La brecha Modiano

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El otro dรญa regresรฉ a uno de mis pasatiempos favoritos. Me puse un viejo Apostrophes, ese legendario programa literario de la televisiรณn francesa de los aรฑos 70-80. El periodista Bernard Pivot convocaba cada viernes despuรฉs de la cena a autores para debatir sobre los libros que acababan de publicar, consiguiendo atraer hasta dos millones de espectadores. Corrรญan otros tiempos, sรญ. Escogรญ maliciosamente un dรญa en el que Pivot invitaba a un joven Patrick Modiano. Digo maliciosamente porque disfruto viendo cรณmo el futuro Nobel de Literatura desentona en medio de los otros invitados. No solo porque es muy alto y no consigue disimular sus largas piernas, sino porque no pertenece a esa casta de intelectuales franceses nacidos para perorar. En medio de tanta certeza, Modiano no parece estar en su lugar: tartamudea, frunce el ceรฑo, se corrige, resopla, sonrรญe tรญmidamente, mira de un lado para otro, trata de afianzar con gestos de la mano sus frases entrecortadas. De hecho, los varios Apostrophes donde aparece Patrick Modiano acaban invariablemente de la misma manera: los otros tertulianos hablan del libro de Modiano, poniรฉndose todos de acuerdo sobre lo delicado de su prosa, insistiendo sobre su cรฉlebre charme, sin dejarle hablar, sin que รฉl consiga meter baza. Su delgada voz no alcanza a escucharse. La actitud en sociedad de Modiano me recuerda a la de un albatros en la cubierta de un barco: torpe y avergonzado. Exiliado entre ruidosos marineros, ese gran pรกjaro de 1,98 m. cojea y arrastra las alas.

Patrick Modiano escogiรณ como mentor a otro gran tรญmido a quien no le gustaba hablar, Raymond Queneau. Este รบltimo decรญa sentirse terriblemente avergonzado cuando le tocaba hablar en pรบblico y tenรญa la ocurrente teorรญa de que en la base misma del lenguaje solo podรญa haber el esfuerzo del enfermo por explicar su enfermedad. ยฟPor quรฉ una persona en su sano juicio se pondrรญa a articular palabras? Un dรญa Queneau sorprendiรณ a Modiano anunciรกndole que habรญa otro escritor que les superaba con creces en cuanto a la timidez. Era tan reservado que llegรณ a rechazar un sillรณn de la Academia Francesa para no verse obligado a hablar con otros cuarenta escritores. Ese escritor era Marcel Aymรฉ. Queneau le contรณ que Aymรฉ tenรญa la extraรฑa costumbre de entrar en su despacho, se sentaba y ambos se quedaban horas sin decirse nada el uno al otro. Hasta que Aymรฉ rompรญa el silencio y, mirando a su alrededor, concluรญa: โ€œSe estรก bien aquรญ.โ€

Una especie de afasia se apoderaba de esta familia de escritores. โ€œComo no podรญa decir ciertas cosas, las he escritoโ€, reconocรญa Modiano y no dudaba en hablar de compensaciรณn. โ€œPodรญa tachar y llegar a una cierta fluidez que el hablar no me proporcionaba.โ€ El gran inconveniente โ€“la gran paradoja para el escritor que elige el silencio de la escrituraโ€“ es que el รฉxito literario trae consigo una inevitable dosis de presentaciones, entrevistas y conferencias. Para afrontar semejante trance, Modiano concibiรณ, sin รฉl mismo darse cuenta, una astucia: consistรญa en encajar, antes de cada respuesta, la muletilla โ€œcโ€™est bizarre…โ€ [es extraรฑo]. Es llamativo ver cรณmo, en cada una de sus entrevistas, se escuda detrรกs de esos โ€œcโ€™est bizarreโ€ฆโ€. Tan es asรญ que se ha convertido a lo largo de los aรฑos en marca de la casa y algunos periodistas no desperdician la oportunidad de hacer la broma. Sin embargo, esta muletilla es mucho mรกs importante de lo que parece a primera vista. Para Modiano es una buena manera de remarcar que las cosas son mรกs extraรฑas y enrevesadas de lo que parecen. ยฟCรณmo pueden las personas formular opiniones tan precipitadas? ยฟCรณmo pueden tenerlo todo tan claro? ยฟSi las cosas son tan complejas? Por lo demรกs, esa muletilla tiene tambiรฉn la valiosa virtud de pausar el discurso, de darle un momento de respiro antes de pronunciarse sobre cualquier cosa. โ€œEs casi una manera de ganar tiempo para mostrar que al principio andarรฉ un poco a tientas, debido a que las cosas son siempre contradictorias y complicadasโ€ฆ entonces digo de entrada cโ€™est bizarre. Es como un tic, para preparar el terreno.โ€

Ese cโ€™est bizarre, esa pequeรฑa pausa, ese empeรฑo โ€œen ganar tiempo para ir a tientasโ€, resume en buena parte el proyecto novelรญstico de Modiano. En ese titubeo inicial, ya vislumbramos la atmรณsfera llena de incertidumbre que impregna todas sus novelas. Si algo caracteriza los personajes de Modiano es precisamente esa tenaz impresiรณn de avanzar en la niebla, sin comprender mucho lo que les rodea. Grandes extensiones de niebla que obligan a cierta inercia, inconsistencia, vacilaciรณn. Sus personajes han abandonado definitivamente nuestro mundo intoxicado por los hechos y las prisas. Nunca corren, y es que uno no puede correr en la niebla.

Pienso, por ejemplo, en Ambrose Guise parado en el Quai des Tuileries mirando el flujo de coches, el parpadeo de los semรกforos y la mole oscura de la estaciรณn de Orsay, al otro lado del rรญo, sin atreverse a cruzar. Pienso en Dannie y Jean sentados en los peldaรฑos de las escaleras empinadas de la calle de Lโ€™Aude, escuchando el ruido reconfortante de una fuente. Pienso en Friedo Lampe contemplando el crepรบsculo cayendo sobre el puerto de Bremen. Pienso en el narrador de Flores de ruina bordeando lentamente el Parque Montsouris, bajo el sol de mediodรญa, como si estuviera en las afueras de Roma. Pienso en Jean Bosmans y Margaret Le Coz escondidos en ese lejano Auteuil, en los pliegues secretos de aquel barrio resguardado del resto de Parรญs. Pienso en Jean D. esperando en uno de esos cafรฉs del alba (โ€œdonde estaban permitidas todas las esperanzas mientras fuera todavรญa de nocheโ€) la llegada de la misteriosa Geneviรจve Dalame. Pienso en el narrador de Accidente nocturno, paseando por el jardรญn del Aquarium, respirando a pleno pulmรณn y preguntรกndose si alguna vez antes habรญa respirado un aire tan frรญo y tan suave.

Todas las novelas de Modiano parecen desembocar en esos momentos donde uno ha logrado escapar de lo que le oprimรญa. Es solo un refugio pasajero, claro: los truhanes darรกn con nosotros, el pasado nos alcanzarรก y el futuro ya nos acecha. No lo dudemos. Pero ahora mismo solo hay presente. Dice el narrador de La hierba de las noches: โ€œNunca sabrรญan que el tiempo palpita, se dilata, luego vuelve a quedarse parado, y, poco a poco, nos va dando esa sensaciรณn de vacaciones y de infinito que otros buscan en la droga, pero que yo encontraba sencillamente en la espera.โ€ Tengo la impresiรณn de que las novelas de Modiano estรกn hechas para desembocar en estos momentos de presente pleno. Una zona neutra. Un sueรฑo despierto. Una tregua. Como en la famosa escena de En el cafรฉ de la juventud perdida, cuando Louki, la joven protagonista de la novela, huye de la banda de Le Canter y asciende la colina de Montmartre hasta alcanzar lโ€™allรฉe des Brouillards [la alameda de las nieblas]: โ€œDejรฉ que se apoderase de mรญ una embriaguez que ni el alcohol ni la nieve hubieran podido proporcionarme nunca.โ€ Allรก Louki puede al fin respirar y siente que tendrรก la ocasiรณn de romper con su asfixiante vida y comenzar de nuevo.

A veces yo tambiรฉn quiero huir de esos ruidosos marineros. Experimento una fatiga repentina de mi asignaciรณn social, de mi productividad, de mi pequeรฑa vida. Entonces abro una novela de Modiano y es una liberaciรณn. Como si fuera una lรญnea de fuga, una brecha en el tiempo donde pudiera colarme y flotar. Es una experiencia extraรฑa. Abro una de sus novelas y al poco rato me siento como Marcel Aymรฉ en el despacho de Queneau. Miro a mi alrededor y, ligero, me digo a mรญ mismo: โ€œSe estรก bien aquรญโ€. Y aรฑado: โ€œAquรญ se puede al fin respirarโ€.

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Kim Nguyen Baraldi (Bruselas, 1985) es ensayista. Edita el blog Calle del Orco y es autor de Por quรฉ Georges Perec (La uร‘a RoTa, 2024)


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