La disputa electoral debería acabar la misma noche de las elecciones con la aceptación de los resultados por parte de todos los contendientes, pero eso no es así. No solo por el mal perder de Andrés Manuel López Obrador, que una vez más antepone su proyecto político de largo plazo a la vida de las instituciones, sino porque aún persisten prácticas inaceptables. Aunque la mecánica de la votación está prácticamente blindada contra el fraude, siguen existiendo problemas de inequidad y gasto. Además, las elecciones significaron el temido regreso del PRI a Los Pinos, con el peligro latente de un intento de restauración. Este número aborda desde muchos puntos de vista en tensión estas tres realidades contrapuestas: la calidad de nuestra democracia, el mesianismo implícito en AMLO y el significado de la vuelta del PRI a la presidencia.