El candidato presidencial Joe Biden ha elegido como compañera de fórmula a la senadora Kamala Harris. En este espacio, León Krauze ha enumerado bien las fortalezas de Harris: una trayectoria política suficientemente sólida como para aspirar a vicepresidenta, pero no tan larga como para tener “cola que le pisen”; moderación ideológica y una historia personal atractiva, al ser hija de inmigrantes y la primer mujer afroamericana candidata al segundo cargo más importante del Poder Ejecutivo. Todo ello tiene el potencial para activar la energía electoral de las comunidades afroamericana e inmigrante a favor de los demócratas, en un momento en el que la sociedad estadounidense está muy lastimada y dividida por el racismo.
En las campañas estadounidenses, quien compite para la presidencia suele delegar la estrategia ofensiva en el compañero de fórmula. Y en este caso, Kamala Harris tiene el perfil, la agudeza y la personalidad necesarias para ir contra Trump, dejando a Biden el papel de líder conciliador y sensato. Por su experiencia como fiscal de California, Harris bien podría construir con su discurso un caso sólido contra el trumpismo. Pero el primer discurso de Harris como compañera de fórmula de Biden todavía se queda corto en ese sentido.
Aunque habló de las tres graves crisis que aquejan a Estados Unidos –la sanitaria, la económica y la social– la oradora no logró superar el tono descriptivo. Harris dice acertadamente que el país “clama por liderazgo”, pero todavía le hace falta trabajar más sus líneas retóricas para que la audiencia se indigne ante los pecados del trumpismo. Decir que “el presidente se preocupa más por sí mismo que por la gente” o que su presencia “vuelve los retos aún más difíciles de resolver” son verdaderos understatements, afirmaciones que no comunican contundentemente todo el daño que Trump le ha causado a Estados Unidos. Toda la sección del discurso dedicada a acusar a Trump de incompetencia es correcta en los hechos que relata, pero necesita una mayor carga de energía e indignación que simplemente hablar del “fracaso de Trump para tomar al virus seriamente” y de “su delirio de creer que sabe más que los expertos”. Se ha dicho ya tanto de Trump y sus defectos, que Harris necesitará encontrar soundbites, es decir, las frases pegajosas que resuman con fuerza los pecados capitales del personaje.
Al momento de hablar de soluciones, el discurso se debilita todavía más. Harris delinea la plataforma de campaña con promesas vagas, dirigidas a las clases medias, las mujeres y las minorías, especialmente los afroamericanos. Incluye también una promesa muy buena de aumento salarial para médicos y enfermeras, los héroes de la pandemia. La candidata debe hablar más de los valores que animan a estas propuestas –justicia, honestidad, respeto, integridad, gratitud– y contrastarlos con los antivalores del populismo trumpista. Decir que “crearemos millones de empleos” o que “traeremos de regreso cadenas de suministro vitales” no son exactamente las promesas que mueven conciencias.
En suma, si quiere ser más persuasiva, Kamala Harris necesita más pathos, más emoción en su discurso. La candidata tendrá que hacer un mayor esfuerzo para hacer más grandes y más claras las enormes diferencias entre el liderazgo que ella y Biden prometen al pueblo estadounidense y el estilo insensible y venal de Donald Trump. Una línea retórica interesante sería la del caos y la discordia que representa el trumpismo, contra el restablecimiento de la unidad y la reconciliación de la alternativa demócrata. Como si fuera de nuevo una fiscal, la candidata tendrá que plantear con más fuerza retórica el caso contra el presidente y establecer, más allá de la duda razonable, que el castigo que merece es salir de la Casa Blanca.
El reto de Biden y Harris no es menor. A pesar de su ventaja en las encuestas, no pueden cometer el error de dejar todas las emociones de la campaña en manos del manipulador Donald Trump quien, aun malherido, tiene vida suficiente para tirar zarpazos peligrosos. Biden no se destaca como un orador poderoso, así que Harris tendrá que hacer acopio de carácter, rodearse de un equipo altamente competente de redactores de discursos y comunicar sus valores con más pasión y convicción. Por todo lo que está en juego, ojalá lo logre.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.