Spinoza, nuestro contemporáneo

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¿Qué tiene que decir Baruch Spinoza, un remoto filósofo del siglo XVII, a los predicamentos del siglo XXI? Mucho, porque los fanatismos que afrontó de manera solitaria en su tiempo se han multiplicado en el nuestro. Aquellos fanatismos de la identidad teológico-política provocaban guerras civiles; los actuales –surgidos de las muchas identidades– se disputan, con ferocidad, el reino de este mundo. Por un lado, las viejas formas de intolerancia permanecen o incluso regresan; por otro, parece que nos esforzamos en encontrar otras nuevas. Ayer –y todavía ahora, como muestra el atentado contra Salman Rushdie– eran los soldados de la fe; hoy proliferan también los soldados del género, la raza, el lenguaje, la nación, la clase, la ideología, la cultura, el sexo. Entonces los inquisidores excomulgaban a los herejes. Ahora los iluminados de izquierda o derecha cancelan a los que piensan distinto o los queman vivos en las hogueras de las redes, las instituciones, la opinión pública. Para colmo, las guerras de conquista o las políticas de limpieza étnica, que creíamos extirpadas de la historia, han vuelto con renovada crueldad. Por todo ello, la vida y la obra de Spinoza –emblema universal de la razón, la libertad y la tolerancia– tienen mucho que decir a nuestro siglo.

Letras Libres ha querido dedicar este número a “Spinoza, nuestro contemporáneo”. Para mostrar su trascendencia, hemos convocado a ocho autores, entre historiadores, filósofos e intelectuales que han profundizado en distintos aspectos de su obra: Jonathan Israel explora su faceta política, de la que emerge un autor subversivo, no en el sentido clásico; Ian Buruma encuentra ecos de la intolerancia que combatió Spinoza en los conflictos identitarios de nuestra época; según Steven Nadler la libertad recorre y unifica sus escritos más diversos; Enrique Krauze explica la osadía del filósofo que, al romper con la ortodoxia religiosa, representó un gozne en la historia intelectual de Occidente; Rebecca Newberger Goldstein analiza las bases de su racionalismo, compatible con el cuerpo, y su determinismo, para el que no existe la fatalidad. De acuerdo con Mauricio García Villegas, Spinoza anticipa muchas ideas sobre las emociones corroboradas siglos después por la neurociencia. Julio Hubard ofrece un recorrido por las ediciones de sus libros y sobre su figura. Por último, josé maría lassalle explica cómo su obra puede ayudarnos para afrontar los problemas de nuestra democracias.

Pocos son los filósofos cuyo pensamiento suscite publicaciones de toda índole, cursos, congresos, asociaciones o clubes de lectura; cuyas ideas provoquen airadas polémicas y nuevas excomuniones; cuya vigencia sostengan autoridades de las ciencias biológicas, la física, la filosofía analítica, la crítica histórica, la teoría moral y política. Ni cuyos discípulos mantengan una animada cuenta en Twitter (Spinoza Quotes, @BenedictSpinoza) que reproduce sus pensamientos, píldoras de instantánea sabiduría como esta: “He cuidado atentamente no burlarme de las acciones humanas, no deplorarlas, ni detestarlas, sino comprenderlas.”

“Spinoza ha tenido la virtud de inspirar devociones”, dijo Jorge Luis Borges. Como demuestra este número, las inspira aún en el siglo XXI.


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