Ay mírame más, mírame así
Con tu mirada hechicera
Malagueña salerosa
Debajo de esas cejas, malagueña,
qué mirada fantástica enamora
y desespera en maldita buena hora:
sea de mi embeleso el santo y seña.
Salerosa, por ti quien ama sueña
como el creyente en su humildad adora
y al verte lágrimas secretas llora
por la doctrina que tu gracia enseña.
Dice el proverbio ver para creer
y al verte creo perder la cordura,
pues fácil es a la razón vencer
cuando lo Bello al mundo transfigura.
Quien no quisiera al fin permanecer
en ese eterno estado de locura.
Dime quién no se va de medio lao
Cuando caminas, ligera y graciosa:
Tu cadera marea deleitosa
Y fácil enamora al más pintao.
De otro mundo proviene tu tumbao.
Los astros al ver niña tan preciosa
Exclaman “¡Vaya que si es una diosa!”
Que alguien vaya a quitarles lo bailao.
Al ver cómo te mueves, negra linda,
No hay persona que quede indiferente:
Tu contoneo en éxtasis colinda
Pues tu meneo es del placer la fuente.
A tus pies, amor, caigo de rodillas.
Con luz propia en tu noche enorme brillas.
No canto aquí la reflexión morosa
sino la excelsa pasión de una danza
desorbitada y de índole fastuosa.
En su locura la verdad se afianza.
Por ti añoro, guajira guapachosa,
como en una vislumbre de bonanza,
el amor imposible de una diosa.
Cuando te miro muere la templanza.
La timba de trompetas y timbales
anima al inclusivo sonsonete:
para poder acabar con los males
y triunfante salir de todo brete,
a tu son ponle ron y mucho hiëlo
que así nos vamos derechito al cielo.
(Tiberias, 1963). Ensayista y poeta mexicano, es profesor de literatura en la Universidad de Victoria, Canadá. Su libro más reciente es Ejercicios de mística urbana (Bonilla Artigas Editores, 2020).