Diario de Oaxaca, de Peter Kuper

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Es posible que el libro de viajes ideal sea bilingüe. Si el tema de la mejor literatura de viaje es el conflicto entre el narrador y la realidad que este traduce: ¿puede imaginarse mejor forma para ese fondo que una edición en la lengua del viajero que contenga también la lengua del lugar visitado? Diario de Oaxaca es un precioso libro objeto, impreso en color, con tapas forradas de tela, que reproduce el diario textual y visual del dibujante Peter Kuper durante los meses de 2006 y 2007 que pasó en México. Predomina el dibujo, la ilustración, el retrato, el collage, la acuarela, la fotografía; pero también encontramos sus anotaciones, mecanografiadas, en inglés y en castellano. La traducción de la realidad móvil del viaje a códigos visuales transcurre en paralelo, por tanto, a la plasmación de la división idiomática. Esas dos operaciones simultáneas conducen a un formato idóneo para transmitir la cacofonía de todo periplo. Es función del arte convertir ese concierto cacofónico en un objeto armónico. No hay duda de que este lo es. Ni de que existe un camino que explica esa armonía. Me interesan particularmente dos momentos de ese camino.

En 1992 Kuper publicó Comics trips, un diario de viajes por África y el sudeste asiático. El librito es desternillante. Como en los cómics de viaje de Joe Sacco, Miguel Gallardo o Guy DeLisle, Kuper se autorrepresenta caricaturizado y se ríe de su ineptitud para entender los códigos locales. Las viñetas contienen dibujos feístas, de estilo underground ochentero, reproducidos en blanco y negro. El contraste con las páginas en color enfatiza el conjunto experimental. En ellas hay desde juegos entre niveles de representación (un gorila dibujado, fotografiado y estampado en un sello) hasta collages de inspiración surrealista (fotografías de ojos y labios, fragmentos de mapa, siluetas humanas), pasando por acuarelas líricas e instantáneas de tazas de lavabo. El resultado era queridamente kitsch y, por tanto, como escribió Matei Calinescu, “semióticamente ambiguo”. En 2003 Kuper publicó una adaptación de La metamorfosis de Kafka. El proyecto es totalmente distinto. Cada página, cada viñeta, cada bocadillo en blanco y negro está diseñado con un altísimo nivel de precisión. El dibujo es post-expresionista (digamos: entre George Grosz y Robert Crumb), con algunas páginas en clave abstracta; pero revela la existencia de un artista con un estilo propio. La novela gráfica dialoga sin complejos con uno de los clásicos literarios del siglo XX. Y construye un puente simbólico con Diario de Oaxaca.

Porque aunque el cómic ocupe sólo una pequeña parte de su nuevo libro, este está recorrido por una obsesión que ya se adivinaba en La metamorfosis: la entomología. Un escarabajo se introduce en un dibujo sobre el Día de Muertos. Una mariposa reposa en la flor que una mujer sostiene frente a una muralla de policías antidisturbios. Los insectos recorren los mapas, las mesas, los jardines. Incluso un retrato es delineado con saltamontes, orugas, una tarántula y otra fauna minúscula. En algún momento el autor confiesa que su “pasión por la entomología se remonta a mi primera lectura del libro para niños Sam and the firefly cuando tenía cuatro años” y “ha vuelto a despertar desde que llegamos a México hace más de un año”. Antes de ser artista, nos dice antes, quiso ser entomólogo. La recuperación de esa pasión ha pasado ahora a través de Kafka. Una de las ilustraciones más impactantes se encuentra en las páginas 116 y 117: representa a Kuper, en un rincón, armado con una cuchara, absolutamente aterrorizado ante una lluvia diagonal de bichos de tamaños diversos. En un volumen en que predomina el retrato del otro, en el marco del paisaje y de la iconografía que lo explica en parte (pirámides aztecas, máscaras de luchadores, hoteles, policía, flora, guerrilleros, playas turísticas, iglesias católicas, ruinas), sorprende ese autorretrato que apunta a sus orígenes como dibujante viajero. Una lectura atenta, no obstante, revela la presencia enmascarada del autor en varias ocasiones. Siguiendo un procedimiento que también estaba en Comics trips: el estudio de las máscaras locales como estrategia para introducirse como un topo en la cultura que le acoge.

La imagen infantil de la lectura sobre insectos es completada con otro mito de origen: la temporada que, junto a sus padres, el niño Peter pasó en Israel. Desde que fue padre, nos dice el autor en el prólogo, había pensado que sería interesante para su hija vivir en el extranjero. La familia llega a Oaxaca en julio de 2006, en una atmósfera enrarecida por las sospechas de fraude electoral y por los enfrentamientos entre las fuerzas del orden y los maestros en huelga. Esa realidad histórica fuerza la entrada en la obra de una dimensión política y documental. Kuper se convierte en cronista de los choques, de los abusos, de la muerte del más débil, de la crisis del gobernador Ulises Ruiz. Así, la violencia se filtra en el hogar. La familia convive con la obsesión y con la muerte. Uno de los momentos climáticos del libro es el viaje familiar a Michoacán para ver las mariposas monarca. En cuatro pequeñas viñetas, Kuper fantasea con su propia metamorfosis. Y todo cambio es de un modo u otro un acto de violencia. No en vano Diario de Oaxaca termina con un cómic en que la entomología y la zoología tienen gran protagonismo. El ecosistema por donde camina el artista esconde amenazas animales y humanas. Kuper llega a casa. Saluda a su gata. Esta acaba de matar a un pájaro. El final es ambiguo. Pero de una ambigüedad ya no kitsch, sino estetizada. Armónica. La ambigüedad del poder, del arte, de la vida, del viaje. En la portada y en la contraportada de libro se ven insectos, una mujer indígena, un furgón policial. Pero en su interior, las contracubiertas, un sinfín de corazones mexicanos apuntan hacia el viaje sentimental. No en vano el epígrafe inicial es de Viajes con Charley, de John Steinbeck: “people don’t take trips –trips take people”. El pájaro destripado, no obstante, pervive. ~

 

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(Tarragona, 1976) es escritor. Sus libros más recientes son la novela 'Los muertos' (Mondadori, 2010) y el ensayo 'Teleshakespeare' (Errata Naturae, 2011).


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