Tristán es un periodista francés a tiempo parcial. Dos o tres veces al año se lanza de cabeza a un proyecto informativo fuera de su país y vende el resultado como reportero independiente. Afganistán y Ucrania están en su lista de abril, pero no descarta un viaje a México pronto. Las guerras, los conflictos políticos y las crisis de derechos humanos son algunos de los temas que más fácilmente coloca en su mercado de medios parisinos, ávidos de historias extremas.
Pero no lo vean feo. Él asegura que su selección de temas y países obedece a una razón más idealista, menos mercenaria (¿escribí menos mercenaria? Perdón Tristán, quise decir menos pragmática). Su motivo principal, y lo dice con brillo en los ojos, es el goce absoluto de libertad. Es más: me asegura que sale perdiendo dinero, pero un par de veces al año, entre las balas, la destrucción, el sufrimiento y los sustos, se siente libre de verdad como periodista.
La afirmación es sorprendente, pero hay algo de lógica ahí. La ausencia de orden político, el colapso de las normas, producen una burbuja de anarquía. Esa burbuja puede ser usada para fines más perversos; él la usa para observar, registrar y difundir lo que solo su voluntad le manda. Ni siquiera tiene un jefe de redacción que le exija un ángulo específico. Va solo, regresa solo, se manda solo.
¿Es eso la libertad de prensa? Isaiah Berlin pondría aquí una anotación importante. Es un tipo de libertad. La libertad negativa en su expresión absoluta: ningún agente de poder interfiere. Quizá una explosión, pero ciertamente no un presidente, ni una ley restrictiva, un burócrata o un líder religioso.
¿Es a eso a lo que hay que aspirar en materia de libertad de prensa? Hoy en México se pide seguridad y justicia a las instituciones; respeto es lo que se demanda al presidente. Si Tristán viene, contará después que ejerció su libertad. ¿Estamos equivocados entonces?
No lo creo. Tristán es un buen ejemplo para discutir el asunto, porque él observa y registra la guerra con eso que llama libertad, pero ojo, regresa a su país a publicar lo que se encontró en los abismos. No acude a los medios en Kiev, no es tonto. Regresa a donde hay un espectro más amplio de lo que conocemos como libertad positiva.
La libertad positiva es (otra vez recurro a Isaiah Berlin) aquella libertad que el individuo alcanza cuando las condiciones externas se lo permiten. Cuando no tiene hambre y por ello es capaz de usar la razón. Cuando no está corriendo por su vida ni libra una batalla en el hospital. Los adeptos al Estado de bienestar –o, en su versión extrema, al socialismo– se han inclinado por identificar la libertad con garantías para las necesidades básicas.
Tristán regresa a un lugar en el que puede sanar sus heridas en un hospital, hay energía eléctrica y agua, pero no solo eso. Vuelve a un lugar en donde sus publicaciones no lo llevarán ni al ostracismo ni a la cárcel. Si escribe que Macron ha sido incapaz de liderar a la Unión Europea ante la guerra, este no usará la cadena nacional para acusarlo de ser un adversario pagado por la derecha que hoy está en campaña electoral.
Recurro a ejemplos franceses para alejarme del escenario mexicano, en un esfuerzo por despejar la mirada de mi país, donde el periodismo es acosado verbalmente en el centro y asesinado impunemente en la periferia.
Liseron Boudoul es una periodista muy conocida en la televisión francesa. Desde hace muchos años, su rostro y sus investigaciones salen en TF1, la principal cadena de tele en ese país. Siempre está metida en los conflictos bélicos y hoy reporta desde Ucrania, en donde ha decidido seguir no a las víctimas, no a la destrucción, sino a los soldados rusos. Ella tiene una libertad distinta a la de Tristán. Por un lado, la respalda un medio potente y por otro, ella decidió abrir una ventana entre las tropas rusas. Imagínense. Tristán se mueve solo. Ella reporta bajo la mirada de las tropas invasoras. Una de las hipótesis para su amplio margen de movimiento entre los soldados es, curiosamente, la minusvalía de su condición de género. Es una hipótesis; ella nunca lo ha dicho así. Pero si así fuera, estaríamos ante la sorprendente paradoja de que una limitación (el género), usada con inteligencia por una mujer que tiene condiciones óptimas de libertad positiva, termina por darle libertad negativa. Los soldados no interfieren.
Por lo visto no llego a ningún lado. A ver, lo intento. ¿La libertad de prensa es lo que consigue un periodista en condiciones extremas o es lo que la sociedad garantiza a un periodista que se sumerge en condiciones extremas? ¿Puede decirse que las condiciones extremas son las que amplían la libertad de expresión?
Tristán asegura que su libertad en Francia es limitada. Se refiere a la libertad para expresarse en torno a los asuntos nacionales, acotada por la corrección política de los medios, por el papeleo y por el poco impacto que tiene en el poder público. Liserole ha sido ya víctima de ataques y acoso en Francia. Un grupo de la comunidad de Azerbaiyán protestó en el canal y amenazó de muerte a la periodista. TF1 retiró el reportaje. Las autoridades se pronunciaron a favor de la libertad de la periodista y de la televisora, pero como estos no pusieron queja, no se inició procedimiento judicial alguno, como sí se hizo, con resultados, cuando la revista Charlie Hebdo fue atacada por franceses musulmanes.
Cuando reporta sobre Ucrania, Liserole no tiene problemas. ¿Dónde está la libertad de prensa entonces? ¿Allí donde el periodista y su gobierno y su comunidad nacional no son actores? ¿Qué pasaría si hubiera soldados franceses en Ucrania y Liserole reportara la vida de los soldados rusos?
Para añadir complejidad al tema, acudo al caso de Zhana Agalakova. Ella es rusa y trabaja desde Francia, donde hacía propaganda para el gobierno de Putin, cuestionando en libertad las decisiones de la Unión Europea para medios franceses. ¿Ejercía su libertad o no? Zhana acaba de renunciar, harta de servirle a Rusia con la libertad francesa.
Cada vez tengo menos certidumbres y más preguntas sobre la libertad de expresión, pero atisbo 1) que es un continuo, no una condición absoluta, 2) que distintas variables la impactan (desde el tema hasta la colocación geográfica del periodista, pasando por la protección previa y la justicia posterior a un crimen de prensa) y 3) que hay libertad de prensa negativa y libertad de prensa positiva, pero que ninguna funciona bien sin la otra.
es politóloga y analista.