Algunas democracias han acabado de manera rápida, de la mano de insurrecciones o golpes de Estado, pero la destrucción de lo que John Keane llama “el espíritu y la sustancia de la democracia” puede ocurrir a pasos lentos; a la sombra de las mentiras y la manipulación de los líderes carismáticos, capaces de corroer las instituciones desde adentro. El ambiente de simplificaciones, maniqueísmo y guerras culturales no solo ha beneficiado a los demagogos, sino también a los fanatismos de izquierda y derecha. En algunos casos, dos tendencias que raramente se pondrían de acuerdo coinciden en su rechazo al “proyecto liberal de la modernidad”; en otros, es cómo encauzan el malestar colectivo lo que los une. Este número no solo ofrece un retrato de quienes en política aprovechan el clima polarizado para llegar al poder, sino que indaga en las ideologías que, incluso en lugares para el diálogo como las universidades, han provocado una crisis de civilidad, pluralismo y tolerancia.