Por qué importan los parlamentos

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No corren buenos tiempos para el parlamentarismo. En muchas democracias actuales, el centro de gravedad del gobierno pasa de los parlamentos a la dirección presidencial jaleada por los medios. Con frecuencia, el poder legislativo se convierte en correa de transmisión del ejecutivo, los debates adquieren un aire entre simulado y circense, y baja la calidad de su actividad. Así, se recurre a procedimientos abreviados que no dejan espacio a la discusión, se introducen enmiendas que no modifican la norma sino un contenido distinto y se abusa del decreto ley. En este número el politólogo australiano John Keane traza una breve historia de los parlamentos –a partir de las Cortes de León, que se reunieron por primera vez en 1188–, repasa sus logros, sus transformaciones y sus crisis, y muestra que no solo son esenciales para el funcionamiento de la democracia: también son imprescindibles para mejorarla.


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