Mexicano, español, del Atlético de Madrid y de las Chivas de Guadalajara. Antonio Ortuño (México, 1976) es un escritor lleno de mezcla de ambos lados del Atlántico. Su familia se exilió a México durante la Guerra Civil española y se quedó allí, sin integrarse nunca del todo en la sociedad mexicana. “Mi madre vivió el 90% de su vida en México y se murió con el ceceo y sin nacionalizar”, afirma Ortuño. El escritor ha regresado a España para presentar La vaga ambición, el libro de relatos con el que ha conseguido el V premio Ribera del Duero de la editorial Páginas de Espuma. Está dedicado a su madre, a la memoria y también a la profesión de los escritores. Nunca con demasiados oropeles, siempre precaria. Y, por eso, en esta entrevista también habla de la industria, que no tiene nada que ver con la literatura, pero que al final “es la que paga las cuentas”.
En estos relatos se abunda mucho en la precarización del escritor y en esta proyección de una imagen de éxito falsa, que tanto fluye hoy por las redes sociales. En definitiva, baja del altar al escritor.
Hablar de manera romántica de la escritura es un poco tratar de vender esa moto. La vida de los escritores dista completamente de lo místico. Sin embargo, a mí esto me parece divertido porque la escritura en muchos sentidos es un empeño como cualquier otro empeño humano. En cierto sentido no hay diferencia entre ser camarero y ser escritor. Y, luego, hay mucho de trabajo de amor perdido en la escritura, mucho de inutilidad y, sobre todo, de frustración. Esto quizá es algo que no tienen todos los camareros, pero creo que sí que tienen todos los escritores. Hasta Stephen King, que lo ha vendido todo, es capaz de reconocer que son Bellow y Roth los escritores más significativos de los años en los que él vendía todos esos libros.
Pero a Stephen King se le está estudiando ya en universidades… Ya no es solo un autor comercial.
Sí, pero también hay algo de esnobismo inverso en plan “llevamos tanto tiempo despreciándolo y quizá quien llevaba razón era la masa”. Y lo siguiente quizá es que el gran cineasta del siglo XX sea Walt Disney. No. Si King ha tenido la grandeza de decir que, aunque él vendió mucho, la grandeza la tienen los otros, quizá habría que empezar por hacerle caso.
El ego del escritor existe desde siempre, pero ¿no lo han disparado las redes sociales? O al menos ahora es más notorio… Y no solo el del escritor.
Pero es una sobredimensión relativa porque realmente hay pocos escritores que sean tuitstars. Lo que está ocurriendo es lo contrario: los tuitstars se creen escritores y terminan ocupando el lugar de los escritores. Ahí están los youtubers que firman en la Feria del Libro de Madrid, que yo no conozco a ninguno, y mis hijas que están en México, tampoco.
Y en Madrid como tengas más de 25 años, tampoco.
Lo mismo que los youtubers mexicanos. Lo que se está produciendo con las redes son bichos que se comportan como escritores, publican cosas de escritores, organizan eventos como si fueran escritores, ponen foto con cara de escritores, pero no han escrito nada. Había un tipo que había puesto su propia ficha en Wikipedia, pero que estaba inédito. Son tipos que creen que ser escritor es ir a un cóctel, hacerse una foto con el director de cultura de no sé dónde…
Esto ya ocurría antes de las redes. En Juegos de la edad tardía, Luis Landero contaba un caso parecido. Y es una novela de finales de los ochenta.
Sí, pero con la tecnología se hace mucho más complejo. Y hay gente que no sabe mucho del asunto y va convencido de que fulano es escritor. Hay un tipo en México que es un poco mítico. Se toma fotos con todos los escritores e incluso Pablo Raphael en uno de sus libros habla de “el tipo que se toma fotos con los escritores”, y ya hay hasta ferias del libro en las que le piden autógrafos. Incluso hay booktubers que terminan firmando los libros que comentan, pero que ellos no han escrito.
¿Le indigna que los youtubers estén en las ferias de libros?
No, no me indigno. En el fondo son los que pagan las cuentas a los demás. Un festival de literatura pura en realidad sería muy aburrido. También sería muy aburrido un festival en el que sólo fueran youtubers. A mí me gusta que la Feria del Libro sea una mezcla de muchas cosas. Dentro de las tapas de los libros no solo hay literatura. Y una cosa es la industria editorial y otra cosa es la literatura, y esta tiene que entender que la industria va más allá, y además, la literatura no paga las cuentas.
En estos relatos hay mucha literatura, se ahonda en la vida de los escritores. ¿Es un libro de escritores para escritores?
A mí eso no me gusta en absoluto, por eso el personaje está totalmente alejado de las consideraciones misticoides sobre la literatura. Yo no creo que la vida de un escritor sea superior a la de otra persona. Y, además, cualquiera debería acceder a la narrativa, desde un posdoctoral a un camarero. Yo entiendo que la poesía pueda tener sus veleidades de lenguaje puro, pero la narrativa fracasa cuando se piensa que se pueden resistir 300 páginas de lenguaje puro.
El título de su libro es La vaga ambición. ¿No es usted ambicioso?
Cuando un escritor está completamente seguro de que es un gran escritor termina pronunciándose por qué candidato hay que votar en las próximas elecciones. Y eso me parece horroroso. Un escritor tiene que tener miedo de ser un mal escritor, debe tener miedo de ser mediocre. Hasta cierto punto tienes que ser el peor enemigo del texto para poderlo corregir y no ser un ingenuo de tu propio texto. Ser capaz de leerlo con cierta óptica. Pero llega un momento en el que también tienes que ser amigo de tu texto, porque si no, no lo vas a dejar de leer nunca. Debes tener la sensación de que puedes escribir con miedo a que lo puedas hacer mal. Pero también tienes que tener convicción, si dudas demasiado… en ciertas obras se nota y eso no me atrae. Parece que se pide perdón por existir.
Este libro está dedicado a su madre, que era española. Usted nació en México. ¿Cómo lleva esta mezcla entre lo mexicano y lo español? ¿Le afecta a su literatura?
Mis padres se separaron cuando yo era pequeño y mi padre no tenía familia. Yo me crié con mi madre, mi abuela, mis hermanas, mis tías… Era una familia española que no estaba nada integrada en México. Eran extremadamente españoles, leían literatura española, y en realidad, jamás se fueron de la España de los años treinta. De niño yo esto lo llevaba muy mal porque todo el universo referencial de mi familia no se parecía en nada a lo que yo veía en la calle. A mí me enseñó a leer mi abuela siendo yo muy pequeño y cuando llegué a la escuela me quitaron a patadas la c y la z. Al segundo día entendí que eso no podía volver a pasarme jamás. En fin lo llevé mal mucho tiempo porque la identidad mexicana se creó enfrentada a la española. En cuanto a cómo escribo, soy mexicano, escribo en mexicano, si eso existe, pero no odio a España en absoluto, porque sería como odiar a mi madre y como odiarme a mí mismo. Luego hay una cantidad de escritores mexicanos que son descendientes de españoles de primera generación, pero hay una especie de pacto no asumido en el sentido de que tú te olvidas de eso. Desde Álvaro Enrigue a Emiliano Monge, Juan Villoro, Jordi Soler, Ana García Bergua… Son descendientes de primera generación pero casi nadie ha escrito nada de eso. Y, bueno, yo lo asumo.
es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.