Entrevista con Mario Cuenca Sandoval: “Muchos escritores de izquierdas son más conservadores estéticamente que los de derechas”

El escritor catalán comenzó a escribir un libro sobre la sinestesia y acabó escribiendo sobre el compositor vanguardista Olivier Messiaen.
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Mario Cuenca Sandoval nació en Sabadell, pero enseguida se advierte el acento de los años vividos en Andalucía. Habla rápido y si no se frena, una entrevista puede ventilarse en diez minutos. Habla también con entusiasmo de su última novela, El don de la fiebre, en la que cuenta la historia del compositor Olivier Messiaen, un personaje que vivió casi todo el siglo XX y por el que pasaron todas las heridas de esta centuria. Messiaen fue también un hombre con el don de la sinestesia y la capacidad de ver colores en la música. Quizá fue eso lo que le salvó del horror. Cuenca Sandoval habla en esta entrevista de las claves de este personaje y de las relaciones entre la literatura y la ciencia.

¿Qué le llevó a Olivier Messiaen?

Yo estaba escribiendo un libro sobre la sinestesia. Esa era la idea original, pero Dostoievski, y perdón por la comparación, cuando empezó Crimen y castigo quería escribir un panfleto sobre el alcoholismo y terminó llegando a un proyecto totalmente distinto. Esto igual. Yo quería escribir sobre un fenómeno psicológico y Messiaen se fue comiendo el proyecto poco a poco hasta que inundó las 300 páginas del libro. Yo lo conocía, sobre todo el Cuarteto clásico, pero admito que no era un autor de cabecera de mi discoteca fundamental, lo que ocurre es que el personaje me absorbió.

¿Qué es lo que más le sorprendió durante la escritura?

Es un personaje que recorre el siglo XX al completo. Nace en 1908 y muere en 1992, así que es el epítome del siglo. Me fascinó que fuera un conservador ultracatólico, es decir, alguien que asociamos a otro tiempo, y al mismo tiempo un músico de vanguardia, experimental, rebelde y revolucionario.

Ahora casaría mal. Estamos en una época muy de blancos y negros.

Sí, se supone que los progresistas tienen que ser vanguardistas y los conservadores, neoclásicos. En Francia y en la época de Messiaen pasaba lo contrario: la izquierda era más conservadora musicalmente que la derecha.

¿Sucede en la literatura?

Pues muchas veces sí. Muchos escritores de izquierdas son más conservadores estéticamente que los de derechas.

¿Y tú dónde se incluye usted?

Yo pertenezco estética y políticamente a una izquierda que tiene pocos correligionarios. Estoy yo y pocos más.

¿Es sinestésico? ¿Conoce a sinestésicos? Según algunos estudios, la sinestesia se produce porque existen conexiones neuronales de más.

Sí, entre varios sentidos. No, yo no soy sinestésico, pero sí he conocido casos. Hay algunos espectaculares. He conocido personas que dibujaban los sonidos que estaban oyendo y es una metáfora de la conexión que había entre ambas cosas. Una de las cosas que le fascinaban a Messiaen era si había un lenguaje universal de los colores y los sonidos y siempre le preguntaba a un sinestésico cómo veía él tal escala.

La creación tiene una parte biológica importante. Es decir, si no tienes esas conexiones no puedes ver eso así. Hay que nacer creativo.

Sí, yo estoy convencido de que hay una base fisiológica en la creatividad. En El ladrón de morfina ya trataba ese tema también con la conexión entre lo neurológico y lo espiritual. En la novela intento reducir un don místico a una explicación neurológica.

Es raro en la literatura española.

Sí, y es un error porque a mí me parece que hay mucha poesía en la ciencia. Es algo que Agustín Fernández Mallo está demostrando día tras día. Creo que se debe a la escisión que ha habido en nuestra cultura entre la cultura humanística y la científica.

En la novela la música salva a Messiaen. ¿Escribir le salva de los tiempos “convulsos” actuales?

A mí me gusta la literatura comprometida y la que hace un retrato del contexto social en el que estamos; pero me gusta mucho la que es capaz de saltar por encima de eso a lo que Hegel llamaba los domingos de la vida, es decir, una especie de texto al margen de la vida cotidiana. Y lo que me gustó de Messiaen fue eso. Un tipo que a 20 bajo cero y con el cuerpo lleno de eccemas sigue escribiendo, sigue pensando en la música y mantiene intacto su proyecto y vocación.

Y rompe con la sentencia de Primo Levi de que después de Auschwitz ya no se podría escribir poesía.

Exactamente. Paradójicamente él tiene la impresión en el campo de prisioneros de que la humanidad se encuentra en el fin del tiempo. Lo que pasa que para él el fin del tiempo no significa lo mismo que para nosotros, es decir, la hecatombe. Es otra cosa. Desde el punto de vista cristiano simboliza el fin del tiempo y el comienzo de la eternidad. La Historia está a punto de terminar y ahora viene el reino de lo eterno. Como místico, para él el apocalipsis no suena como una catástrofe sino como algo positivo.

Es la ventaja de los católicos.

Sí, yo tenía miedo de que me saliera un libro muy meapilas, siendo yo agnóstico. Pero creo que he hecho el libro más religioso que puede hacer un agnóstico.

Como también es una novela sobre la pulsión de crear, ¿cree que las redes con todos sus likes, con esa búsqueda brutal de la reputación, influyen negativamente en la creatividad?

Admito que estoy muy desconcertado con todo lo que está pasando a ese nivel. Un señor bosteza y eso ya tiene retuits hasta el infinito, sin embargo alguien hace un análisis inteligente de la realidad y pasa desapercibido. No sé si el camino es la resistencia a ese fenómeno, pero al mismo tiempo esto suena a tozudez de viejo, o bien sumarse a esa corriente. Admito que estoy perplejo.

Estamos ante la búsqueda del aplauso instantáneo.

No es mi interés. Lo más importante es intentar hacer una obra lo más honesta posible y mientras eso te lo puedas permitir…. Lo que pasa es que la honestidad sale cara. Pero bueno, mientras tengas un grupo de lectores más o menos fieles, eso no me importa mucho.

Por otro lado, y esto también toca a su novela, el acto de escribir está muy ligado a lo musical.

Sí, la novela también es una forma de música. Lo que llamamos el tono no es más que un soniquete con el que intentamos hechizar al lector. Igual no le importa tanto lo que estás contando como el hechizo que le está generando tu historia. Yo siempre digo que el chiste puede ser malísimo pero si el que lo cuenta tiene talento te va a resultar mucho más divertido.

¿Estamos en un momento de literatura muy homogénea?

Si vamos al nivel de los bestseller si se está imponiendo un estilo que algunos llaman internacional que significa que podría estar escrito en España, Alemania o Estados Unidos, y que podría estar escrito por mí, por ti o por cualquiera, porque no hay estilo realmente. Pero por otra parte, creo que no es tan homogénea. Creo que tenemos además una añada impresionante. Voy a citar solo el libro de Vilas, Ordesa, o el de Miguel Ángel Hernández, El dolor de los demás

No suele acercarse mucho por la mesa de novedades. Su último libro, Los hemisferios, es de 2014.

Sí, y entre medias siempre hay proyectos que se quedan en el cajón porque no han llegado a cuajar. Y yo creo que hay que ser criminal con esos proyectos. Yo le digo a mis alumnos que hay que escribir maniático y corregir depresivo. Es decir, hay que ser un maniático-depresivo. Y al revés no funciona. Mientras uno escribe no tiene que hacerse preguntas sobre el sentido de lo que está haciendo, si eso le interesa a alguien o si tiene valor, pero luego tiene que venir el crítico criminal a destruir y desmontar lo que has escrito. Por eso tardo tanto, por el proceso de documentación del libro y porque entre medias hay proyectos no natos. Y no hay que tener pudor en matarlos. Hay que ser abortista en eso.

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es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.


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