Klemperer, efusividad y lo que el lenguaje dice de ti

Siempre que veo parejas declarándose su amor en público, pienso que a esa pareja le quedan días. Vale también para la amistad.
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Como sucede en los chats de padres del colegio, donde la madre cuyo nick es “amo a mis niñas” es la que más chilla en el parque, las muestras públicas de amor o cariño me hacen sospechar. Siempre que veo parejas declarándose su amor en público, pienso que a esa pareja le quedan días. Vale también para la amistad. Y espero que ese vaticinio no cuente para Rosalía y Rauw Alejandro: queremos que salga bien, que se cumplan las letras de las canciones. Supongo que lo que veo en esas presuntamente espontáneas y pasionales expresiones de afecto es una versión 2.0 del viejo refrán “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Como cuando en una conferencia un tipo que había estado engañándome durante años dijo que lo único que importaba era la autenticidad. 

Sucede que a veces las palabras funcionan bajo un curioso mecanismo parecido al de la ironía pero mucho más perverso. Pasa en los textos, “sin duda” revela lo contrario de lo que presuntamente el autor quiere expresar, ¡claro que dudas, colega!, “en realidad” despierta la sospecha de que todo lo demás no lo consideres tan real; “en verdad” susurra que todo lo anterior era mentira. Alguien que sabía de eso, de mentir, quiero decir, me alertó de que en mis textos aparecía mucho esa expresión. En realidad –¡mierda!– tenía razón. Ahora soy cuidadosa. Algunos de estos tics se ven de manera muy clara en las redes sociales y creo que es porque el espacio limitado –cada vez menos– y la máxima de no exigir demasiada atención favorecen que todo se sintetice y salgan a la luz los usos perversos del lenguaje.

LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo reúne las notas que Victor Klemperer tomó sobre el uso del lenguaje de los nazis y cómo fue colonizando la lengua. Klemperer se entregó a esa tarea antes de que las leyes raciales le apartaran de su trabajo en la universidad. Demuestra que “El nazismo se introducía más bien en la carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponían repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente. Pero el lenguaje no solo crea y piensa por mí, sino que guía a la vez mis emociones, dirige mi personalidad psíquica, tanto más cuanto mayores son la naturalidad y la inconsciencia con que me entrego a él”. Escribe Klemperer: “El lenguaje saca a la luz aquello que una persona quiere ocultar de forma deliberada, ante otros o ante sí mismo, y aquello que lleva dentro inconscientemente. Ese es también, sin duda, el sentido de otra frase: Le style c’est l’homme: las afirmaciones de una persona pueden ser mentira, pero su esencia queda al descubierto por el estilo de su lenguaje”.

Sospecho de esas muestras de afecto, que poco a poco, por el uso abusivo, van quedándose huecas de significado: si todos son tus queridos X, al final nadie lo es; si todas son mis escritoras favoritas vivas, ninguna lo es. Aunque en mi caso he alquilado un solar en el que caben todas, también las 850 personas a las que les he dicho que son las mejores en las últimas 72 horas. 

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