Nuevos museos para las alcaldías con más museos
En nuestro número de octubre de 2018, Leonardo Núñez escribió acerca de la desigualdad en infraestructura museística del país. De los 1,156 museos que hay en toda la república, el 10% se ubica en la capital, lo que la convierte en una de las ciudades con más museos.
Dentro de la Ciudad de México, los museos se concentran en las alcaldías Miguel Hidalgo y Cuauhtémoc, las demarcaciones con mayores ingresos. Según Núñez esto genera un efecto de autoselección: “la gente que los visita tiene mayores ingresos y escolaridad porque los museos están en zonas con las mismas características socioeconómicas”. Aunque los museos tienen el objetivo de ser para todos, terminan beneficiando únicamente a quienes pueden pagar sus entradas o viven cerca de ellos.
Esta semana, el presidente López Obrador anunció que el Bosque de Chapultepec se convertirá en el espacio artístico cultural más grande e importante del mundo, ya que se ampliará con una cuarta sección, para la cual la Secretaría de la Defensa Nacional donó 125 hectáreas correspondientes al Campo Militar F-1, donde se encontraba la fábrica de armas, el campo de tiro y el museo de la Policía Federal. El proyecto estará coordinado por el artista visual Gabriel Orozco, el mexicano más cotizado en el mundo del arte contemporáneo.
En las tres secciones del Bosque de Chapultepec se encuentran actualmente once museos, entre ellos los más visitados del país: el Museo Nacional de Antropología e Historia y el Museo Nacional de Historia. La cuarta sección incluirá nuevos espacios para que los artistas exhiban sus obras.
Aún no se definen el presupuesto y el tiempo que tardará en desarrollarse el proyecto. El presidente, la secretaria de Cultura y la Jefa de Gobierno capitalino se comprometieron a dar a conocer esa información en los próximos meses.
En su libro Palaces for the people: How social infrastructure can help fight inequality, polarization, and the decline of civic life, el sociólogo Eric Klinenberg define la “infraestructura social” como todos aquellos espacios públicos que invitan a la gente a congregarse: parques, centros comunitarios, escuelas y bibliotecas. Pero considera que los gobernantes y las sociedades no han sabido explotar su potencial: “Si no reconocen la infraestructura social y cómo funciona, no verán en ella una forma poderosa de promover el compromiso cívico y la interacción social”.
En vez de invertir en la construcción de nuevos museos dentro de la zona cultural más concurrida, valdría la pena voltear a otros puntos del país para contrarrestar la desigualdad.
La semejanza mató a la estrella de pop
A principios de este año, Ariana Grande fue acusada de haber cometido plagio en su canción “7 Rings”. El inicio es similar a “My favorite things”, tema que en 1959 hizo famoso Julie Andrews como novicia rebelde. La canción se ha mantenido por ocho semanas en el primer sitio de la lista Billboard Hot 100, pero la cantante de pop cedió el 90% de sus regalías a los herederos de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II, compositores del tema original, para evitar los tribunales.
La canción se suma a una lista de éxitos comerciales cuyos intérpretes han sido señalados por plagio, aunque las semejanzas no sean tan notorias. Para el crítico de música Craig Jenkins, a finales del siglo XX era más fácil distinguir cuando un artista tomaba como préstamo acordes de una canción de otro artista, pero en esta época las estéticas de las canciones pop son tan similares que diferenciar un estribillo de otro se vuelve complicado.
En 2013, Pharrell Williams y Robin Thicke fueron demandados por los herederos de Marvin Gaye porque su éxito “Blurred Lines” sonaba como “Got To Give It Up”, grabada en 1977. El juicio se extendió por cinco años, hasta que el pasado mes de diciembre un jurado resolvió que los cantantes debían pagarle 5 millones de dólares a la familia Gaye por regalías y daños. La defensa de Thicke y Williams argumentaba que los cantantes habían creado una pieza con un estilo y ritmo similar, lo cual siempre había sido considerado justo. Por su parte, los jueces vieron una violación a los derechos de autor. Aunque la ley no ha sido modificada, el caso ha sentado un precedente dentro de la industria musical.
El trabajo de los compositores está bajo el escrutinio de las compañías disqueras y de los productores. Nadie quiere perder dinero por un tema que podría recordar a una canción lanzada anteriormente. Sin embargo, componer el próximo éxito del verano se vuelve más difícil cuando cualquier referencia podría levantar sospechas de plagio.
Según un análisis publicado en The New York Times, desde el 2000 las canciones pop tienen un patrón sonoro muy similar, que se caracteriza por un sonido alegre, un ritmo contagioso, una energía explosiva, un volumen alto y el uso de pocos instrumentos acústicos.
Jenkins ve detrás de las semejanzas que los cantantes pop tienen las mismas influencias musicales y el deseo de perseguir un sonido que los posicione a nivel global.
La tecnología también ha hecho su parte. Las plataformas de streaming musical están programadas para reproducir canciones con patrones similares y afines a los gustos de los escuchas. De tal manera que las canciones pop terminan convirtiéndose en “pequeñas muñecas matryoshka llenas de alusiones y muestras del trabajo de otras personas”, de acuerdo con Jenkins. Mientras que en el pasado el trabajo de composición llevaba meses, ahora varios compositores optan por ensamblar notas y acordes que se trabajaron de manera independiente, ya sean de su propia autoría o no.
Los posibles conflictos legales que enfrentarían los cantantes y compositores que no distingan entre el homenaje y el plagio podrían marcar el regreso a la diversidad y la innovación musical.
Las trampas de la autopublicación
Cada vez son más los escritores independientes de novelas de romance que han sido víctimas de plagios y estafas. Una de las más famosas es Eleanor Marie Robertson, mejor conocida por sus seudónimo Nora Roberts, quien ha protestado ante Kindle Direct Publishing (KDP) por su falta de filtros suficientes para detectar cuando una historia contiene escenas completas de otras novelas o cuando los autores manipulan la cantidad de lecturas que tienen al mes para cobrar más. “No están escribiendo, no les importa. No están leyendo, no les importa. Solo están utilizando el engaño para hacer una gran cantidad de dinero de una sola vez”, escribió en su blog.
El número de libros electrónicos publicados por sus propios autores alcanzó el millón en 2017, según el reporte anual de la compañía de información bibliográfica Bowker. KDP es la plataforma que más usan los escritores para publicar sus libros. Los autores que pertenecen a su programa selecto tienen la oportunidad de que sus obras aparezcan inmediatamente en Kindle Unlimited, un servicio que por 9.99 dólares mensuales permite a los suscriptores el acceso a un millón de títulos.
KDP Select también contempla otro mecanismo de pago. Al mes, los autores reciben dinero de un fondo global. La cantidad de sus regalías depende del número de páginas que los lectores hayan leído de sus libros en 30 días. Una página equivale a 187 palabras. En promedio, Amazon paga 4.78 dólares por mil páginas leídas. De tal manera que la única manera de incrementar los ingresos es consiguiendo más lectores.
Un reportaje en The Guardian reveló los mecanismos con que los autores menos escrupulosos burlan el sistema. Unos contratan escritores fantasma que buscan pasajes para copiar de otras novelas y así tener más páginas. Algunos saturan sus novelas con contenido adicional y la promesa de un incentivo al terminar el libro. Otros pagan a varias personas que desde diferentes dispositivos pasan las páginas con tal de incrementar las ganancias de los autores. Los estafadores pueden obtener hasta 100 mil dólares mensuales valiéndose de estas estrategias.
Cuando los autores aceptan formar parte de KDP Select ceden sus derechos de distribución digital a Amazon. Esto significa que no pueden distribuir sus libros en sitios web, blogs y otras tiendas en línea, pero pueden usar las herramientas que brinda la plataforma para promocionar sus textos. Valerse de alguna táctica que “manipule el servicio de publicación de Kindle”, es decir, engañe a los lectores o que ofrezca una recompensa “podría provocar la cancelación de su cuenta y la pérdida de sus regalías”.
Tras las acusaciones en contra de la escritora brasileña Cristiane Serruya, por haber plagiado 86 libros de 36 escritores de diferentes países, Amazon eliminó varias de sus novelas de Kindle. Pero para Roberts eso no es suficiente. La autora ha decidido utilizar cualquier recurso o contacto que tenga a su alcance para exponer a quienes se han beneficiado del trabajo de otros y para terminar con el que ha denominado “un sistema patético para hacer dinero rápido”.