El elefante apareciรณ en la madrugada. Benjamin, el cuidador de la unidad de reintegraciรณn para elefantes del DSWT (David Sheldrick Wildlife Trust) en Ithumba, al extremo norte del Parque Nacional Tsavo, en Kenia, lo vio adentrarse entre los matorrales, arrastrando un cable y cojeando por una herida en la pata. Como todas las maรฑanas, Benjamin llevaba un registro de los elefantes que se reรบnen en el foso de agua de la estacada para beber.
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Anotรณ que un macho de mรกs de veinte aรฑos estaba lastimado. A las 8:30, Nick Trent, uno de los pilotos del DSWT, me invitรณ a subir a su avioneta para encontrar al animal. Despuรฉs de casi una hora de estar en el aire (y, en mi caso, de contener las nรกuseas), Nick encontrรณ al macho herido.
A mediodรญa, en la pista de aterrizaje se reuniรณ el equipo que incluรญa dos jeeps, un helicรณptero, una avioneta, un doctor y personal tanto del DSWT como del KWS (Kenya Wildlife Service). La encomienda era ir a curar al elefante. Nick despegรณ de nuevo. Yo acompaรฑรฉ al KWS a bordo de un jeep.
Frenamos en un camino de terracerรญa, levantando una nube de arcilla. A travรฉs del parabrisas vi al helicรณptero, detenido a la mitad del cielo, frente a nosotros. En un portavasos crujรญan las voces de un walkie talkie. El elefante, me dijo un joven del KWS, rifle al hombro, estaba escondido cerca y por eso nos habรญamos detenido. La avioneta de Nick planeaba cada vez mรกs bajo para dar con las coordenadas exactas del macho. Abrรญ la puerta y otro miembro de la patrulla me sugiriรณ no alejarme demasiado. En cualquier momento, el elefante podรญa salir corriendo para embestirnos.
Un rifle se asomรณ del costado del helicรณptero y disparรณ un dardo rosa hacia los รกrboles.
Todos guardamos silencio. Algo sacudiรณ las ramas con la fuerza de un vendaval. Caรญ en la cuenta de la distancia que me separaba de la camioneta. Frente a mรญ, un macho de tres metros de altura, con colmillos cortos y sucios, irrumpiรณ en el camino, barritando mientras sacudรญa la trompa. Venรญa hacia nosotros, pateando polvo, mรกs molesto que asustado. Me echรฉ a correr con el corazรณn en las anginas y no volteรฉ hasta estar a bordo de la camioneta, con el chofer acelerando en reversa.
El elefante se detuvo a un costado del sendero. El primer dardo habรญa fallado, pero el segundo le dio directo en su enorme trasero. Al cabo de unos minutos, cayรณ dormido en un claro.
Aun sentado era mรกs alto que nosotros; su trompa, mรกs larga que mis brazos extendidos. No pude dejar de tocarlo, mi mano pรกlida contrastaba con el edredรณn gris y รกspero de su piel. Era cรกlida al tacto, como una piedra al sol.
Seguros de que estaba dormido, los miembros del equipo se dieron a la tarea de sanarlo. Primero habรญa que recostarlo e impedir que su propio peso le estrujara los pulmones. Despuรฉs, un guardia colocรณ una varita de madera en la trompa para permitirle respirar (su respiraciรณn se escuchaba, como si viniera de un pozo muy hondo, incluso si me paraba al otro extremo de su cuerpo). Le quitaron el cable de la pierna.
Al ver que la herida estaba en el muslo opuesto, le amarraron las patas, conectaron la cuerda a la defensa del jeep y tiraron en reversa hasta voltearlo.
Todo esto a contrarreloj: el animal morirรญa si no despertaba pronto y solo un estimulante, suministrado por el mรฉdico, lo podrรญa espabilar. Finalmente, la patrulla pudo examinar la herida, un boquete ovalado que habรญa perforado la piel, dejando el mรบsculo al descubierto. Un cazador lo habรญa herido con una lanza.
Nos alejamos, el mรฉdico inyectรณ el estimulante y el elefante despertรณ. El chofer lo observaba con una mano al volante y la otra sobre la palanca de velocidades: aรบn podrรญa atacarnos. Por fortuna, se enfilรณ hacia los รกrboles y avanzรณ, muy lento, hasta desaparecer entre las ramas (los elefantes nunca hacen ruido al andar, pero ni siquiera ese silencio los protege). La operaciรณn entera durรณ mรกs de siete horas, tomรณ cuatro o cinco vuelos, un esfuerzo conjunto de mรกs de diez personas por cielo y tierra, dos dardos de cien dรณlares cada uno y litros de antisรฉpticos
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(Fotos: Pamela Vieyra y Daniel Krauze)
Una crรณnica ampliada de este texto puede leerse en nuestro nรบmero de julio
Coeditor del sitio de internet de Letras Libres. Autor de Tenebra (Seix Barral, 2020).