La autocrítica no es una práctica común en el medio intelectual, “para no dar armas a enemigo”. En este número, sin embargo, hemos convocado a diversos autores que sin renunciar a su simpatía por la tradición liberal fueran capaces de identificar sus déficits, sus flancos débiles. El resultado es un número que lidia con el hecho de que en distintos momentos el liberalismo no ha sabido enfrentar temas como la pobreza, la religión, el racismo, el imperialismo, los medios de comunicación. El sentido de este ejercicio es muy claro: más que demoler, la crítica permite mejorar, renovar, fortalecer.