Cada vez es más común que la inteligencia artificial intervenga en labores esenciales para el ámbito humanístico y cultural, como la investigación, la escritura, la edición, la traducción o la producción de imágenes. No menos disruptivo ha sido su papel en la formación universitaria, que ha obligado a las instituciones educativas a fijar posturas y elaborar guías éticas para su uso responsable. Integrada en la vida cotidiana, fuente de consulta y hasta apoyo emocional de millones de personas, la IA es un instrumento revolucionario que plantea dilemas sobre la sustitución de empleos, el ingenio humano utilizado para alimentar enormes centros de datos y la dependencia de herramientas que acaso estén menguando nuestra capacidad de discernimiento. En este número, Letras Libres busca poner sobre la mesa el lugar de la educación, la cultura y el trabajo intelectual en una nueva realidad que no podemos ya ignorar.
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