Visita al mundo Quino

En el primer libro que recopiló sus dibujos ya aparecían profecías, augurios y semillas del humor en todas direcciones, estados de ánimo y variados registros –de lo amargo a la ternura– que Quino trazó en sus libros posteriores.
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El libro Mundo Quino fue publicado por primera vez en 1963. La primera edición en México está fechada en 1977. El ejemplar que vi, leí, reví y releí en mi niñez corresponde a la sexta edición mexicana, de 1980. Hoy es domingo y regreso de ver a mis padres, la pandemia sigue y tengo el libro conmigo. Quería saber la edad que tenía cuando conocí a Quino y ya lo puedo decir: a Quino lo conozco desde que tenía nueve años y cursaba el cuarto año de primaria.

Los libros en casa de mis papás están bien cuidados y Mundo Quino no es la excepción, a pesar que su contraportada y últimas páginas están despegadas. Mi mamá me dijo que los libros de esa sección del librero se cayeron en el temblor de 2017, aunque creo que deben haberse desprendido por los cientos de veces que ojeamos y hojeamos durante cuarenta años los divertidos, trágicos y hermosos dibujos de estas páginas.

Pienso: ¿será que el título del libro hace referencia a la película Mondo cane (1962)? No tengo cómo comprobarlo, aunque la contraportada del libro muestra a un perro que lee su periódico con un encabezado lleno de gruñidos.

En la portadilla, bajo el título del libro, hay un subtítulo que dice: “El universo del autor de Mafalda”. Ya Mafalda era mundialmente conocida, y en México era publicada por la misma editorial de este libro: Nueva Imagen, cuyo emblema describiré como un asterisco encapsulado y que siempre me ha parecido muy hermoso.

En la última página de Mundo Quino está impreso un anuncio de la editorial promocionando su serie “Humor en serio”, con los libros de El cuarto Reich, de Palomo, Ella y él, de Ayax Barnes, Carlitos y Snoopy, de Schulz, las tiras cómicas de Woody Allen y, por supuesto, los libros de Mafalda. El tiraje de la sexta edición: cincuenta mil ejemplares.

Por primera vez en 40 años leo los prólogos a la primera y segunda ediciones, firmados por Miguel Brasco. Busco en la Wikipedia y me entero que Brascó lleva acento en la o, y que además de ser humorista, abogado, periodista, escritor y sibarita, fue un amigo personal de Quino, y quien le sugirió a Joaquín Salvador Lavado la tira cómica para promocionar los electrodomésticos Mansfield, que dieron origen a Mafalda.

Brascó fue el primero en publicar a Mafalda en un suplemento que dirigía. En el prólogo a la primera edición del Mundo Quino escribió que los dibujos “trasuntan un gran amor por las cosas de este mundo”, y que este gran amor es uno “lleno de sutiles fobias, un afecto a virus, destinado a crear anticuerpos”. Qué curioso leer estas metáforas en tiempo de pandemia. Pensando en las fechas me pregunto si Copi y Quino habrán sido amigos. Lo que es seguro es que su trabajo apareció a veces en las mismas publicaciones.

La portada de Mundo Quino fue diseñada por Alberto Díez, cuyo nombre veo también en otras portadas de otros libros de Quino, siempre, claro está con dibujos del autor. En el dibujo de portada aparece un militar que atornilla con un desarmador una medalla al pecho de otro militar. La primera edición en México apareció apenas un año después del golpe de estado en Argentina que condujo a la dictadura militar. En las páginas vemos varios dibujos sobre militares, próceres y guerra. Leí en una entrevista que le hizo Tute a Quino que la sopa de Mafalda era una metáfora de la dictadura militar, de algo impuesto obligatoriamente.

En el libro, la muerte está presente con frecuencia. En una de las historias se ve cómo un transeúnte saca la lengua a la efigie del dictador en turno, que lleva una placa que dice “líder del pueblo”. Aprehendido por la policía secreta, es condenado a la horca en presencia del gran líder. Muere ahorcado, pero sacándole de nuevo la lengua al tirano.

Mundo Quino fue el primer libro que recopiló los dibujos de Joaquín Salvador Lavado. Un año después dibujaría a Mafalda. En el prólogo a la segunda edición (escrito en 1967), Miguel Brascó escribió: “Estos dibujos de Mundo Quino deben verse, pues, tal como son: poemas juveniles dibujados por el declive del alma mientras juntaba madurez, vivencias y coraje para meterle mano dura a la realidad, tal como lo está haciendo ahora por boca de sus niñitos sufragistas.” Medio siglo después, a mí me parece que no eran precisamente poemas juveniles, sino profecías, augurios y semillas del humor en todas direcciones, estados de ánimo y variados registros –de lo amargo a la ternura– que Quino trazó en sus libros posteriores, eso sí, sin perder la poesía. En este primer mundo de Quino no existían las palabras, sino las situaciones.

Estoy en casa, conmovido con el ejemplar que era de mis padres y que ahora conservaré yo, y me doy cuenta que estoy llegando al límite de palabras que se necesitaban para la publicación que usted está leyendo, en la que me propusieron escribir sobre mi relación de lector con Quino, y en la que más bien he escrito sobre mis recuerdos de un libro que se llama Mundo Quino. No he escrito de cómo conocí a Mafalda, ni de cómo mi hermano y yo coloreábamos los libros en formato italiano publicados en Ediciones de la Flor que pertenecían a mi tía Cristina, sin que ella nos regañara por la profanación, y que ahora conservo también, ni de cómo mi tío Octavio nos dijo que no entendíamos Mafalda porque éramos niños que no entendían nada, pero que tenía la esperanza de que pudiéramos entender. Tampoco escribiré sobre cómo algunos libros posteriores de Quino se volvieron desde su título imprescindibles y reveladores para mí (ay, ¡qué mala es la gente!). Me consuela oír una voz cercana que me dice: “como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante.”

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(Ciudad de México, 1971) es diseñador gráfico y autor de numerosos libros.


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