Examen de conciencia

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Bertrand Russell

Autobiografรญa

Traducciรณn de Juan Garcรญa Puente y Pedro del Carril,
Barcelona, Edhasa, 2010, 1024 pp.

 

La Autobiografรญa de Bertrand Russell se publicรณ en un solo libro en diciembre pasado (apenas mil pรกginas para una vida de casi cien: 1872-1970). La obra tiene, como ahora se dice, varias lecturas: el filรณsofo escribiรณ de todo, incluso de filosofรญa. Supe de รฉl en la voz amable de Erich Fromm. Un grupo de preparatorianos lo visitamos a propรณsito de El arte de amar, y salimos de la visita con la recomendaciรณn de Matrimonio y moral. Este libro estaba en la biblioteca de la escuela pero no se prestaba a menores de veintiรบn aรฑos. Me topรฉ en cambio con Los caminos de la libertad, una ediciรณn chilena de 1932, que aรบn conservo. (¿En quรฉ tiempo prescribe el robo de uso?) Diez aรฑos mรกs tarde, las obligaciones escolares me enfrentaron con los libros duros de Russell, “tal vez el mรกs grande filรณsofo desde Kant” (Karl Popper): Los fundamentos de la geometrรญa, La filosofรญa de Leibniz y Principia mathematica.

La Autobiografรญa da cuenta de ideas, hechos, circunstancias y realidades de una รฉpoca de formidables asombros: decadencia de instituciones familiares y sociales, dos guerras mundiales, ideologรญas y Estados totalitarios, locura de masas, amenazas nucleares… La correspondencia de Russell acompaรฑa su narraciรณn, y en ella se pueden leer las circunstancias en que pensรณ, escribiรณ y viviรณ. No es, por fortuna para el lector, una Autobiografรญa intelectual ni รญntima; simplemente es la historia de un pensador que nada en aguas turbulentas. El libro se lee con facilidad, placenteramente incluso, como quien mira desde la distancia del tiempo el paso de una sucesiรณn de trombas que estuvieron a un tris de extinguir a la humanidad. El humor y la ironรญa refinados son ingredientes de un pensador en movimiento, de un lรณgico que pensรณ los hechos y vio las realidades detrรกs de ellos. En medio de la comodidad familiar y social, en los entreactos de una vida intelectual altamente productiva y a la vista de una vida amorosa intensa, protagoniza protestas, firma comunicados y cartas a los lรญderes del mundo, organiza agrupaciones pacifistas, suscribe propuestas a favor de las libertades de las mujeres (derecho al voto, amor libre y control de la natalidad), propugna por un gobierno mundial como medio para defender a individuos y pueblos de los atroces nacionalismos y aporta su autoridad intelectual y moral contra el peligro nuclear despuรฉs de Hiroshima. ร‰l habla de un granito de arena. En realidad su voz fue de gran peso para denunciar los crรญmenes de guerra de Estados Unidos en Vietnam.

Se puede decir que la infancia y la primera juventud de Russell son privilegiadas: su padre fue discรญpulo y amigo de Stuart Mill; Giuseppe Mazzini le regalรณ a su madre un reloj de caja que Russell conservรณ toda su vida; su abuelo visitรณ a Napoleรณn en Elba; Turguรฉniev le regalรณ a su abuela una de sus novelas; una vecina francesa que le regalaba bombones era sobrina de Talleyrand; como no creรญa que la tierra fuera redonda, fue llevado con el vicario de la parroquia (era el padre de A. N. Whithead, con quien escribiรณ Principia mathematica); con su abuela leyรณ a Shakespeare, a Milton, a Austen, a los romรกnticos alemanes, a Verlaine, a Dostoievski… En Cambridge conociรณ a Moore, muy joven fue amigo de Keynes, su primera esposa, Alys, era amiga รญntima de Walt Whitman, y en la casa de los padres de Alys conociรณ a William James… El privilegio mayor, sin embargo, fue su talento filosรณfico. Con todo, su infancia fue solitaria. No se suicidรณ gracias a su amor por las matemรกticas.

En 1913 tiene un encuentro definitivo, de esos que golpean la modorra y cambian la vida de una persona: su amistad con Joseph Conrad. Russell queda impresionado con la novela El corazรณn de las tinieblas (la traducciรณn de Sergio Pitol es insuperable) y se vuelve mundano: un escรฉptico activo. Es la รฉpoca en que abandona definitivamente el hegelianismo y se adentra, con la mirada de un lรณgico-matemรกtico, en los problemas nada lรณgicos de su tiempo. La Primera Guerra Mundial sacude sus prejuicios y lo rejuvenece:

 

Como amante de la verdad, la propaganda nacionalista de todos los paรญses beligerantes me asqueaba. Como amante de la civilizaciรณn, el retorno a la barbarie me anonadaba. Como hombre de frustrados sentimientos paternales, la masacre de la juventud me destrozรณ el corazรณn.

 

Encuentra un poco de consuelo en sus charlas con George Santayana (del libro autobiogrรกfico Personas y lugares de Santayana se colige que eran parientes lejanos, por la lรญnea de los Sturgis-Russell). La amistad de Russell con T. S. Eliot y D. H. Lawrence, insuflados de ideas fascistas, reafirma sus convicciones democrรกticas. Un folleto contra el servicio militar obligatorio lo lleva por primera vez a la cรกrcel. Durante su encierro escribe Introducciรณn a la filosofรญa matemรกtica (divulgaciรณn de sus Principia) y parte de Anรกlisis de la mente. Conoce a Ludwig Wittgenstein: “Era de la clase de hombres que cuando pensaba sobre lรณgica era capaz de no darse cuenta de minucias como bombas explotando a su alrededor.” El elogio a Wittgenstein no estรก libre de la ironรญa refinada de Russell.

Antes y durante la Primera Guerra Mundial, como casi todos, Russell ve con esperanza la Revoluciรณn rusa. Viaja a la urss. Una pesadilla. Dice: “Crueldad, pobreza, sospechas y persecuciones”; a su pesar, el conde Russell no puede visitar al prรญncipe Kropotkin. Conversa con Lenin durante una hora y se decepciona: se hace consciente de “sus limitaciones intelectuales y su estrecha ortodoxia marxista”. Desde Estocolmo, en junio de 1920, escribe a Ottoline Morrell: “El bolchevismo es una tiranรญa burocrรกtica y cerrada, con una red de espionaje mรกs elaborada y temible que la del zar y una aristocracia igualmente insensible e insolente compuesta de judรญos americanizados (sic)”. No podรญa saber en ese momento lo que el bolchevismo harรญa con los judรญos rusos. En esa misma carta, Russell justifica, ahora sin rastro de ironรญa, que es el mejor gobierno que pueden tener “los personajes de Dostoievski”. Los prejuicios de Russell estรกn a la vista.

Josรฉ Manuel Sรกnchez Ron (El Paรญs, 26 de febrero de 2011) escribe su decepciรณn al descubrir, en una carta a Thomas Kuhn, que va firmada por “lord Russell”. Le chocรณ ese sentimiento de clase de Bertie (asรญ lo llamaban casi todos): “escamas de miseria”, “estรบpido orgullo de clase”, escribe Sรกnchez Ron. Le reprocha que la Autobiografรญa fuera originalmente publicada en tres volรบmenes, “para asรญ ganar mรกs dinero”. Remata: “Buena parte de los libros que escribiรณ despuรฉs de Principia mathematica ahora me parecen poco mรกs que textos de divulgaciรณn.” El juicio de Sรกnchez Ron me parece poco mรกs que arrogante y sus decepciones poco mรกs que pueriles. Parecen los prejuicios acadรฉmicos contra los escritores que ganan o quieren ganar dinero y publican obras de divulgaciรณn. El reproche, creo, desciende en parte de Wittgenstein. El profesor O. K. Bouwsma recuerda: “De nuevo dijo algo acerca de las babosadas que la gente llega a publicar, puesto que siguen escribiendo despuรฉs de haber dejado ya de pensar. No saben en quรฉ momento parar. ¡Russell!” (รšltimas conversaciones; la conversaciรณn es del 11 de enero de 1951, Ludwig muriรณ el 29 de abril.)

Russell tuvo, quรฉ duda cabe, incongruencias evidentes: nada dijo de Hungrรญa en 1956 ni del kadarismo que asesinรณ a miles de hรบngaros (adujo que ya muchos habรญan hablado del tema) e hizo una defensa acrรญtica del rรฉgimen de Fidel Castro (adujo el derecho de cada pueblo de decidir su forma de gobierno). Por lo demรกs, la vida intelectual y mundana de Russell fue jubilosa. A los 88 de edad lo encarcelan por usar micrรณfonos en un acto de desobediencia civil y a los 94 es actor de sรญ mismo en una pelรญcula antibรฉlica.

En el examen de conciencia del final de su vida acepta sin adornos los fracasos de algunas de sus verdades y creencias. Mantiene su convicciรณn de que existe la verdad y que el camino hacia un mundo de hombres libres y felices es posible, aunque no es tan corto como creรญa: “Que otros triunfen donde mi generaciรณn ha fracasado.” ~

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(Querรฉtaro, 1953) es ensayista polรญtico.


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