Mรกs de 100 presidentes, primeros ministros y reyes se reรบnen virtualmente en la Cumbre de las Democracias los dรญas 9 y 10 de diciembre. Se trata de la primera reuniรณn de este tipo en la historia, en la que la aplicaciรณn, o la aparente aplicaciรณn, de los principios democrรกticos en el gobierno de los asuntos nacionales se utiliza como criterio para invitar a los participantes a una reuniรณn internacional.
Hay tres maneras de ver la cumbre. Una visiรณn ingenua es considerarla como una reuniรณn de Estados afines interesados en aprender unos de otros sobre cรณmo mejorar la aplicaciรณn de los principios democrรกticos en casa. (Para eso, sin embargo, hay muchos otros lugares y no era necesario crear uno nuevo). Una forma mรกs realista es verla como un intento de crear una asociaciรณn informal de Estados que traten de promover en el extranjero su modelo de gobernanza bajo el supuesto de que es compatible con los ideales a los que aspira la Carta de Derechos Humanos de la ONU. Sin embargo, lo mรกs realista es verlo como el preludio de la creaciรณn de una asociaciรณn de Estados poco flexible que serรก utilizada por Estados Unidos para encabezar su cruzada ideolรณgica en la escalada del conflicto geopolรญtico con China y Rusia.
Por eso la cumbre es, desde una perspectiva global o cosmopolita (que pretende reflejar), exactamente la idea equivocada. Pretende dividir el mundo en dos campos incompatibles entre los que puede haber poca relaciรณn y aรบn menos entendimiento. Si se llevan las cosas a sus conclusiones lรณgicas, el conflicto es inevitable.
El choque entre China y Estados Unidos es un choque impulsado por consideraciones geopolรญticas: el creciente poder relativo de China y su intento de reafirmar su protagonismo histรณrico en Asia Oriental. No tiene nada que ver con la democracia.
El choque ha adquirido una dimensiรณn ideolรณgica por la insistencia de cada parte en que su sistema estรก mรกs en sintonรญa con las necesidades del mundo. China pone el รฉnfasis en la naturaleza tecnocrรกtica de su sistema que, segรบn afirma, responde eficazmente a lo que la gente quiere; Estados Unidos pone el รฉnfasis en la participaciรณn democrรกtica de la ciudadanรญa.
Sin embargo, los enfrentamientos geopolรญticos e ideolรณgicos entran en un terreno verdaderamente peligroso cuando se trasladan al รกmbito de los valores. Porque el conflicto geopolรญtico puede resolverse, como se ha hecho muchas veces en la historia, mediante una u otra fรณrmula de equilibrio de poder. Lo mismo ocurre con la competencia econรณmica o ideolรณgica de los dos sistemas. Puede ser incluso beneficioso para el mundo, ya que cada bando, al tratar de superar al otro, presta mรกs atenciรณn a cuestiones globales como la reducciรณn de la pobreza, la migraciรณn, el cambio climรกtico, la pandemia y otras similares.
Pero si una de las partes cree que los valores que encarna se oponen totalmente a los valores de la otra parte, es difรญcil ver cรณmo se puede evitar el conflicto a largo plazo. El compromiso entre intereses diferentes es posible, pero no entre valores diferentes. La creaciรณn de una asociaciรณn que consagre o consolide la visiรณn de incompatibilidad de valores entre los sistemas de tipo estadounidense y los de tipo chino contribuye a elevar el choque de intereses original a un plano en el que el compromiso es casi imposible.
La formalizaciรณn del conflicto obliga a todos los paรญses, lo quieran o no, a elegir un bando. Esta alineaciรณn proyecta el choque entre Estados Unidos y China en todo el mundo y lo exacerba.
La lecciรณn que deberรญamos haber aprendido de la primera Guerra Frรญa es que la negativa a dividir el mundo en dos campos implacablemente opuestos disminuyรณ la intensidad del conflicto entre Estados Unidos y la Uniรณn Soviรฉtica, y probablemente ha evitado varias guerras locales. Esta fue la contribuciรณn del movimiento de los no alineados. Pero esto serรก imposible ahora: no habrรก una tercera vรญa. Segรบn la lรณgica de la Cumbre, o estรกs con nosotros o estรกs contra nosotros.
La lรณgica maniquea de la lucha entre el bien y el mal impregna la actitud actual de muchos medios de comunicaciรณn y polรญticos occidentales. Puede que muchos crean de verdad que estรกn del lado de los รกngeles, o que se hayan convencido a sรญ mismos de creerlo, pero no se dan cuenta de que al hacerlo participan en una lectura muy interesada de la historia y acercan al mundo a un conflicto abierto. De hecho, lo que hacen es justo lo contrario de lo que exigirรญa la bรบsqueda de la paz, la construcciรณn de compromisos y el enfoque cosmopolita: buscar un terreno comรบn entre los sistemas y los paรญses, y dejar que evolucionen de forma natural hacia un mejor estado de cosas.
Todos los grandes conflictos comienzan con grandes justificaciones ideolรณgicas. Las cruzadas empezaron con la idea de arrebatar el control de la tumba de Jesรบs a los “infieles”. Se convirtieron en expediciones de saqueo que destruyeron todas las sociedades, cristianas o musulmanas, en su lugar. El colonialismo europeo se justificรณ en tรฉrminos religiosos (evangelizaciรณn de los โpaganosโ) o de civilizaciรณn. Eran cortinas de humo para el sistema de trabajo servil en Amรฉrica Latina, la esclavitud en รfrica y el control de las polรญticas internas en otros lugares (India, Egipto, China y la mayor parte de รfrica). Al final de la Primera Guerra Mundial, un proyecto igualmente megalรณmano de Woodrow Wilson, aunque pretendรญa seguir los grandes principios de la autodeterminaciรณn y la democracia, degenerรณ en una aprobaciรณn del dominio colonial bajo la etiqueta de โprotectoradosโ y โmandatosโ, y en sรณrdidos acuerdos territoriales.
Este nuevo proyecto grandioso, si sigue vivo, terminarรก de la misma manera: como una endeble tapadera para objetivos mucho mรกs mundanos. Por eso la primera cumbre de las democracias deberรญa ser, ojalรก, la รบltima.
Branko Milanovic es economista. Su libro mรกs reciente en espaรฑol es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revoluciรณn francesa al final de la guerra frรญa" (Taurus, 2024).