Rick Sánchez es probablemente el tipo más inteligente del multiverso pero también fue un padre irresponsable; su conocimiento científico le permite viajar entre dimensiones pero vive en el garaje de la casa de su hija; pocas personas podrían saber tanto como él sobre la naturaleza de la vida y los objetos, pero es un alcohólico consumado que padece una ligera ataxia y habla de forma atropellada mientras un hilo de vómito verde cuelga de su boca.
Nacida en 2013 como una parodia en ácido de Volver al futuro, Rick & Morty fue desarrollada por Dan Harmon (creador de la comedia Community) y Justin Roiland (quien presta su voz en otras dos caricaturas emblemáticas de la década, Hora de aventura y Gravity Falls) como un show que apelara por igual a la sitcom familiar y a la ciencia ficción. Por tres temporadas la serie animada ha girado alrededor de un artilugio capaz de atraer enemistades interplanetarias: un teletransportador que permite saltar entre universos. Las andanzas de Rick a lado de su nervioso y aprehensivo nieto Morty (con toda el aura quijotesca de poner un anciano delirante y erudito junto a un sidekick que rebosa angustiosa inocencia) dependen de ese aleph portátil que, como la pata de mono encantada, cumple deseos a cambio de desgracias.
Aunque han sido perseguidos por gobiernos intergalácticos y enfrentado formas de vida que no parten del carbono, la mayor desgracia que deben afrontar los personajes de Rick & Morty es la consciencia de no ser especiales en el multiverso: allá afuera hay demasiadas versiones de cualquier persona y todas ellas son igualmente desechables: si muere alguien que amas, sólo debes acudir al universo donde esa persona no ha muerto; si echaste a perder tu planeta, solamente debes buscar una versión que no haya sido asolada por tu irresponsabilidad científica. En Rick & Morty todos son covers de un original ausente.
En ese sentido, el mundo de Rick & Morty se puede explicar a partir de otra comedia delirante, Futurama. Los personajes de Matt Groening van a un cine llamado Loew’s א sub 0 Plex. De una sutileza inefable, el nombre de aquel cine es un chiste matemático sobre el infinito. En teoría de conjuntos, א sub 0 representa un infinito que, sin embargo, es numerable; es decir, el Loew’s tiene salas infinitas pero numerables.
En Rick & Morty no solo cada universo tiene un número correspondiente (Rick y su nieto son oriundos de la dimensión C-137), sino que además se parece mucho a una función de cine: en un capítulo Rick hackea el aparato del cable para que su familia pueda ver en la televisión los canales de otros universos. Su hija y su yerno, presas de un matrimonio disfuncional y codependiente, se encandilan con un canal que muestra un mundo donde ellos no se embarazaron en la preparatoria. Ahí Jerry es una estrella de cine que se droga con Jonny Deep y Beth es una doctora de fama mundial. Rick los acusa de estupidez mientras pasa la tarde viendo comerciales absurdos de otras latitudes estelares. En el cine con infinitas salas donde ocurre Rick & Morty, los personajes tienen un ticket para entrar a cada función disponible, pero todo el tiempo se preguntan si estarán viendo la película correcta.
Pareciera que ser conscientes de la muchedumbre de universos circundantes sólo produce una melancolía semejante a la de los primeros occidentales que admitieron sin reparos que la Tierra no era el centro de la creación: el conocimiento científico les había demostrado que nunca fueron tan especiales. ¿Cómo comportarse moralmente ante esa desilusión?
Giordano Bruno vio en su epifanía de múltiples mundos el rostro más visible de Dios, Superman y compañía descubrieron en Crisis en las tierras infinitas que el deber heroico trasciende universos. En cambio Rick Sánchez, el outsider más carismáticamente atormentado de la televisión desde Dr. House, es incapaz de reconocer una autoría divina detrás del desorden universal y, a diferencia de los superhéroes de DC, tampoco cree que la moral pueda revertir el desdén que la realidad profesa hacia sí misma.
Aun si si buscan discrepar de él, a los personajes no les queda más que admitir que Rick tiene un argumento válido. Tal es el caso de una ex pareja suya, Unidad, una mente capaz de habitar y controlar múltiples cuerpos de forma simultánea. Se reencuentran mientras ella, una control freak consumada, somete un planeta entero. Aunque su fugaz reconciliación pone en peligro la paz planetaria, Unidad lanza un elogio sobresaliente si se toma en cuenta que ella concilia sin esfuerzo millones de pensamientos e identidades en una sola mente: “Rick puede ver la película entera”.
Mientras Morty busca un significado oculto en sus peripecias intergalácticas o, cuando menos, se rehúsa abandonar por completo la ética terrícola en la nave cada vez que salen a una aventura, Rick apenas se limita a embriagarse mientras repite entre risas su frase insignia, que parece una cita de Pedro Picapiedra: ‘Wubba lubba dub dub’.
“Hay un universo donde Hitler cura el cáncer y lo mejor que puedes hacer es no pensar en eso”, le espeta Rick a su nieto cuando las circunstancias los obligan a abandonar un planeta asolado por un virus caprichoso que ellos mismos crearon y esparcieron. Rick abre un portal y llegan directamente a un mundo donde sus versiones acababan de morir en una explosión en el garaje. Morty sufre una crisis existencial mientras entierra un cadáver con su ADN en el patio trasero; así atiende por primera vez al mayor descubrimiento de su abuelo: la vida es un fenómeno sobrevalorado que no tiene sentido por sí mismo.
Ya se sabe: si en las tragedias los personajes sufren por culpa de sus virtudes, en las comedias padecen las consecuencias de sus defectos. Como en “Pure Comedy” de Father John Misty, Rick Sánchez sabe que el multiverso es una comedia pura porque sus fallas son de origen: sus habitantes se ponen chípil cuando descubren que no son el centro de la creación mientras el Big Bang se expande hacia la entropía.
Pero Morty es joven y cree que el mundo y su abuelo son capaces de rectificar o, al menos, de avergonzarse por su actitud: en la primera temporada, al final de una fiesta alienígena, Morty critica el desdén existencial de Rick a lo que el mejor amigo de su abuelo le responde: “¿Sabes lo que significa ‘Wubba lubba dub dub’? En mi idioma significa estoy sufriendo mucho, ayuda por favor”. ¿Qué dice del multiverso que su habitante más brillante apenas lo soporte mediante la perpetua sedación etílica?
(Ciudad de México, 1988) es autor del poemario Código Konami y la novela Los suburbios.