Nuevos ensayos mexicanos, de Friedrich Katz

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Friedrich Katz acostumbra caminar por los jardines de la Universidad de Chicago, donde imparte cátedra hace muchos años. Su paso es inconfundible: la cabeza cana y meditabunda se inclina hacia abajo distraídamente. Los brazos cruzados detrás de la espalda acentúan la curvatura de las vértebras. Este andar pausado parece un paréntesis en su rutina, que le permite meditar en el cúmulo de preguntas y respuestas que caracterizan sus estudios acerca del pasado mexicano.

Casi me atrevería a afirmar que durante estas caminatas Katz pergeñó los Nuevos ensayos mexicanos* volumen surgido de las preocupaciones intelectuales que genera la experiencia de una larga y fructífera vida –el estallido de la Segunda Guerra, la persecución, el exilio en un país de profundos contrastes, y años de intenso e invaluable trabajo de investigación y docencia– que se traducen en una empatía entre el historiador, los asuntos que estudia y los personajes que presenta. Los Nuevos ensayos están escritos con una lógica analítica y un grado de interpretación complejos, pero impecables. Katz demuestra una destreza para el análisis comparativo que sólo es posible a partir de un profundo conocimiento de la historia universal, el énfasis en el detalle histórico y un sabio marco teórico de referencia. Los ensayos revelan su desazón ante las desigualdades sociales y su interés perenne por los encuentros y desencuentros entre las naciones. En esta colección, Katz comparte con sus lectores problemas que siempre lo han inquietado y que se emparentan tangencialmente con los que aborda en sus obras anteriores. Se trata de temas clásicos del pensamiento katziano, y que se compilan en el libro como ensayos independientes: las culturas prehispánicas, la relación de México con las potencias extranjeras –especialmente, Alemania y Estados Unidos–, las contradicciones sociales que acarrea el Porfiriato, la capacidad de acción de los grupos populares, los efectos de las revoluciones sociales, la influencia de las guerras mundiales sobre México, el Cardenismo y la Guerra Fría. Leídos en conjunto, brindan una nueva interpretación de la historia de México, que aporta enfoques y datos antes desconocidos para explicar fenómenos históricos centrales de la historia mexicana moderna.

La óptica temporal de este trabajo es muy amplia. También trasciende las fronteras para insertar a México en la historia de América Latina y conectarlo con el resto del mundo. Sin embargo, del ejercicio ensayístico de Katz, se desprende un perfil de las especificidades que distinguen a México del resto de Latinoamérica.

En esta versión de la historia mexicana, el Imperio Inca contrasta con el mundo azteca, que no fue un Estado integrado porque heredó la estructura de fuertes ciudades estado mesoamericanas. La falta de medios de transporte dificultaba la redistribución de productos en el interior de ese mundo de los mexicas. Los pueblos sometidos se integraron por la fuerza, se construyó una cultura militar donde se accedía a la nobleza a través de los triunfos guerreros, y surgió una sociedad poco igualitaria.

En los ensayos dedicados al periodo independiente, el autor señala que México sobresale porque las clases populares de la sociedad rural participan activamente en los conflictos armados como clientela de la elite y también como sector emancipado de ella. Vincula la capacidad rebelde de los mexicanos a una historia excepcional de agresión externa y a las presiones de la geografía: la frontera con Estados Unidos ha estimulado la revuelta al permitir el paso de armas. La cercanía con esta potencia fomenta el nacionalismo, la conciencia de ciertos derechos, y sirve como refugio de rebeldes.

Katz se declara admirador de Juárez y eleva su personalidad a símbolo de liderazgo. Su triunfo sobre la Intervención Francesa y el imperio de Maximiliano se convirtió en la prueba de que los países escasamente desarrollados podían poner un alto a la expansión de las grandes potencias. Con este logro se consolidaron la independencia y la integridad territorial de México. El desarrollo porfiriano cambió la ecuación que la Revolución y las guerras mundiales acabaron también por consolidar: Estados Unidos se convirtió entonces en una fuerza hegemónica sobre México.

Katz compara el terror generado en la Revolución Rusa con la violencia de la mexicana. México sale bien librado de esta prueba. En los años treinta se produce una revolución desde arriba que genera profundos cambios socioeconómicos en un clima de mínima represión. La oposición sigue existiendo, el líder del movimiento oficial no es considerado infalible, como en el caso soviético, y tampoco trata de perpetuarse en el poder. Cárdenas se consagra como autor del mayor ataque a las propiedades estadounidenses en toda la historia de las relaciones entre el vecino del norte y los países latinoamericanos y, paradójicamente, es uno de los pocos líderes en América Latina que se opone al fascismo y que se vuelve aliado de Estados Unidos. Durante su régimen, México asume una postura solitaria al protestar contra la anexión alemana de Austria y la invasión italiana de Abisinia, y como asilo de refugiados víctimas del fascismo.

Friedrich Katz, junto a sus padres, fue uno de ellos. En este libro cumple con una deuda histórica y rinde un homenaje doble: a Gilberto Bosques, el hombre que le salvó la vida, y a México, un país que, visto desde la óptica de un austriaco inteligente y agradecido, brilla con un lustre peculiar. ~

 

* Esta es una versión diferente de Friedrich Katz, Ensayos mexicanos, México, Alianza, 1994. Algunos textos se toman de aquella edición, pero la mayoría son inéditos.

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