El relato nunca muere

Para Vox, ser patriota es negarse a asumir las peticiones de solidaridad de una comunidad autónoma española (o cumplir obligaciones legales como la convención de derechos del niño y la ley orgánica de protección del menor) y ser amigo de Putin.
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El problema del socialismo es que ocupa muchas tardes, dijo Oscar Wilde, y gobernar también es un aburrimiento. En España lo vimos hace un tiempo con Pablo Iglesias, que renunció a la vicepresidencia del gobierno y se montó una tele. Ahora lo acabamos de ver con la salida de Vox de los gobiernos autonómicos que tenía con el PP, Aragón incluido. Casi a la vez, a nivel europeo, han pasado del grupo de los Conservadores y Reformistas que lidera Meloni al de Patriotas, el del Fidesz de Orbán. Podría parecer que, para Vox, ser patriota es negarse a asumir las peticiones de solidaridad de una comunidad autónoma española (o cumplir obligaciones legales como la convención de derechos del niño y la ley orgánica de protección del menor) y ser amigo de Putin. O quizá ser Alvise es más divertido que ser gobierno. Otra ventaja es que si no estás en el ejecutivo no muestras ni tu irrelevancia ni tu incompetencia, que son cosas que han castigado a Podemos y a Sumar. Entre las razones de la ruptura hay algo de pretexto, algo de imitación y algo de apuesta. Los veinte menores que acogen Aragón o Castilla y León no parecen en sí razón suficiente para la ruptura. La apelación a los principios tiene sus pegas: parte de sus principios se reflejaría en la acción de gobierno a la que renuncian, y si creen que desde fuera los defenderán mejor que dentro, ¿por qué entraron? Parece que confían en el rechazo a la inmigración como apuesta de futuro y en capitalizar el descontento diciendo que están fuera del sistema. (Aunque ya se sabe que siempre surge alguien más puro y radical que tú.)

Ayer publicaba Jesús Fernández-Villaverde un interesante ensayo sobre el futuro electoral de la derecha en El Confidencial. Llama la atención, como señalaba Fernando Sols, que la coalición de izquierda ha aceptado, por ejemplo, el cambio de la posición española en el Sáhara y deportaciones ilegales de menores sin que pase nada, y que los pactos en la derecha se rompan tan fácilmente. Como Vox es quien ha cancelado el acuerdo, en un momento en el que el PP ha actuado con responsabilidad y con la formación nacionalista española empeñada en convertirse en su propia caricatura, algunos en el PP lo han visto como un alivio. Veremos si pueden atraer a votantes de Vox. Lo que parece optimista es pensar que, como dicen algunos, “el PSOE se queda sin el relato de la ultraderecha”. Eso no ocurrirá, entre otras cosas porque el relato opera al margen de la realidad y siempre hay mecanismos para activarlo. A juzgar por lo que se decía esta semana, los gobiernos autonómicos del PP que aceptan recibir menores son xenófobos, a diferencia del catalán, que se niega a hacerlo. Ya señalaba hace tiempo Pedro Sánchez que Mariano Rajoy se había situado en la derecha más extrema de Europa con la aprobación de la Ley Mordaza, que sigue en vigor 6 años después de que el Partido Socialista llegara al gobierno. 

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Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


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