Siempre me ha costado mucho trabajo entender por qué algunos de mis amigos pueden, al mismo tiempo, ser enemigos jurados de los dictadores de derecha y amigos incondicionales de los de izquierda.
Una persona que se eterniza en el poder, impide elecciones libres y justas, censura a la prensa libre, no permite el juego de partidos políticos y fundamenta su legitimidad en un movimiento armado es un dictador. Y un dictador, siempre será un dictador, en el mismo sentido en el que el poeta Robert Frost describió a la rosa: “La rosa es una rosa. Y siempre ha sido una rosa”.
La historia viene a cuento por la infame Declaración del Foro de San Paulo apoyando la salvaje represión de Daniel Ortega en Nicaragua. A los Foristas no les importa que Ortega, quien ya va en su cuarto mandato presidencial, haya manipulado la Constitución para perpetuarse en el poder, ejerza un poder dictatorial sobre las débiles instituciones del país, designe a su esposa sucesora en el trono y masacre a los ciudadanos nicaragüenses que piden nuevas elecciones democráticas en el país.
En su esperpéntica visión de los hechos, el desastre humanitario que los Ortega han perpetrado en el pequeño país centroamericano y los problemas de Nicaragua se reducen a dos: a Estados Unidos y a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Su diagnóstico es grotesco pero rutinario y predecible.
Los defensores de los regímenes autoritarios de izquierda siempre culpan al otro y nadie es mejor víctima propiciatoria que “el imperialismo yanqui” que evidentemente tiene sus propios horrores pero no los que los Ortega y su coro de admiradores le adjudican.
Afortunadamente para mi, justo después de leer la infame declaración del Foro, y cuando la indignación empezaba a alterar peligrosamente mi presión sanguínea, la lectura de la columna Parque Jurásico de mi admirado amigo y tocayo Sergio Ramírez, entrañable escritor y ex vicepresidente del gobierno sandinista en sus principios, me sirvió de antídoto.
Con la elegancia y lucidez que caracterizan sus escritos, Sergio contrasta las necedades dichas por Evo Morales, Maduro y el séquito de aduladores de las dictaduras, con las palabras del ex presidente de Uruguay José Mujica, quien lamentando los infortunados sucesos en Nicaragua escribió, “quienes ayer fueron revolucionarios, hoy perdieron el sentido en la vida. Hay momentos en que hay que decir ‘me voy’”.
No olvidemos que Mujica fue el guerrillero Tupamaro que se rebeló contra la dictadura militar uruguaya, fue torturado en la prisión y una vez amnistiado ocupó puestos políticos en su país hasta ganar la presidencia en 2010 por un período de 5 años. Ramírez cita a Mujica porque ambos, prominentes miembros de la izquierda democrática, siguen creyendo que “los fundamentos éticos de la izquierda (están) basados en ideales permanentes más que en ideologías que se quedan mirando al pasado”.
Yo coincido con Sergio y con Mujica porque creo, como escribe Sergio, que “El oficio ético de la izquierda fue siempre estar del lado de los más pobres y humildes, con sentimiento y sensibilidad,” no “con un sistema burocrático que justifica crímenes en nombre de una ideología férrea”.
Hace apenas veinte años que surgió la “nueva izquierda” en América Latina que llegó al poder por la vía democrática a 15 países del hemisferio. Hoy, la “izquierda salvaje” solo subsiste en un puñado de países. Y esta es la pregunta central que plantea la polémica declaración del Foro: ¿Son Ortega, Maduro o Morales realmente dirigentes de izquierda o tan solo aspirantes a caudillo “light” latinoamericanos semejantes a los del siglo XIX pero de muy disminuido en su talante?
Independientemente del juicio que a usted le merezcan los gobiernos de Mujica y Tabaré Vázquez en Uruguay; de Lula y Rousseff en Brasil; de Lagos o Bachelet en Chile, lo que no admite discusión es que gobernaron de acuerdo a las reglas democráticas universales y no obstaculizaron la alternancia política.
Hoy, la supervivencia de la “izquierda salvaje” en Cuba, Venezuela, y la Nicaragua de los Ortega sigue ahondando la tumba de la izquierda democrática en el hemisferio americano.
Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.