Los solitarios somos piezas de ajedrez que aprendimos a jugar fuera del tablero. En Harvard Square me encontrรฉ con una de estas, un rey negro con rastas: Billy “the Magician” Collins. Billy tiene sesenta aรฑos y lleva cincuenta jugando ajedrez. Creciรณ en una casa de asistencia en Roxbury, la dejรณ para vivir en la calle, y lleva su casa en un carrito: una computadora, un juego de ajedrez con su reloj, algรบn libro, una muda de ropa. Pero en realidad, como yo, vive mรกs tiempo afuera, en el refugio de un tablero imaginario.
Nos pusimos a jugar una tarde de junio de 2013, en Au Bon Pain. Hacรญa un poco de frรญo afuera, asรญ que compramos cafรฉ y entramos. Dos piezas de diferentes colores que movรญan otras piezas. Pronto nos rodeรณ un grupo. Siempre hay espectadores en esa cafeterรญa, pero me sorprendiรณ que esta vez fueran tantos. Es que Billy tiene fama de ser uno de los mejores jugadores de ajedrez rรกpido de Harvard Square. Ha vencido a grandes maestros como Roman Dzindzichashvili, Patrick Wolff, Farzad Abdi, y empatรณ con Loek van Wely en un juego de tres minutos. En torneo les ha ganado a jugadores con puntuaciรณn mucho mรกs alta que la suya: Alex Cherniak, David Vigorito, FM Christopher Chase, entre otros.
Pusimos el reloj a cinco minutos. Sacรณ las piezas, gastadas por el uso, de una bolsa vieja y sucia. Acomodarlas es un ritual y parte del ritual es mi manรญa de terminar de hacerlo antes que el contrincante, para lo cual a veces retengo una de sus piezas en la mano. (Quizรก porque eso inquieta a las otras piezas, como en el poema del otro Billy Collins, el poeta [trad. A. A.]:
Ausencia
Esta maรฑana en que sobre las torres
de la ciudad fluรญan nubes bajas
vi en el parque, al lado de una banca,
el marfil de una pieza de ajedrez:
era un caballo blanco,
y en el viento agitado de palomas
pensรฉ en dรณnde estarรญan las demรกs,
dรณnde formaban filas
en sus casillas rojas, negras,
algunas muy inquietas
por el salero
que usurpaba su puesto,
y para sus adentros
anhelando el momento
en que el caballo blanco
volverรญa de a saber dรณnde
y avanzarรญa hacia el tablero
en su forma caracterรญstica,
dando un paso adelante y otro a [un lado
antes de continuar: esa movida
que yo le hacรญa hacer una y mil veces
en la soleada palma de mi mano.)
Yo llevaba las blancas, juguรฉ d4 y รฉl Cf6, movimos muy rรกpidamente en la apertura y pronto entramos al medio juego con una posiciรณn equilibrada.
Dicen que el ajedrez es un juego muy lento, pero nunca mรกs he visto esas rรกfagas de piezas que pasaban volando a toda velocidad, esos รกrboles de variantes que hay que calcular en segundos. Lo รบnico parecido a esa sensaciรณn, para mรญ, es la de ver las letras de los palรญndromos formarse en mi cabeza. Por eso no me gusta escribirlos en papel sino directamente en Twitter. La pantalla me presiona a pensar con rapidez, como el reloj del ajedrez, y la presiรณn de jugar me hace sentir la adrenalina, aunque en Twitter juego contra mรญ misma. Oรญ derrota, la dama amada la torre dio…
Estaba muy nerviosa, no me gusta tener espectadores, me equivoquรฉ y perdรญ un peรณn (suficiente desventaja para perder un juego entre jugadores de cierta fuerza), pero reaccionรฉ y empecรฉ a atacar a su rey como si mi vida dependiera de ese juego. Pronto se invirtieron los papeles y no tardรฉ en tener a su rey acorralado en la octava fila, con mis dos torres en sรฉptima, pero no hay que olvidar que el ajedrez es un juego de espacio y tiempo: en mi reloj estaban a punto de acabarse mis cinco minutos, poco tiempo para buscar el mate, asรญ que tuve que darle jaque perpetuo, lo que se declara empate una vez que se cae por tercera vez exactamente en la misma posiciรณn. Asรญ terminamos el juego y recibรญ un aplauso de los espectadores, que aรบn no se acostumbran a ver jugar a una mujer al tรบ por tรบ contra jugadores fuertes. En los aรฑos que llevo yendo a jugar a Harvard Square, no he visto a ninguna otra mujer que asista regularmente. A veces van esposas de jugadores, como la de Larry Christiansen, pero de acompaรฑantes, o alguna seรฑora que lleva a sus niรฑos a jugar o a tomar alguna clase. Varios jugadores viven de dar clases particulares.
Billy y yo tenemos aรฑos de jugar en ese lugar, nos hemos hecho amigos y no me cobra las partidas, como a los demรกs. Hablamos casi exclusivamente en lenguaje algebraico; es lo mรกs cรณmodo: “Si hubieras movido a Tf7, Rg8, g5…”
Ese dรญa me atrevรญ a cambiar de lenguaje y a preguntarle quรฉ llevaba en su carrito. Me contรณ que el doctor familiar le habรญa enseรฑado a jugar cuando era niรฑo, me hablรณ de su vida en una casa de asistencia, me dijo que lleva veinte aรฑos viviendo en la calle y que gana mรกs dinero mendigando que cobrando por jugar o por dar clases. Como a mรญ, no le gusta jugar por internet: disfruta el contacto humano y la adrenalina de jugar contra reloj. Tambiรฉn le gusta escribir: lleva varios capรญtulos de una novela, Fallen angel, y ha publicado algunos en Spare Change News, un periรณdico local publicado por Homeless Empowerment Project.
En el fondo no รฉramos tan diferentes. Los dos habรญamos vivido en un tablero casi toda la vida, pero รฉl no se ha podido salir.
Hace poco lo encontrรฉ pidiendo limosna en la calle. Encogido por el frรญo, apagado y sin poderes, muy distinto del hablantรญn vivaracho que mueve las piezas, parecรญa una pieza perdida fuera del tablero, comida por el rival. No era la primera vez que me lo encontraba pero, nerviosos, nunca pasamos de “Hi, Billy”, “Hi, Hilda”. Esta fue la primera vez que me animรฉ a darle algo de dinero. Quedamos en jugar al dรญa siguiente en un lugar mรกs tranquilo, sin tantos mirones, como el Starbucks que estรก a dos cuadras, pero se averiรณ su computadora y no pudimos comunicarnos. Lo esperรฉ dos horas jugando con Andrey Froim (un maestro ruso de 71 aรฑos, que vive de jugar por dinero ahรญ mismo), pero no llegรณ.
Dicen que el hombre con el que juego ajedrez en el parque lleva aรฑos jugando solo. ~
es ajedrecista, pintora, mรบsica, poeta y fotรณgrafa. Naciรณ en la ciudad de Mรฉxico. Ha publicado dos libros de aforismos y palรญndromos. Relojes de arena (2013) y en Espaรฑa Apholรญndromos (2016). Su pรกgina web es: www.merlina.com.mx. Sus aforismos y palรญndromos pueden leerse en @MerlinaAcevedo