“Yo les pido que comprendan que iniciamos una nueva etapa en la Argentina”, proclamó Raúl Alfonsín, el 30 de octubre de 1983, después de haber sido elegido presidente del país. “Un largo periodo de paz y de prosperidad” había dado comienzo, según sus palabras, a raíz de unos comicios en los que “no hemos derrotado a nadie, porque todos hemos recuperado nuestros derechos”.

En aquel momento, la grandilocuencia era comprensible: después de siete años de un infame gobierno cívico-militar, un régimen de elecciones libres se había instituido sin dejar de lado el complejo desafío para llevar justicia a las víctimas de la dictadura. A la distancia, sin embargo, los cuarenta años que nos separan de aquel acontecimiento parecen haber dado más decepciones que esperanza a los argentinos: las continuas crisis económicas, la aparición de líderes populistas y la probada incapacidad del Estado para garantizar salud y educación de calidad hablan del fracaso de un proyecto que en 1983 parecía fundacional.

La contienda electoral de este año, cuyo inesperado protagonista ha sido un outsider que amenaza con echar abajo todo, es un marco inmejorable para poner a examen cuatro décadas de democracia y expectativas frustradas. De las raíces del fenómeno Milei a la experiencia generacional de la transición, los autores de este número ofrecen claves para entender no solo la coyuntura de nuestros días sino la historia reciente de un país que no ha podido compaginar sus aspiraciones progresistas con el bienestar material.