de un montón de singularidades del texto y también de la lengua de origen y de la de llegada.

¿Cómo cambia una editorial que traduce tanto? Hay editoriales que no lo hacen.

Los procesos con libros traducidos son más lentos. Editarlos es más lento, porque ya no estás trabajando con un solo texto ni con una sola lengua, sino con dos. Nos asesoramos con otros traductores. Intentamos tener un traductor externo que vea la traducción y pueda darnos un punto de vista sobre asuntos que nos parecen en conflicto o disputa. Si hay otras traducciones, vemos esas versiones. Si el traductor quiere hablar con el autor, facilitamos esa comunicación, en caso de ser necesaria. También hemos trabajado con traducciones hechas en Argentina, que modificamos para un lector chileno. Todas estas etapas no se dan con textos en castellano.

¿Cómo se relacionan con las tendencias y los temas de actualidad; cómo les responden?

Tenemos muy poca relación con las tendencias y casi ninguna con las modas. O quizá me equivoco. Quizá la relación es por negatividad: hacer que la moda haga crisis o buscar ese momento en que la tendencia hace crisis. La actualidad es demasiado rápida para alcanzarle el ritmo, posiblemente publicamos libros que exigen detener ese vértigo que significa la tendencia. Ahora estamos armando una colección de cultura contemporánea que inicia con un libro en el que Patti Smith y Stephan Crasneanscki dialogan sobre procesos creativos. Quizás esa colección esté pensada para un público más atento a las tendencias, pero la idea es también que los textos mismos frenen en algún nivel esa avidez por lo contemporáneo, para pensar en su composición.

¿Qué te ha dado la edición que de otra forma no hubiera sido posible?

La relación y la intimidad con los procesos creativos de otros. Emiliana y yo somos escritoras también, así que entendemos la dificultad y el placer que signa ese proceso. Pero acompañar a alguien en algún momento del mismo es algo que, siendo editora, hay que estar dispuesta a hacer. Y una de las potencias de aquello es cómo los procesos creativos ajenos afectan y tocan a los propios.

¿Qué editoriales les gustan actualmente?

En español: Sexto Piso, Vaso Roto, Adriana Hidalgo. En otras lenguas: New Directions, Wave Books, Ugly Duckling Presse.

Los libros de Bisturí 10 se distribuyen en Chile y ocasionalmente en Buenos Aires y Lima. La producción promedio es de quinientos ejemplares por título.

Este artículo es parte de una serie sobre editoriales literarias emergentes en español. Editoriales pequeñas pero sólidas, contenidas y centradas que publican pocos títulos al año con rigor y cuidado.

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(Guanajuato, 1976) es editor en Gris Tormenta, una editorial de ensayo literario y memoria.


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