La escritora de origen bengalí, nacida en Reino Unido, criada en Estados Unidos y desde 2014 instalada en Roma, Jhumpa Lahiri (1967) tomó la decisión de cambiar de lengua, abandonar el inglés por el italiano. Cuentos romanos (Lumen, 2023, traducción de Carlos Gumpert) –con guiño a Moravia en el título– es su libro más reciente. Reúne relatos que exploran el desarraigo, la violencia contra el otro o muestran a personajes haciendo balance de vida, siempre con Roma, “hermosa y ciudad de mierda”, de fondo.
Cuentos romanos es su tercer libro en italiano, al menos de los traducidos al español, después de traducir mucho y leer a muchos escritores italianos. ¿De qué modo han influido en su escritura?
Este es el quinto libro que escribo en italiano, pero es el tercer libro traducido. Escribí un libro de poemas que tiene un marco narrativo y que no ha sido traducido tal vez por lo complicado que es porque es un libro que juega con el propio idioma, con las palabras. Me considero una escritora italiana y ha habido una transformación directa desde que empecé a leer y a escribir en italiano, lo mismo que cuando empecé a escribir en inglés. Fue algo totalmente natural y orgánico que sucedió cuando empecé a leer en inglés.
Una de las razones para el cambio de lengua era que quería escribir de un modo más simple, no sé si la palabra es breve…
Creo que es más urgente. Es más directa porque mi relación con el italiano es más reciente y todavía tiene este tipo energía porque es una parte de mi cerebro que no se ha sedimentado de la misma manera. Aunque es un lenguaje muy asentado, no tiene la misma claridad. El hecho más importante es que en italiano tengo una enorme distancia lingüística con respecto a mi pasado. No tengo un pasado ni una infancia en ese idioma. No tengo 45 años de vida, no tengo eso. Lo que me interesa ahora es si a pesar de no tener memoria vivida con ese lenguaje, me ha permitido volver a entrar en mi pasado con un nuevo filtro. Me interesaba volver al pasado y a las impresiones y emociones para explorarlas con un nuevo lenguaje que no tiene nada que ver con esa época.
Muchos de los cuentos hablan de cosas de las que usted ya hablaba, y que tienen que ver con la tensión entre el lugar de origen y el lugar de vida, digamos. ¿En qué modo se relaciona con sus otros libros?
Este libro va al corazón de esas preguntas que estaba explorando en los primeros libros. He alterado los detalles específicos y elijo Roma como el lugar estético para las historias, pero dentro de ese contenedor específico de Roma, elimino los orígenes de los personajes: no se sabe de dónde son exactamente, se sabe que son de otro lugar aunque no de cuál. Preferí dejar poco claros los nombres de los personajes, el lugar real de origen porque pensé que si eliminaba estos detalles se podía ir de un modo más preciso al corazón de la cuestión de los orígenes y las raíces y la falta de raíces o la creación de nuevos grupos y darle una visión más amplia, darle un contexto aún más universal. Los libros anteriores, los libros en inglés, tratan de manera muy específica la experiencia india, la cosa bangalí de la inmigración en Estados Unidos. Hay un contexto más amplio pero para mucha gente sigue siendo sobre un grupo específico con lo que sienten que no tienen mucho que ver.
Es un libro sobre el desarraigo y la mayoría de los personajes están en un sitio que no es en el que han nacido, unas veces es por necesidad y otras, por elección. Esa diferencia en las circunstancias que los han llevado hasta allí enfatiza algo que nos pasa a todos: encontrar nuestro lugar en el mundo.
Todos están buscando un lugar, ya sea un lugar nuevo o atrapados en la búsqueda de un lugar antiguo o tratando de contener diferentes lugares dentro de ellos y, a veces tienen la sensación de que no están en ningún lugar. Es interesante explorar esta condición de sentirse como si no estuvieras en ningún lugar o de que estás suspendido en un lugar como Roma, que tiene tanto peso como lugar y lo que representa en el mundo. Tiene tanta resonancia incluso para gente que ni siquiera lo conoce o que nunca ha estado en él, como la tuvo para mí cuando era joven. Era un lugar que transmitía significado, pero yo no sabía lo que era, así que es interesante pensar en personajes que están en esa dimensión tan transitoria dentro de un contenedor que es tan específico como equivocado.
También es un libro sobre el racismo, sobre el miedo al otro. La violencia explota en “Casa luminosa”, pero hay otros cuentos donde es más sutil y son los niños quienes muestran esa xenofobia que la sociedad reprime pero que ellos muestran sin complejos.
Los niños absorben señales, actitudes de sus padres o de lo que ven, pero quiero decir algo acerca de los propios niños –y esto es algo que me incomoda y me interesa–, acerca de la psicología de los niños y su intolerancia a la diferencia. Debe de haber estudios de por qué los niños crean grupos de la forma en que lo hacen, por qué es tan típico señalar al que no es como los demás y ser cruel con él y asegurarse de que el niño sepa que lo están excluyendo. Tal vez es parte de la psicología humana: siente como una especie de amenaza instintiva planteada por alguien que es diferente. Claramente hay ramificaciones en el mundo adulto en términos de racismo y las ideas de lo otro y lo que el otro representa en la sociedad para la cultura. Muchos movimientos políticos se han fundado con estas ideas.
Pero también hay que decir algo sobre los niños más allá de la idea de la inocencia, sobre esa idea de asociar infancia con inocencia y juego y la idea de que los niños son buenos fundamentalmente, aún no están corrompidos. En realidad los niños pueden ser increíblemente crueles.
Del racismo no se libran tampoco quienes tienen dinero.
No, el dinero no salva del racismo. Puede, en todo caso, crear aún más confusión en la mente de la persona que tiene ese especie de mecanismo racista interno para ponerte en tu lugar. Estoy interesada en cómo se manifiestan estas cosas en general en el contexto italiano. Están estos momentos en los que hay una palabra o un gesto, una mirada o algo que es realmente perturbador y doloroso para alguien, pero es muy difícil explicar que esto está mal. Está mal que te miren así o te traten así, y gran parte del racismo es muy silencioso, muy sutil. No siempre es gente gritando “fuera de nuestro edificio”, también es la forma en que alguien te mira o el tono de voz cuando estás en una tienda o algo así.
Yo lo he experimentado y mucha gente lo ha experimentado, pero es difícil de captar. Es difícil de precisar. Si le dices a la persona “No me gustó cómo me miraste”, “No me gustó cómo me diste el cambio” o algo así, entonces, por supuesto, te dicen que no hicieron nada, porque es así. En los cuentos intento ralentizar un poco esos momentos para darles un poco de espacio porque a veces son muy rápidos y apenas te das cuenta de lo que acaba de pasar.
Roma es mucho más que un escenario en este libro: es la protagonista absoluta de uno de los cuentos y hay una cierta ambivalencia, se habla de su decadencia pero desde la fascinación que provoca. ¿Qué le seduce tanto de Roma y qué quería contar en este libro?
Esa doble cara de Roma me interesa desde el principio. Uno de los símbolos de la ciudad es el dios Jano Bifronte, que tiene dos caras, una mira al pasado y otra al futuro. Es un símbolo muy potente de la ciudad porque representa el tiempo y es el dios de los pasajes, preside las puertas, como si mirara al que entra y al que sale. Esta es la energía de la ciudad. Pero la última frase del libro [“Menuda ciudad de mierda. Pero qué hermosa es”] es parte de lo que es vivir en Roma porque “Pero qué hermosa es” y no es solo la belleza física de la misma, es la belleza de la humanidad que hay en la ciudad. Y eso es lo que siento al final del día.
Hay una política, hay un gobierno, hay una gente en el poder, pero hay una humanidad que es hermosa. Hay un sentido de verdadera acción y apertura que circula al menos en la Roma que conozco, en la que vivo mi vida cotidiana y es muy valioso para mí. Es más preciado que casi cualquier otra cosa que encontré en la ciudad. Es como si estuvieras en una mina y de repente encontraras oro. Estoy muy agradecida por haberlo encontrado, pero entiendo que no es solo el elemento puro que es el oro, está mezclado con mucho, mucho más.
Esa era mi esperanza al presentar este retrato tan complejo, tan contradictorio, de Roma, sobre el que muy poca gente se detiene a reflexionar. Roma tiene muy mala reputación. A muchos de mis amigos del norte no les parece bien. Me dicen: ¿Por qué elegiste Roma? Está tan sucia, tan desordenada, es tan ruidosa… Obviamente, no han pasado suficiente tiempo allí o no han tenido la suerte de encontrar la cualidad dorada de esa hermosa cualidad humana y está más allá de la unión de la ciudad con la arquitectura y el arte; es algo que está más allá de eso, es la belleza de las relaciones humanas, pequeñas cosas que cuando menos te lo esperas pueden resolver cualquier ansiedad que sientas en tu día a día, un pequeño intercambio con alguien y piensas que la vida vale la pena.
El protagonismo de Roma se ve claramente en “La escalinata”, que además es el cuento que está en el centro, dividiendo el libro en dos. ¿Por qué?
Pensé detenidamente en la disposición y la arquitectura del libro, y quería que “La escalinata” fuera la pieza central del libro porque para mí es un microcosmos de la ciudad. Es un lugar que acoge a todo el mundo pero al que nadie pertenece y eso es también Roma, en el mejor de los casos. Es una ciudad que ha acogido a todo el mundo siglos y siglos, pero nadie realmente pertenece a ella. Sabemos cómo llegó a ser y cómo se construyó y luego pasó por tantas iteraciones diferentes: el imperio, la época medieval, el Renacimiento… todos estos diferentes papeles a lo largo de la historia. Pero en realidad no pertenece a nadie, y “La escalinata” para mí es una manera de describir esta experiencia de la gente pasando a través de ella. Es un lugar que tiene diferente sentido para los personajes. Es un lugar en el que algunos de los personajes entran en una especie de universo alternativo para pensar en otros lugares o en sí mismos. Es una especie de lugar que genera mucha autorreflexión y en ese sentido, es Roma en miniatura. La escalinata es también un lugar hecho por el hombre.
Una de las maravillas de Roma, aparte de los elementos naturales, es cómo se construyó la ciudad, con manos humanas, con ingenio humano y la idea de planificación humana de cómo construir la ciudad, pero todo está construido. Todo es construcción.
Otro de los asuntos recurrentes es el personaje que, a la mitad del camino de la vida, hace repaso y balance y preguntándose si su vida es lo que ellos esperaban o no. ¿Qué le interesaba de esa situación? Tal vez está en ese momento también…
Cada libro está escrito en un tiempo y aunque ninguno de mis libros es totalmente sobre mí, puedo vincularlos a momentos de mi vida: El intérprete del dolor lo escribí antes de casarme, en una época en la que mi familia nuclear era el punto de referencia dominante para mí, mis padres, mi infancia; luego escribí El buen nombre justo antes de ser madre, pero entonces ya había pasado a una nueva dimensión, porque había conocido a la persona con la que me casé y cosas así. Lo escribí muy en el momento de traer niños al mundo y pensar mucho en ello, en lo que significa crear una tercera generación, porque la generación de mis padres era un mundo y yo sentía que, de algún modo, pertenecía a otro mundo, no estaba segura de si el mundo de mis padres y el mío tenían algún punto de conexión… Me di cuenta de que cada libro tiene algo que puedo relacionar con momentos de mi vida. Cuanto más vieja soy, más conexiones soy capaz de hacer. Me mudé a Roma con 45 años, que es una edad ya considerable, hace once años, estoy en el medio, si tengo suerte. Es la fase de la vida en la que los niños han crecido y los padres están muriendo. Estos cambios significan cosas muy específicas para todos, pero para las mujeres en particular. Hay toda una capa añadida de lo que significa convertirse en una mujer mayor. Algo de esa experiencia está insertada aquí y allá en los cuentos. Tiene que ver con ser consciente de haber hecho un cierto viaje. Haber vivido una cierta cantidad de vida. Hay muchos personajes que regresan a su pasado pensando en tratar de dar sentido a experiencias o momentos misteriosos en sus vidas. Yo todavía estoy tratando de interpretarlas. Vives la vida y termina convirtiéndose casi en un idioma extranjero que realmente no entendemos. Vuelves atrás para interpretarlo, para saber qué es exactamente lo que estaba pasando, cuál era el sentido de lo que estaba sucediendo. Algunos de los cuentos tienen esa mirada hacia atrás. En otros, como el primero, el relato mira más hacia el futuro de la joven.
Uno de los cuentos más redondos es “Dante Alighieri”, que cierra el volumen. Tiene una estructura compleja, muy difícil de hacer sobre todo en una lengua que por mucho que domine no es su lengua materna, imagino que manejar toda esa estructura temporal le habrá llevado mucho trabajo.
Sí, ese me llevó un rato. También “Las fiestas de P” era complicado, creo que empecé a trabajar en él hace unos ocho años. En “Dante Alighieri” me llevó unos años ser capaz de manejar todo eso… pero tenía la escena principal de la mujer sentada en la iglesia durante el funeral y eso me permitía volver atrás a diferentes momentos de su vida y tratar de darle sentido. Ella está tratando de dar sentido a su vida.
Solo cuando se llega a la mitad del viaje de la vida, si tienes suerte, el impacto de las primeras palabras de ese poema es enorme, te das cuenta que estás en la mitad del viaje y estás perdido.