Nathalie Léger y las mujeres

El vestido blanco

Nathalie Léger

Traducción por Vanesa García Cazorla

Sexto Piso

Madrid, 2023, 110

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La performance. En 2008 la artista Pippa Bacca emprendió una acción: viajaría desde Milán hasta Jerusalén haciendo autostop. La peculiaridad de su propuesta es que lo haría vestida con el mismo vestido de novia. Otro idéntico al que llevaba se quedaba en Milán, a la espera de que Bacca regresara: una vez finalizado el viaje los dos se expondrían. Pippa Bacca fue asesinada cerca de Estambul a los 33 años. El asesino, que se había quedado con las cosas de la artista, fue detenido, juzgado y condenado. En El vestido blanco (Sexto Piso, traducción de Vanesa García Cazorla), la escritora francesa Nathalie Léger (París, 1960) cuenta la historia de Pippa Bacca. Además del viaje, Bacca se había puesto en contacto con algunas asociaciones en las ciudades en las que paraba: se reunía con comadronas y les lavaba los pies, repartía figurines de ganchillo que ella había tejido. “Aunque los artistas sean torpes, sus ideas sean confusas o sus actuaciones no siempre lleguen a buen puerto, las performances dicen obstinadamente algo que es verdad”, escribe Léger. Un poco más adelante, tras citar a Svetlana Alexievich, aventura: “Lo que probablemente Pippa Bacca quería hacer era documentar la viva y cálida voz de la generosidad, la voz original de la bondad y la valentía, recoger los testimonios de una poderosa afirmación que se encarna sin cesar en pequeñas epifanías. Si hubiera regresado de su largo periplo, lo que habría intentado exponer sería, más que su vestido blanco, esa alegría original, esa bondad y esa valentía originales”. 

Investigación. Nathalie Léger cuenta la historia de Pippa Bacca y sus dilemas a la hora de abordar cómo hacerlo. Por ejemplo, viaja a Milán para entrevistar a la madre de la artista asesinada, pero finalmente el encuentro no se produce. Léger se da cuenta de que no se siente legitimada para “hacer preguntas a alguien a quien no se conoce”, que es lo que se necesita para hacer preguntas, según le dice su anfitrión en Milán, que es periodista: “es mejor sentirse útil estando cara a cara con la madre de una chica muerta, si no, qué sentido tiene; su principal problema es que la literatura siempre es obscena”. Esa idea cala en Léger: “No tenía nada que ofrecer a una madre que estaba de duelo; lo único que en realidad haría sería arrancarle algo para explotarlo cruelmente”. Y por eso Léger cambia de opinión en el taxi, no entrevista a la madre de Bacca aunque sí recupera fragmentos de entrevistas que le hicieron otros. 

La otra historia. Siempre hay otra historia, en este caso es la de la madre de Léger y su visión del divorcio del padre de la escritora en un momento en que no existía el divorcio de mutuo acuerdo. La madre de Léger insiste, casi persigue a su hija para que le deje contarle lo que le quiere contar; la hija se escabulle, no quiere saber, en parte porque imagina que va a hablarle mal de su padre. El relato finalmente sucede, performance mediante, eso sí: la madre saca, además de la carpeta en la que guarda celosamente toda la documentación, su vestido de novia, que aún le cabe, y con el puesto la hija le deja hablar. “¿Para qué crees que escribes si no es para hacer justicia?”, le pregunta la madre a Léger al principio del libro. 

El asesino. Nathalie Léger nos muestra al asesino en una foto familiar: su sobrina se casa, y en la foto “tres mujeres, tres hombres y un niño posan delante de la pared del salón de su casa, de un verde cítrico que domina la imagen”. Léger escudriña a uno de los hombres: “cuando más busco alguna señal, alguna pista, más tengo que reconocer que no veo indicio alguno del asesino que es. Y eso que tres días antes había violado y matado a una mujer”, a Pippa Bacca. 

Léger, el estilo y escribir el mismo libro. Este libro es en realidad el mismo libro que Vida de Barbara Loden: a través de la historia (en este caso más trágica) de una mujer artista, Léger se acerca a su madre; no sé si es un rodeo para contar la de la madre o si la historia de la madre se cuela en las historias de las otras. Es decir, no sé si es causa o consecuencia. En este caso, funciona mejor, también el estilo de Léger es más rotundo, esa manera de posponer el elemento principal de la frase añadiendo elementos crea un ritmo y un cierto suspense sintáctico que mantiene la tensión en la frase (que es donde ha de estar). De El vestido blanco me interesa la pregunta de qué nos legitima a contar las historias de los demás y qué nos atrae –¿por qué Léger quiere contar la de Bacca y se resiste a contar la de su madre?, por ejemplo–. Prefiero a Léger cuando a pesar de todo es capaz de tener humor (“llamando a todo el mundo amor o tesoro como hacen los desalmados”) a cuando se pone demasiado profunda (“¿Qué no haríamos para que nos amen?”). En El vestido blanco Léger hace la única reparación que puede hacer un escritor: contar lo que sabe. 

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