Mitt Romney y Barack Obama. Foto: Salon.com

Apuesto por Obama

Para vencer a Romney, Obama tendrá que comprometerse intelectualmente. Tendrá que debatir con frecuencia, defendiendo una economía que si bien no será indefendible sí representará un reto mayúsculo.
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Comienza 2012. ¡Y vaya año que nos espera! Justamente hoy empieza, en Estados Unidos, el proceso formal de selección del candidato republicano a la presidencia de aquel país. En una dinámica extrañísima que recuerda más a una asamblea vecinal que a una elección presidencial, de los caucus de Iowa surgirá un ganador. Pero cuidado: en Iowa se hace mucho ruido para pocas nueces. A final de cuentas, el ganador de hoy importará poco. El proceso es largo y probablemente se definirá hasta principios de marzo, en el llamado ‘supermartes’, cuando se realizan primarias en una decena de estados. Hay quien dice que, este año, el candidato definitivo entre los republicanos no quedará claro sino hasta abril.

Todo ello conviene, antes que a nadie, a Barack Obama. Cualquier proceso electoral prolongado tiende a desgastar a sus protagonistas, y las primarias republicanas no serán la excepción. Mucho más cuando se toma en cuenta el calibre de radicalización que ha sufrido el partido de la derecha en Estados Unidos. No es lo mismo pelear por meses en un tono moderado y civilizado a tener que hacerlo diciendo barbaridades a cada paso, como han tenido que hacer los aspirantes republicanos para tratar de convencer a los fanáticos, quienes, desde los márgenes, parecen manejar los hilos del partido desde hace unos años. Es una regla de oro (que estamos viendo también en México, por cierto): mientras más lejos del centro tiene que moverse un candidato para ganar el favor de su base electoral, más complicado le será regresar a la moderación para convencer a los independientes e indecisos, quienes tienden a decidir los procesos electorales.

Pero incluso tomando en cuenta los beneficios de la larga carrera de primarias entre los republicanos, el desenlace del proceso probablemente no será el mejor para Obama. Lo más probable es que los candidatos radicales (Perry, Gingrich, el aterrador Santorum) vayan cayendo poco a poco para que, al final, quede de pie Mitt Romney. Es verdad que el ex gobernador de Massachusetts es rígido, poco carismático y notablemente malo para el día a día de una campaña, pero también es cierto que tiene cartas credenciales envidiables en asuntos económicos. De hecho, de acuerdo con una versión reciente, Romney solo decidió postularse precisamente porque descubrió que la elección giraría en torno de la economía. Es una mala noticia para Obama. Y la razón es simple: a pesar de los malabares ideológicos a los que se ha tenido que someter para ganar la candidatura, Romney sigue siendo, en la práctica, el más moderado de los aspirantes de su partido. Sobre todo en asuntos económicos, es un pragmático con conocimientos inapelables. Obama no podrá caricaturizarlo como podría haberlo hecho, por ejemplo, con el impresentable Rick Perry. Para vencer a Romney, Obama tendrá que comprometerse intelectualmente. Tendrá que debatir con frecuencia, defendiendo una economía que si bien no será indefendible sí representará un reto mayúsculo. La historia indica que un presidente rara vez gana la reelección cuando la economía del país no le favorece.

De todos modos, si tuviera que apostar, lo haría por Obama. Sus índices de aprobación han repuntado levemente y no es improbable que la economía le de cierto respiro en el verano de 2012. Obama también podrá aprovechar la testarudez infinita de los republicanos en el Congreso, que se han dedicado a boicotearlo desde el origen mismo de su presidencia (con un dejo inconfundible de racismo). Además, de acuerdo con las últimas encuestas, Obama puede todavía contar con el apoyo de sectores que, se temía, podían haberlo abandonado. Los hispanos son el ejemplo más importante: el sondeo más reciente indica que Obama ganaría 68 por ciento del voto latino, un punto por encima de lo que obtuvo en 2008 contra McCain. La campaña del presidente tendrá, entonces, solo una gran tarea: motivar a los votantes para que se presenten en las urnas. De ocurrir así, los republicanos tendrán que vivir con su peor pesadilla: cuatro años más de Obama en la Casa Blanca.

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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