No fue el visionado de las decenas de vídeos gráficos difundidos por Hamás. Tampoco fue analizar las fotografías de cadáveres de mujeres, cuyo estado es una muestra de las terribles cosas que les hicieron antes de asesinarlas. No fueron ni siquiera los horribles relatos de los testigos presenciales de la organización de voluntarios de búsqueda y rescate Zaka y de la gente del centro de identificación de víctimas de la base de Shura. Lo que hizo que Cochav Elkayam-Levy se derrumbara esta semana fue una breve conversación telefónica con Michal Herzog, la esposa del presidente de Israel.
“Porque fue como si te llamara tu madre y simplemente te preguntara cómo estás”, explica la doctora Elkayam-Levy, con la voz entrecortada inmediatamente después de coger el teléfono. “Ya me había acostumbrado a dar la información más difícil que existe. La gente me pregunta qué sé, me pide detalles, me pide cifras. Y de repente me llama alguien como ella y me pregunta: ‘¿Cómo estás?’ ¿Cómo estoy? Estoy fatal. Pero yo no soy la protagonista aquí”.
Elkayam-Levy, del departamento de relaciones internacionales de la Universidad Hebrea, realmente quiere reducir el interés que hay sobre ella, pero lo cierto es que durante las últimas semanas ha desempeñado un papel clave a la hora de dirigir la atención hacia uno de los capítulos más terroríficos de la pesadilla del 7 de octubre. La Comisión Civil sobre los Crímenes del 7 de Octubre cometidos por Hamás contra Mujeres y Niños, que ella fundó, está arrojando luz sobre los actos de violación y otros delitos sexuales cometidos por los terroristas bajo la “égida” del ataque al sur.
Durante estas últimas semanas, las mujeres de la comisión no gubernamental han trabajado duro recopilando testimonios y materiales documentales relacionados con el día de la masacre, con el objetivo de elaborar una base de datos de crímenes contra mujeres y niños. Están ensamblando un relato tras otro, una prueba tras otra, y poco a poco van uniendo todas las piezas del rompecabezas. La agregación de las pruebas presenta un cuadro espeluznante que no deja lugar a dudas: Al amparo de la masacre, Hamás llevó a cabo una campaña de violaciones y abusos sexuales en muchas de las comunidades adyacentes a la Franja de Gaza que atacó.
Elkayam-Levy es abogada y experta en derecho internacional, género y derechos humanos, una combinación que parece haberla preparado de antemano para dirigir una comisión de este tipo. Sin embargo, afirma: “Nunca pensé que mi trabajo en derecho internacional y teoría feminista se combinarían de una forma tan sorprendente”.
Aproximadamente una semana después de la catástrofe, cuando sus contornos ya estaban claros, Elkayam-Levy creó un grupo de trabajo al que llamó “Sala de Guerra contra los Crímenes de Género”. Pensó que “sería una tarea para una semana, concreta y limitada: organizar de forma clara toda la información que tenemos sobre la violencia contra las mujeres”.
Sin embargo, con el paso de los días, la magnitud de la tarea se hizo más evidente y se dio cuenta de que el grupo ad hoc que había creado tendría que redefinirse como un organismo con presencia permanente sobre el terreno. Así nació la comisión civil. Elkayam-Levy reunió a un selecto equipo de quince abogados, activistas, criminólogos e investigadores de diversos campos, todos ellos mujeres voluntarias. Su principal colaboradora es la profesora de Derecho Yifat Bitton, presidenta del Colegio Académico Achva, que dirige las relaciones de la comisión con responsables de la Policía de Israel y de la Fiscalía General del Estado, para llamar su atención sobre las características singulares de una violencia de género de tales dimensiones.
En la policía, la comisión colabora con la Unidad de Crímenes Internacionales 433, que está reuniendo pruebas sobre el asunto. “Estamos trabajando de acuerdo con un protocolo que hemos elaborado”, afirma Elkayam-Levy. “El tipo de información, cuántas veces la hemos recibido, de qué fuentes, en qué idioma. De este modo, vamos cruzando pruebas, historias y lugares”.
A corto plazo, el material reunido por la comisión podría ayudar a las víctimas y sus familias en la investigación y en cuestiones jurídicas. A largo plazo, la intención es crear un archivo sobre el tema en la Universidad Ben-Gurion del Néguev. (Debido a la sensibilidad del material, el acceso al archivo será limitado y sujeto a criterios estrictos).
Se está compilando material de un gran número de fuentes. “Estamos recopilando materiales de todo tipo: fotografías, archivos de audio, vídeos, testimonios e informes periodísticos”, afirma la Dra. Sarai Aharoni, directora del Programa de Estudios de Género de la Universidad Ben-Gurion, que dirige el equipo de documentación de la comisión. “El objetivo es establecer una infraestructura de hechos y también comprender mejor las circunstancias de los lugares donde se produjeron crímenes concretos”.
A veces, como dice Elkayam-Levy, la recopilación del material tiene las características de una operación detectivesca. “El otro día, por ejemplo, estaba en la Knesset, el parlamento israelí, y durante la audiencia [de la comisión sobre la mujer y la igualdad de género, sobre el 7 de octubre], una mujer me entregó una nota con información muy concreta sobre uno de los casos que estamos estudiando”, relata. “Algunas informaciones también surgen de nuestro diálogo con los medios de comunicación. Uno de los periodistas que llamó para preguntar sobre un incidente concreto consiguió completarnos el cuadro con respecto a ese caso en particular.”
Hasta ahora, la comisión no ha tomado testimonio directamente, pero empezará a hacerlo en breve. “Hemos esperado a que los testigos pertinentes presten declaración oficial ante la policía, con la intención de realizar luego nosotros mismos entrevistas en profundidad con ellos”, afirma.
Por otra parte, se está dedicando especial atención al análisis de contenido de vídeos y textos en árabe, entre otras cosas, para establecer las directrices que recibieron los terroristas de Hamás para llevar a cabo los delitos sexuales. Esta tarea está siendo dirigida por una voluntaria licenciada en lengua y literatura árabes.
Durante las semanas de recopilación de material, se han ido acumulando las pruebas de violaciones y daños brutales. El mes pasado, cuando Elkayam-Levy fue invitada a hablar en una mesa redonda organizada por distintos grupos de estudiantes judíos en la Universidad de Harvard, consideró que había llegado el momento de presentar al mundo algunas de las pruebas.
Cuando le llegó el turno de hablar, hizo una detallada advertencia sobre las cosas difíciles que estaba a punto de describir, respiró hondo y comenzó un espeluznante repaso. Relató una larga lista de pruebas sobre actos de violación, incluidas violaciones en grupo, desfiguraciones y otros actos de abuso. Describió una serie de vídeos distribuidos por Hamás en los que se ve a mujeres desnudas, con señales que dejan poco lugar a dudas. En un caso, la víctima fue llevada a Gaza sin ropa e inconsciente, y exhibida ante una multitud que la vitoreaba. Las fotografías que habían llegado a sus manos mostraban a otras víctimas de delitos sexuales. También leyó varias descripciones de testigos presenciales que relataban escalofriantes actos de violación.
Además de vídeos e imágenes, Elkayam-Levy dijo que basaba sus afirmaciones en testimonios recogidos por la policía, pruebas forenses recogidas en las escenas del crimen, información facilitada por paramédicos y voluntarios de Zaka, informes de voluntarios del instituto de medicina forense y testimonios de terroristas de Hamás capturados por Israel e interrogados. Tras ocho minutos de un monólogo que revolvía el estómago, pidió parar. “Nunca en mi vida había imaginado que hablaría frente a mis compañeros sobre crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad por razón de género perpetrados contra mujeres y niños israelíes a tan gran escala”, dice, “y suponemos que en el futuro saldrán a la luz muchos más casos”.
“Conectamos un testimonio con el siguiente”, afirma Elkayam-Levy. “Ver de repente el panorama general, lo sistemático que era, el alcance de la violencia… fue un puñetazo en el estómago”.
Según la información de que dispone, ¿se cometieron delitos sexuales en toda la región atacada?
“Sí”.
“La tortura de mujeres fue utilizada como arma para destruir comunidades, sembrar el horror general y quebrar el espíritu de los israelíes”, continúa. Llega a esta conclusión en parte por lo que han confesado los terroristas detenidos por Israel, que han declarado a sus interrogadores que la misión que se les había asignado incluía la violación. Y de hecho, el servicio de seguridad Shin Bet ha hecho públicas grabaciones de al menos dos interrogatorios de terroristas de Nukhba a los que se preguntó si habían recibido órdenes específicas de abusar de mujeres y niños. Refiriéndose a los delitos sexuales, uno de ellos dijo que el objetivo era “ensuciarlas, violarlas”. Un segundo terrorista relató que “el comandante dijo: Tenéis que pisarles la cabeza. Cortadles la cabeza. Hacedles de todo”. Una fuente militar citada por el diario Yedioth Ahronoth señaló que “los terroristas relataron que el objetivo de cortar cabezas y violar era sembrar el miedo y la alarma en el público israelí”.
Además, en una entrevista con la CNN, el presidente Isaac Herzog reveló un panfleto que se encontró en el cadáver de un terrorista y que incluía una lista detallada para el secuestro de rehenes. “Este folleto es un conjunto de instrucciones sobre cómo entrar en los patios de la gente, en un kibutz, en una ciudad, en un moshav, cómo irrumpir. Y lo primero, ¿qué haces cuando encuentras a los ciudadanos? Los torturas. Este es el folleto. Dice exactamente cómo torturarlos, cómo raptarlos, cómo secuestrarlos”.
Entre otras cosas, la comisión pretende que se reconozca en el ámbito internacional que los actos cometidos por Hamás contra mujeres y niños entran en la definición de crímenes contra la humanidad. Para lograrlo, esperaban despertar de su letargo a las organizaciones de mujeres asociadas a las Naciones Unidas, pero los resultados han sido decepcionantes. La mayor parte de su decepción se dirige al Comité para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y a ONU Mujeres. “Son organizaciones que tienen un importante papel declarativo”, afirma Elkayam-Levy. “Se supone que son el primer conducto por el que fluye la información relativa a las violaciones de los derechos humanos de las mujeres y los niños”.
Sin embargo, estos organismos tardaron en referirse a los sucesos del Neguev occidental, y las declaraciones que finalmente publicaron son, cuando menos, frustrantes para Elkayam-Levy. “Han empezado a salir todo tipo de declaraciones vagas”, señala, “pidiendo a ambas partes que ‘muestren moderación’, y simplemente haciendo desaparecer el 7 de octubre de la cronología de sucesos. Un universo paralelo. La terrible traición que hemos sentido se ha convertido en un sentimiento de que ahora somos víctimas de una salvaje incitación dirigida contra nosotros. En fases muy tempranas de la guerra, esas organizaciones empezaron a realizar campañas sobre el genocidio que Israel está llevando a cabo en Gaza. Me resulta muy incómodo decir esto, pero esas organizaciones han demostrado ser organismos antisemitas.”
“En el momento en que esas organizaciones guardan silencio o no informan de la verdad, tenemos un problema”, continúa. “Es insostenible que expertos que se supone deben responder a la angustia de las mujeres en todas partes se subordinen a consideraciones políticas y no informen de lo ocurrido en una catástrofe de esta magnitud. Es incomprensible que las agencias de la ONU responsables de [promover y salvaguardar] los derechos de las mujeres estén ignorando a las mujeres israelíes que fueron tomadas como rehenes, o que fueron asesinadas y violadas por Hamás.”
En opinión de Elkayam-Levy, se trata de una réplica de esos mismos mecanismos de negación aplicados a menudo en relación con casos individuales de violación. “Cuando una mujer es violada, el discurso gira inmediatamente en torno a cuestiones probatorias: ¿hay o no pruebas de violación? Se duda de la mujer, se cuestiona su fiabilidad y se pone en duda si ocurrió o no. Esta puesta en duda se dirige ahora contra nosotros a nivel colectivo.”
“Se hacen preguntas como: ¿Hay o no hay semen? ¿Había o no un kit de violación? Esas mismas juristas de reputación internacional que están llevando a cabo este debate aparentemente no tienen una comprensión básica del derecho internacional. El derecho internacional no habla el lenguaje del caso individual. Les pido que miren más allá de esos mecanismos de negación. Usted se enfrenta a un grupo de mujeres respetadas y les dice que aquí se cometieron crímenes espantosos. ¿Soy yo quien tiene que aportar las pruebas de los actos de los terroristas? ¿Qué clase de parodia es que me estén imponiendo la carga de la prueba?”
“En el caso del 7 de octubre, nunca sabremos el alcance de los daños”, prosigue. “Sabemos que la gran mayoría de los que sufrieron daños también fueron asesinados. Si hay supervivientes entre los que sufrieron daños, pueden pasar décadas antes de que reúnan el valor para hablar de ello. En los pocos casos en los que otra persona fue testigo de su sufrimiento, supongo que entonces también surgirán preguntas sobre qué vio exactamente y si es un testigo fiable. No tengo intención de participar en ese juego”.
Sin embargo, su grupo está recopilando pruebas, cruzando detalles.
“Cierto. Pero no porque estemos analizando el caso individual y considerando si se ajusta o no al umbral penal mínimo. El mero hecho de que se esté produciendo esta discusión me saca de quicio. La cuestión que queremos tratar no es si ocurrió algo, sino qué tipo de delitos se cometieron, la forma sistemática en que se cometieron y las órdenes para cometerlos. La cuestión de las pruebas que ha recogido o no la policía es completamente secundaria. No estamos en absoluto en una discusión sobre si hubo horrores aquí, o no. Está claro que cualquier organismo internacional que los investigue obtendrá montones de material que lo corrobore. El objetivo es revelar a la humanidad la profundidad del sufrimiento. La masa crítica es el meollo de la cuestión, y no esta o aquella sección transversal de un caso individual”.
Pero mientras tanto, cuando la otra parte toma un caso específico y extremo y consigue refutarlo, le sirve para socavar la narrativa general y provoca grietas en el panorama general. Quizá el mero hecho de ocuparse de un solo caso sea caer en una trampa.
“El peligro siempre existe. Por eso, por ejemplo, no publicamos una dirección de correo electrónico, por temor a que elementos hostiles intenten plantarnos información falsa para socavar nuestra credibilidad. Le diré más: El otro día, sin ir más lejos, alguien afirmó que cierto detalle que yo había transmitido era erróneo. Cuando expongo lo que sé, expongo la información más fiable de que dispongo en ese momento. Posiblemente con el tiempo algunas de las cosas que creíamos haber encontrado resulten ser incorrectas. En la misma medida, estoy convencido de que también ocurrirá lo contrario: un fragmento de información que desconocíamos se desarrollará en dimensiones que no podemos imaginar en este momento. Por eso, consideramos importante documentar esos pequeños fragmentos de información. No somos un organismo de investigación ni de acusación. Nuestra tarea es histórica”.
¿Y es también diplomacia pública – hasbará (en hebreo)?
“No, no llevo sobre mis hombros la tarea de la hasbará israelí. Es cierto que los corresponsales extranjeros nos han estado llamando desde la primera semana para pedirnos información, y yo respondo en los casos en que considero que es fundamental dar una respuesta inmediata. Pero somos una organización de la sociedad civil –no una organización oficial del Estado– y percibimos nuestro trabajo como algo que se dará a conocer a lo largo de muchos años”.
Pero ve importante compartir relatos de horrores con los medios de comunicación incluso ahora.
“Hay periodistas que se ponen en contacto conmigo y me preguntan: ¿Ocurrió de verdad? Dan ganas de decir: ¿de qué estamos hablando? Se trata del conjunto de horrores más documentados que ha conocido la humanidad. Hay innumerables vídeos que ya se han publicado: basta con entrar en los grupos de Telegram de Hamás. Sois periodistas, haced vuestro trabajo. No me preguntéis qué pasó y cómo pasó. Ya es bastante difícil que yo misma tenga que entrar en esos grupos para sacarles información”.
¿Se ha convertido en una emisora de retransmisión de las historias de terror?
“No, no me permito llegar a eso. Incluso cuando me piden cifras, no coopero. Me preguntan: ¿Cuántos? ¿Cuántos? ¿Cuántos? Hubo una periodista aquí, una mujer de una cadena de noticias extranjera, que me volvió loca. ¿Estamos hablando de decenas? ¿De cientos? ¿De miles? No. No. Sería irresponsable por mi parte citar una cifra”.
En su opinión, ¿por qué es irresponsable una estimación numérica?
“En primer lugar, porque hay casos que nunca conoceremos, teniendo en cuenta que la mayoría de las víctimas fueron asesinadas. En segundo lugar, no estoy dispuesta a hacer la distinción entre tortura, violación en grupo, violación y ‘delito sexual’. Una mujer que fue ejecutada, mujeres y niñas que fueron atacadas por ser niñas: cada historia es un mundo en sí mismo y una tragedia inimaginable. La violencia de género es un término mucho más amplio que la violencia sexual. Significa arrancar a un bebé de su madre, mutilar a una mujer o degradar su cuerpo. La exigencia de un número va en contra de todo lo que defiendo”.
“La Dra. Sarai Aharoni, que dirige el equipo de documentación de la Comisión Civil, también cree que cualquier discusión sobre cifras es ‘enfermiza’. Intentamos averiguar la verdad. Dar testimonio. Por mi familiaridad con los materiales, puedo decir que ocurrieron muchas cosas. Muchas cosas, muy difíciles”.
La dificultad para calcular el número de víctimas también se debe a que el ejército israelí abordó el atentado de Hamás como un acontecimiento bélico y no trató a las víctimas como se haría en la escena de un crimen. Las directrices para los cadáveres se centraron en la identificación, la protección de la dignidad de los cuerpos y el entierro inmediato, y no en la recogida de pruebas. El objetivo era evacuar, no investigar. Zaka y United Hatzalah (grupos de rescate) eran vistos como fuerzas auxiliares, y no como testigos directos de los crímenes cometidos por Hamás.
Sin embargo, con el paso del tiempo, algunos de esos voluntarios prestaron declaración a la policía y afirmaron que, en algunos de los casos, los órganos íntimos de las víctimas habían sido mutilados. Según un informe del diario Israel Hayom, basado en testimonios de voluntarios de Zaka, algunos de los cuerpos de las víctimas masculinas también mostraban signos de tortura sexual. Elkayam-Levy señala que la comisión también ha recibido información sobre algunos casos de tortura sexual de hombres, respaldada por fotografías.
La diplomática israelí Sarah Weiss Maudi, que ha sido vicepresidenta del Comité Jurídico de la ONU, también ha dicho que Israel ha presentado a la ONU pruebas inequívocas de incidentes de violación, incluidas violaciones en grupo y restos de semen encontrados en cadáveres de jóvenes israelíes asesinadas.
Elkayam-Levy conoce muy de cerca tanto a las personas implicadas como los procedimientos que caracterizan a las organizaciones internacionales de mujeres. Por eso, en los primeros días posteriores al atentado, aún intentaba racionalizar su estruendoso silencio. Las explicaciones incluían las limitaciones que obligan a los grupos a esforzarse por alcanzar un consenso; los procesos que han roto sus relaciones con las organizaciones de mujeres israelíes; y los efectos del movimiento de boicot, desinversión y sanciones.
“Nos sentamos con todas las herramientas racionales a nuestro alcance e intentamos desmenuzarlo”, afirma. “Realmente nos devanamos los sesos para averiguar cuál era su postura y por qué la habían tomado. Llegó un momento en que decidí dejar de ponerles excusas. Nos abandonaron de una forma inmoral y terrible. Desde el momento en que caí en la cuenta de cuánto tiempo y energía estábamos perdiendo intentando convencerles -solo para que nos escucharan, solo para que nos creyeran-, me di cuenta de que estos grupos no son la ‘dirección’ a la que podemos acudir”.
¿Le sorprendió la respuesta inicial de las organizaciones de mujeres?
“Fue un shock. Quizá fui ingenua. Hay que entender que desde los años 90 se ha producido un salto significativo en la capacidad de la gente para conceptualizar las injusticias que sufren las mujeres durante la guerra. En parte, esto se debe a lo ocurrido en Ruanda [en 1994] y a las mujeres bosnias durante la guerra de Yugoslavia. Los juristas internacionales han conseguido cambiar fundamentalmente la terminología de forma que se reconozcan los crímenes contra las mujeres [como algo distinto]. Por eso lo que está ocurriendo ahora con respecto al 7 de octubre es mucho peor. Ahora me pregunto realmente, ¿cómo puedo ir a un aula y enseñar derecho internacional?”
¿Porque se ha quedado obsoleto? ¿Ha perdido su validez?
“Porque se ha vuelto ilegítimo. ¿Qué sentido tiene el derecho internacional si se desconecta de los valores universales? ¿Si ni siquiera da cabida a una protesta ante semejante horror, por no hablar de reconocerlo? Al fin y al cabo, el derecho internacional es un conjunto de procedimientos destinados a evitar el sufrimiento humano. En ausencia de declaraciones que reconozcan el sufrimiento, hay una distorsión moral y un enorme fracaso”.
Además de arrancar la máscara a las organizaciones de mujeres asociadas a la ONU, la comisión también se ha centrado en activistas y personalidades internacionales cuya reacción a los sucesos del 7 de octubre fue escandalosa. Por ejemplo, Samantha Pearson, directora del centro de agresiones sexuales de la Universidad de Alberta, que afirmó que no había pruebas de que los terroristas de Hamás violaran a mujeres durante el ataque terrorista. Tras un decidido esfuerzo público, en el que participaron Elkayam-Levy y sus colegas, el presidente de la universidad anunció la destitución de Pearson.
El siguiente objetivo es Reem Alsalem, relatora especial del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, cuya función es supervisar si los Estados miembros cumplen las normas internacionales de protección de las mujeres contra la violencia. “Recibí un correo electrónico en el que exigía ‘pruebas’ de nuestras acusaciones”, explica Elkayam-Levy. “Se trata de una ponente de origen jordano-palestino que recientemente hizo pública una declaración en la que describía el 7 de octubre como el día en que Israel lanzó un genocidio. Es decir, esto no es solo silencio, es la apropiación de los acontecimientos del 7 de octubre para el sufrimiento palestino. En mi opinión, es una medida totalmente descabellada. No me gusta la palabra ‘campaña’, pero nuestra intención es exponer al mundo a una figura que simplemente está abusando –no tengo otra palabra para ello– de los fondos públicos mundiales”.
Elkayam-Levy dirige el funcionamiento de la comisión desde su casa de Modi’in, con el móvil pegado a la oreja mientras va y viene del salón a la cocina con los tacones clavados en el suelo de madera. Esta semana decidió trasladar la actividad de la comisión a unas oficinas cercanas que se han puesto a su disposición como donación. “Sentí que necesitaba salir de casa, para proteger a los niños de este fuerte viento y dar tranquilidad a la familia”, dice.
Las consecuencias del 7 de octubre, dice, han socavado críticamente su propio sistema de valores, tanto profesional como personalmente. “Como académicas feministas, luchamos constantemente contra dar armas a los civiles, por razones obvias”, afirma. “Y ahora, una de las primeras cosas que le dije a mi marido tras el atentado fue que tiene que conseguir un arma para proteger nuestro hogar. Es algo que va en contra de todo en lo que creo. Nunca pensé que tendría un arma en casa. Enseño exactamente lo contrario, actúo en contra de eso. Todo mi sistema interno de creencias está minado”.
Elkayam-Levy tiene 39 años, está casada y es madre de cuatro hijos. Creció en una familia religiosa de la ciudad “mixta” de Lod, la mediana de cuatro hermanos. Sus padres son profesores jubilados. “Tardé un tiempo en darme cuenta de lo poco común que es esta experiencia vital”, dice. “Que hubiera árabes estudiando en la misma clase que yo, que nuestros vecinos fueran árabes, que nuestro entorno fuera tan heterogéneo”.
Sirvió en la Unidad del Portavoz de las FDI y estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Bar-Ilan. Hizo prácticas en la Fiscalía del Estado, en el departamento que se ocupa de las peticiones del Tribunal Superior. Tras el nacimiento de su primer hijo, se trasladó al departamento de Derecho Internacional. Entre otras cosas, se ocupó de casos relacionados con la trata de seres humanos, los derechos del niño y los derechos de los presos.
“El departamento es como una ONG dentro del Estado, que asesora a este sobre cómo cumplir sus compromisos en materia de derechos humanos”, explica. “Vi el poder que tiene el derecho internacional, cómo puede cambiar las prioridades de un Estado”.
Tras dos años de trabajo, viajó a Estados Unidos para cursar un máster en Derecho en la Universidad de Pensilvania. Allí recibió una beca y el título de experta en derechos humanos, lo que le permitió dirigir programas de asistencia jurídica pro bono para inmigrantes indocumentados, incluidos solicitantes de asilo y niños mexicanos que cruzaron la frontera con Estados Unidos.
Su investigación se centró en la intersección entre el derecho internacional y el género. Su doctorado de 2019, también en Penn, versó sobre el derecho de las mujeres a la libertad religiosa y de credo, y la regularización de estos derechos bajo el paraguas del derecho internacional. Tras cinco años, regresó con su familia a Israel, y comenzó a impartir un curso sobre teoría feminista en derecho internacional en la Universidad Reichman, en Herzliya. En el presente curso académico (que aún no ha comenzado, debido a la guerra), tiene previsto impartir la misma asignatura también en la Universidad Hebrea. Hace tres años fundó el Instituto Deborah, que actúa para proteger los derechos de las mujeres en Israel y minimizar las diferencias de género en las perspectivas estratégicas. En el último año ha sido una destacada activista del movimiento de protesta Women Building an Alternative (Mujeres que construyen una alternativa).
En nombre de este último grupo, Elkayam-Levy participó en una mesa redonda online organizada por el CEDAW, el comité de la ONU sobre discriminación contra la mujer, el día en que se confirmó la muerte de Shani Louk. Louk, de 22 años, fue secuestrada por Hamás en el festival de música al aire libre del kibutz Re’im y fue filmada por sus aclamadores captores mientras era conducida, herida, en la parte trasera de una camioneta con destino a Gaza. “La historia de Shani no es única”, dijo Elkayam-Levy en su charla. “…La débil respuesta de la comunidad internacional, si es que hay alguna, proporciona un terreno fértil para la instrumentalización de los cuerpos de mujeres y niñas”.
Sentarse con Elkayam para una charla de una hora, sin interrupciones, es prácticamente una misión imposible. Su teléfono vibra constantemente y su agenda está desbordada. En el transcurso de unos días, acude a la Residencia del Presidente como parte de una delegación de jóvenes dirigentes que se dirigirá a Nueva York a finales de semana bajo los auspicios de la Organización Sionista Mundial; asiste a una reunión administrativa en Zoom con sus socios de la comisión; se reúne con dirigentes y diplomáticos extranjeros; participa en una rueda de prensa en el extranjero con el comisario de policía; y concede entrevistas a The Washington Post y otros medios de comunicación. Dice que desde el 7 de octubre se ha acostumbrado a una rutina de noches sin dormir.
“Hay cientos de peticiones, todo el mundo quiere saber [lo que hemos aprendido], y dentro de todo eso, necesito recordarme a mí misma cuál es la gran misión”, dice. Instada por sus allegados, la semana pasada empezó a ver a una terapeuta. “Está haciendo conmigo un trabajo que me ayuda a preservar mi bienestar”, explica. “No habla conmigo de lo que pasó, sino de mí. Me he dado cuenta de que para mantenerme fuerte necesito ayuda. Y que se me permite derrumbarme”.
¿Hay momentos en los que se derrumba?
“Hace unos días vi en la televisión una noticia sobre los combatientes muertos en Gaza. Se me saltaron las lágrimas. Solo de dolor por esos rostros jóvenes que ya no están. Es un dolor con el que cualquiera puede identificarse; nos toca la fibra sensible a todos. Y de repente me di cuenta de que en Israel estamos acostumbrados a este tipo de dolor. Pero ¿cómo te enfrentas a la imagen de un bebé al que han disparado? ¿De una mujer embarazada que ha sido masacrada? Es un dolor que no se puede entender”.
El jueves pasado, a primera hora de la mañana, Elkayam-Levy se encontró en una situación insólita, en el Hotel Rey David de Jerusalén. Dos primeros ministros europeos estaban de visita en Israel, Pedro Sánchez de España y Alexander De Croo de Bélgica. Se reunieron con sus séquitos en la sala de conferencias del hotel para recibir una sesión informativa del jefe de la Comisión Civil Israelí.
Elkayam-Levy decidió dejar a un lado el “discurso del horror” –las desgarradoras descripciones de crímenes que enumeró en la conferencia de Harvard– y se centró en el esfuerzo por reclutar a líderes extranjeros para una cooperación constructiva. No fue un debate, sino un acto en el que Elkayam-Levy fue la oradora principal, con los primeros ministros escuchando. Sánchez se interesó sobre todo por sus posiciones sobre seguridad nacional y terrorismo; De Croo quiso saber si cree en la paz y le preguntó si también ve el sufrimiento de los habitantes de Gaza. Elkayam-Levy señaló que es una activista por la paz desde hace mucho tiempo. Al día siguiente, en el paso fronterizo de Rafah, los dos líderes pronunciarían discursos propalestinos que desencadenarían una crisis diplomática con Israel. Pero Elkayam-Levy no se preocupó por eso. “Aunque expresaran una postura crítica hacia Israel, en ningún momento negaron los actos dirigidos contra mujeres israelíes, ni guardaron silencio”.
Tras una discusión de una hora, Elkayam-Levy continuó hasta otra reunión en el hotel, esta vez con la embajadora canadiense en Israel, Lisa Stadelbauer. Elkayam-Levy entró rápidamente en su elemento y expuso los objetivos de su nueva comisión. Cuando el disgusto y la conmoción por los crímenes de Hamás se hicieron evidentes en el rostro y la voz de la embajadora, Elkayam-Levy le tendió una mano reconfortante.
“Sabía demasiado y demasiado pronto”, dijo, con voz entrecortada, tras repasar algunos de los relatos recogidos por su equipo. “Siento que hayas tenido que pasar por esto”, respondió Stadelbauer, y preguntó: “¿Cómo puede ayudar Canadá?”.
“Para ser sincera”, dijo Elkayam-Levy, “aún no sé lo que pido. Es una carrera de fondo. Ahora nos centramos en crear asociaciones y conseguir que el mayor número posible de organismos internacionales y estatales reconozcan los horrores”.
“Le creo”, dijo la embajadora, señalando que los crímenes son innegables. Al día siguiente, la embajada canadiense hizo pública una declaración de apoyo incondicional a las mujeres israelíes.
Elkayam-Levy termina sus reuniones con líderes y diplomáticos extranjeros con una petición poco habitual: Presionar al gobierno de Israel para que integre a más mujeres en puestos de liderazgo. “Si no lo hacemos ahora, estamos perdidos en el nivel más fundamental”, explica. “El hecho de que el 50% de la población no esté representada crea fallos fundamentales en la resistencia nacional de Israel. Estamos cojeando en nuestra capacidad para hacer frente a las crisis, liderar procesos a largo plazo y hacer avanzar al país. Más allá de que sea un fracaso democrático”.
Elkayam-Levy señala que la representación de las mujeres en puestos oficiales de liderazgo es pésima en todos los poderes del Estado: en el gabinete, en la mesa del gobierno y en las filas de los directores de los ministerios. “No existen mecanismos que garanticen la representación. Los que había fueron pisoteados por este gobierno. Necesitaremos todo el apoyo, incluido el internacional, para implantar sistemas que no cedan a los dictados de uno u otro partido sectorial”.
Las observaciones de Elkayam-Levy pueden parecer intuitivas, pero en realidad se basan en una investigación profunda. Hace dos años, el Consejo de Seguridad Nacional de Israel le encargó que dirigiera un equipo que examinara cómo afectan a las mujeres las crisis y los acontecimientos nacionales extremos. El informe que acabaron redactando sentó las bases de una política nacional que minimizaría los posibles efectos adversos sobre las mujeres en tiempos normales y durante las emergencias (por ejemplo, un aumento de la violencia doméstica), y garantizaría la representación de las mujeres en los organismos que se ocupan de la política de defensa de Israel, incluida una representación del 33% en el gabinete diplomático-defensivo.
Las recomendaciones del informe fueron adoptadas por decisión gubernamental cuando Yair Lapid era primer ministro, pero ahora es improbable que se cumplan. Cuando estalló la guerra, Elkayam-Levy reunió a un equipo de 50 mujeres con talento de distintos campos dispuestas a ocupar puestos en organismos de emergencia y rehabilitación. “No era una lista imprecisa”, subraya. “Nos aseguramos de que todas estuvieran listas para presentarse al día siguiente, y presentamos los nombres en una carta al jefe del Consejo de Seguridad Nacional”.
¿Llamó la atención la carta?
“Por desgracia, creo que no”.
Recientemente han salido a la luz muchas historias de heroísmo protagonizadas por mujeres soldado. ¿Qué efecto tendrá esto, en su opinión, en el debate sobre la integración de las mujeres en las unidades de combate?
“Observo un choque de dos procesos opuestos. Por un lado, están estas historias de heroísmo, y el reconocimiento de la sociedad israelí a los que consiguieron salvar a muchas personas, y a los que desgraciadamente han caído. Por otro lado, la sociedad está experimentando un proceso de radicalización. Y cuanto más nos dirigimos hacia los extremos, y damos poder a grupos que solían estar en los márgenes del mapa político, más crece el peligro de que retrocedamos”.
En los últimos días, hemos oído hablar de los observadores del ejército que advirtieron una y otra vez de actividades sospechosas en la frontera de Gaza y fueron recibidos con sorna por sus superiores, y de la suboficial superior de Inteligencia Militar que advirtió detalladamente de los preparativos de Hamás para el ataque, y nadie hizo caso de sus advertencias. Parece que el fracaso tuvo aspectos de género.
“Absolutamente, y oír esas cosas es como un puñetazo en el estómago. En los cursos que imparto hablo de la desconfianza inherente a las mujeres. Las mujeres levantaron innumerables banderas rojas, gritaron, y nadie las escuchó. El desastre que atravesamos surgió de muchos fallos del sistema, pero la desconfianza hacia las mujeres es uno de los más dolorosos. La verdad simple y concreta se consideraba poco fiable. Te das cuenta de ello y todo tu cuerpo se tensa. Por un momento te sientes impotente. Y entonces queda claro que hay que actuar para que la próxima vez sea diferente”.
Traducción del inglés de Ricardo Dudda.
Publicado originalmente en Haaretz.
Es periodista y colaborador de Haaretz