Ilustraciรณn: Eva Vรกzquez

Breve historia del futuro europeo

Los fundadores de la Uniรณn Europea habรญan vivido los efectos catastrรณficos del nacionalismo y desconfiaban de la capacidad del Estado naciรณn para contener los fanatismos de la identidad. El olvido de esa idea inicial es una de las razones de la parรกlisis del proyecto europeo.
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Hegel dijo una vez: “tambiรฉn se puede morir por costumbre”.

Por supuesto, no cuestionaba la finitud biolรณgica de la vida humana, sino que se referรญa a la naturaleza polรญtica y social del ser humano. Si uno vive totalmente inmerso en lo cotidiano, y se gana la vida “haciendo un trabajo servil, donde la herramienta se ha vuelto autรณnoma, en otras palabras una mรกquina”, esta “muerte por costumbre” se establece, “temblando frente a la muerte social”. Ese temblor es la agitaciรณn final de un movimiento histรณrico que ha encallado porque su intenciรณn y necesidad, es decir, el progreso en el espรญritu de la libertad, ha caรญdo en el olvido, y su objetivo, aunque provisional, se considera amenazador para lo familiar y por tanto se reprime.

Este fragmento de Elementos de la filosofรญa del derecho describe muy bien la actual situaciรณn moral de la Uniรณn Europea, donde los derechos se vuelven a someter a la costumbre, y donde hay un componente de estatismo: ha detenido el proceso de la unificaciรณn europea. Lo รบnico que todavรญa se mueve es el mero miedo al futuro, que se expresa en forma de resentimiento. Cuando sale a la calle, este resentimiento se denomina movimiento, pero solo es una necrologรญa caricaturizada del ser humano como zoon politikon.

Sin embargo, hace medio siglo el futuro era brillante. La imagen del futuro, dibujada por los fundadores del proyecto europeo, era una obra maestra de la razรณn prรกctica en el espรญritu de la Ilustraciรณn. Era radicalmente atrevida y vanguardista por su elegante claridad y lรณgica. Sus principios eran los derechos humanos y en concreto la necesidad humana de paz, seguridad social, oportunidades vitales y posibilidades de participaciรณn polรญtica. Era un proyecto de vida en dignidad.

“La obra de unidad que hemos comenzado, en la que trabajamos cada dรญa, no es una idea esquemรกtica ciegamente proyectada en el futuro, no es un sueรฑo nebuloso. Es mucho mรกs una realidad, porque se orienta hacia las realidades de Europa.” Son palabras de Walter Hallstein, el primer presidente de la Comisiรณn Europea, en un discurso pronunciado en Roma en 1964 que atrajo mucha atenciรณn y ahora se ha olvidado.

Al leer el discurso hoy y reconstruir la realidad de la idea de la que hablaba, es imposible no sentirse sorprendido y fascinado. Revela los orรญgenes del miedo mortal de tantos europeos hacia Europa.

¿Quรฉ eran las “realidades europeas”? Tras una guerra de treinta aรฑos (1914-1945) Europa estaba en ruinas. Muchos habรญan vivido la guerra franco-alemana, la obertura de la autodestrucciรณn europea. Las personas que intentaban reconstruir Europa habรญan visto que los tratados de paz y las alianzas internacionales no podรญan garantizar la paz y la justicia. Esta experiencia habรญa sido tan profunda que se podรญa convencer a la gente de que era posible alcanzar una paz duradera de un modo totalmente nuevo. Pero ¿cรณmo? Los fundadores del proyecto de la integraciรณn europea habรญan reconocido al agresor que habรญa destruido la infraestructura del continente, que habรญa causado sufrimiento y miseria a generaciones enteras, que era el responsable de los crรญmenes mรกs horrendos contra la humanidad, hasta llegar a Auschwitz. El agresor era el nacionalismo, la inflamaciรณn ideolรณgica de las naciones, la arrogancia que produce de manera inevitable conflictos permanentes con los intereses de otros paรญses. Esos “intereses nacionales –escribรญa Jean Monnet– no son sino los miopes intereses econรณmicos de las รฉlites nacionales, cuya satisfacciรณn, en tรฉrminos econรณmicos, entraรฑa definir la poblaciรณn nacional, y las poblaciones de otras naciones, como pรฉrdidas y convertirlas en vรญctimas”.

Crear paz en Europa era una ambiciรณn moral que todos podรญan compartir, pero Jean Monnet era consciente de que los llamamientos รฉticos y la confianza en el hartazgo de la guerra que sentรญa la gente no aportarรญan una seguridad mรกs duradera que los tratados internacionales de paz. La idea, formulada como plan junto al ministro de Exteriores de Francia, Robert Schuman, iba a superar poco a poco el nacionalismo animando a las naciones a abandonar sus derechos de soberanรญa hasta que, igualmente vaciadas y privadas de su nรบcleo, dejasen de tener un futuro, lo que permitirรญa debilitar el nacionalismo de manera definitiva. Para que eso funcionara, las instituciones supranacionales tendrรญan que apoderarse gradualmente de las instituciones nacionales. El proceso empezรณ con la creaciรณn de una alta autoridad que regulaba la producciรณn de carbรณn y acero en nombre de los Estados miembros. El carbรณn y el acero eran cruciales no solo para la guerra sino para la reconstrucciรณn y la recuperaciรณn econรณmica. Crear una autoridad supranacional que controlase esos productos, asegurando una distribuciรณn justa e impidiendo el rearme secreto, era el primer paso en el diseรฑo de una evoluciรณn posnacional hacia la integraciรณn polรญtica y econรณmica de las naciones europeas, que evitarรญa que se desviaran de ese camino y que finalmente superarรญa por completo las naciones.

“El nacionalismo ha destruido la cultura y la civilizaciรณn europeas” (Stefan Zweig).

“Las naciones y sus instituciones polรญticas han demostrado de forma definitiva que no son aptas para la tarea de crear una paz y un imperio de la ley duraderos” (Jean Monnet).

“Sea lo que sea que decidamos e intentemos llevar a cabo en las nuevas instituciones, el objetivo es y sigue siendo la superaciรณn de las naciones y la organizaciรณn de una Europa posnacional” (Walter Hallstein).

“Cuando pienso que los franceses, los alemanes, los belgas, los holandeses, los italianos y los luxemburgueses seguirรกn un conjunto comรบn de reglas y por tanto verรกn sus problemas comunes a la misma luz, y que como resultado el comportamiento que tengan unos con otros cambiarรก de manera fundamental, me digo que las relaciones entre los europeos habrรกn hecho un progreso crucial” (Jean Monnet).

Ese progreso es un hecho objetivo, y la dinรกmica del proceso histรณrico iniciado entonces condujo, en muchos pasos pequeรฑos pero constantes, a un progreso aรบn mayor. Por ejemplo, consideremos la eliminaciรณn de las fronteras nacionales en el espacio Schengen y la introducciรณn de la primera moneda transnacional en la eurozona. Consideremos el mercado comรบn, que ha producido una economรญa transnacional y la extinciรณn de las economรญas nacionales, algo que los economistas nacionales y los polรญticos a los que asesoran todavรญa no han comprendido. De hecho, el proceso de la integraciรณn europea puede reivindicar el periodo de paz mรกs largo en la historia de los paรญses que participan en el proyecto.

Al mismo tiempo, ha ocurrido algo extraรฑo. Los representantes polรญticos actuales y grandes partes del pรบblico han olvidado la razรณn histรณrica del proyecto, sus objetivos originales. ¿Serรญa capaz Franรงois Hollande de repetir la declaraciรณn de Mitterrand de que “le nationalisme, c’est la guerre”?* ¿Se atreverรญa Angela Merkel a deletrear siquiera las palabras de Hallstein: “el objetivo es la superaciรณn de las naciones”? Cualquiera puede responder en sueรฑos la pregunta “¿Quรฉ es la Uniรณn Europea?” con “¡Un proyecto de paz!”, antes de bostezar y volverse a dormir. Pero la respuesta es menos de la mitad de la verdad. La verdad completa era y es: “Que garantiza una paz duradera a travรฉs de la superaciรณn de las naciones y de la creaciรณn de una Europa posnacional.”

“Proyecto de paz” es menos de la mitad de la verdad porque no dice cรณmo se puede garantizar la paz, y por tanto es vulnerable a los engaรฑos ideolรณgicos sobre la necesidad de la identidad nacional y la defensa de los intereses nacionales. La paz se da por sentada, pero lo que se defiende, y lo que se considera amenazado, no es la paz sino la costumbre. Es la costumbre de percibirse como perteneciente a una naciรณn, y de entenderse a uno mismo y su posiciรณn en el mundo a partir de eso. Una de las cosas que se consideran amenazadas es la capacidad de los ciudadanos para participar en polรญtica, en otras palabras la propia democracia, que se ha enseรฑado como democracia nacional y como algo que solo puede concebirse de ese modo.

Si no oyes la mรบsica, parece que los bailarines estรกn locos.

Gente que nunca ha conocido el significado del proyecto se da cuenta ahora de sus consecuencias y lo considera demente y amenazador. Los representantes polรญticos responsables de la polรญtica europea, elegidos nacionalmente, saben que su supervivencia polรญtica depende de que se ofrezcan a proteger intereses nacionales. En otras palabras: deben utilizar todos los medios para preservar la ficciรณn de que los “intereses nacionales” son sinรณnimos de los intereses del electorado. De ese modo surge un cรญrculo vicioso en Europa que denominamos “renacionalizaciรณn”. El รญmpetu hacia la renacionalizaciรณn no viene de la extrema derecha, el clรกsico biotopo del nacionalismo, sino del centro polรญtico, inmanente al sistema.

Al reconstruir la idea de los padres fundadores del proyecto resulta claro por quรฉ la mayorรญa de la gente considera una locura lo que eran conclusiones osadas pero esencialmente lรณgicas extraรญdas de la experiencia histรณrica: una superaciรณn de los Estados naciรณn, una Europa que desarrolle una forma de organizaciรณn polรญtica sin naciones. Para la mayorรญa de la gente de la actualidad, algo asรญ es totalmente inconcebible.

Pero inconcebible… Nadie concebรญa que fuera a caer el muro de Berlรญn. El dรญa anterior era inconcebible, y al dรญa siguiente ocurriรณ. Era totalmente inconcebible que la Uniรณn Soviรฉtica colapsara. Y lo hizo. Era deseable, era un elemento permanente de la agenda polรญtica del Occidente libre, se invocaba en los sermones de los domingos, pero era inimaginable que ocurriera de verdad. El objetivo se habรญa convertido en un tรณpico, y el tรณpico habรญa creado la fantasรญa polรญtica de que existรญa un mundo en el que gobernaban los tรณpicos, en vez de la ambiciรณn por hacer realidad lo que era posible. Y, sin embargo, lo inconcebible ocurriรณ. Sรญ, habรญa sido una dinรกmica independiente, pero fue el resultado de un movimiento que se habรญa puesto en marcha de forma polรญtica y se habรญa invocado de manera reiterada. Una generaciรณn polรญtica que no aprende de eso es una generaciรณn perdida.

Todos los argumentos que defienden lo indispensable de la (auto)organizaciรณn nacional han sido desmentidos por la historia hace mucho y, para aquellos que no conocen la historia, por la realidad y la experiencia contemporรกneas.

La naciรณn, dice un argumento familiar que se presenta de forma cada vez mรกs agresiva, crea identidad, y esa cultura, historia, mentalidad y lengua compartidas son el medio para la solidaridad entre el individuo y el conjunto de la sociedad.

Ese argumento es una ficciรณn. Si un idioma comรบn fuera a constituir una identidad nacional, Austria tendrรญa que ser parte de Alemania. Si la cultura histรณrica fuera el elemento aglutinador, el norte de Austria y el sur de Alemania serรญan una sola naciรณn que excluirรญa el norte de Alemania y el sur de Austria. ¿Historia comรบn? Segรบn eso, Austria estรก mรกs cerca de Hungrรญa que de Alemania. Los habitantes de la ciudad tienen una mentalidad radicalmente diferente a la de los habitantes de los pueblos alpinos o de las llanuras rurales, al margen de las fronteras nacionales y de los idiomas. Para alguien de Viena, las ciudades de Bratislava, Budapest o Praga estรกn mรกs cerca, en tรฉrminos de mentalidad histรณrica y de distancia geogrรกfica, aunque son las capitales de otros paรญses y aunque en ellas se hablan otros idiomas, que, digamos, Gfรถls en el Tirol o Feldkirch en Vorarlberg, cuyos habitantes tienen el mismo pasaporte que un vienรฉs.

¿Y quรฉ hay del argumento que dice que los Estados naciรณn fueron los responsables de traer la democracia y el imperio de la ley y solo ellos pueden preservar esos logros? Eso no es tanto ficciรณn ingenua como delirio histรณrico. En 1871, por ejemplo, ¿la gente libre se alegraba de estar unida en la naciรณn alemana? No, fue un baรฑo de sangre. Y, despuรฉs de que las manos ensangrentadas se hubieran lavado, despuรฉs de que la cota de malla que apestaba a muerte y putrefacciรณn se hubiera guardado en el armario y los cascos se hubieran limpiado, ¿amaneciรณ una nueva era democrรกtica? ¿Bajo la espada de Bismarck, en medio de la lluvia de balas paramilitares, el terror del asesinato polรญtico y las ejecuciones sin justicia? ¿Son las leyes de emergencia el ideal del imperio de la ley? La verdad es que, hasta la fundaciรณn de la comunidad europea, la mayorรญa de los europeos habรญa pasado mรกs tiempo bajo tiranรญas polรญticas, totalitarismo, fascismo y guerra que como ciudadanos de naciones libres, democrรกticas y soberanas.

¿Las naciones alientan la unidad y la comunidad? Por supuesto, uno debe admitirlo… si estรก ciego. Solo entonces es posible creer en un vรญnculo comรบn entre, por ejemplo, italianos del norte y el sur, o una unidad firme entre vascos, catalanes y la naciรณn espaรฑola, por no hablar de los irlandeses, los galeses y los escoceses, a quienes es bien sabido que todos vemos como felices britรกnicos.

¿Y quรฉ hay de la idea de que la base racional para la naciรณn surgiรณ en el desarrollo histรณrico hacia el Estado y hacia la organizaciรณn polรญtica fundada en un ilustrado patriotismo constitucional? Esto tambiรฉn es una mezcla de ficciรณn y autoengaรฑo. Los movimientos migratorios actuales muestran que las naciones excluyen brutalmente a personas dispuestas a convertirse en patriotas de sus constituciones.

Hoy vemos que es posible movilizar rรกpidamente los rencores y agresiones nacionales contra, por ejemplo, “los griegos”, incluso en una sociedad como la alemana, que se considera ilustrada y polรญticamente correcta. Todo es una quimera, una ficciรณn.

Se haga el anรกlisis que se haga, uno encuentra la misma base racional para la construcciรณn nacional: se trata de un paso histรณrico –acaso necesario– en el camino que el proyecto europeo fue el primero en recorrer pacรญficamente. ¿Quรฉ fue la construcciรณn nacional alemana, por ejemplo? Cuarenta pequeรฑos Estados se convirtieron en un mercado comรบn con un conjunto comรบn de reglas e instituciones polรญticas. ¿Quiรฉn responderรญa con seriedad que esto representa el final de la historia de la organizaciรณn social y polรญtica de la humanidad? Inversamente, ante la experiencia histรณrica del nacionalsocialismo y las dinรกmicas que hoy son visibles, ¿quiรฉn dirรญa que el nacionalismo se puede domesticar de manera definitiva?

Ya en 1850 Victor Hugo seรฑalรณ que la construcciรณn nacional francesa no era mรกs que una etapa histรณrica. “Igual que Normandรญa, Bretaรฑa, Borgoรฑa y Alsacia, todas nuestras provincias, quedaron absorbidas en Francia, sin por ello renunciar a sus diversas ventajas y cualidades รบnicas”, todas las regiones y espacios culturales europeos acabarรญan confluyendo “en una utopรญa mรกs elevada y formando una fraternidad europea”. Cuando Victor Hugo publicรณ su utopรญa, sus contemporรกneos, meritorios crรญticos cuyos nombres hemos olvidado hoy, recomendaron que fuera enviado a la “torre de los locos”. Hoy dirรญamos el psiquiรกtrico. El ridรญculo fue inmenso. Veinte aรฑos mรกs tarde llegรณ la guerra franco-alemana. Eso no fue tan divertido.

“Las divisiones entre los Estados europeos nunca han sido mayores que ahora: cada Estado se encierra en agresivo aislamiento, con leyes, medidas econรณmicas y autarquรญa. Al mismo tiempo, todos son conscientes de que la economรญa europea y la polรญtica europea son un destino comรบn y de que ningรบn paรญs puede evitar una crisis mundial cerrรกndose al exterior […] Las dos cosmovisiones, el nacionalismo y el supranacionalismo, se enfrentan, los problemas ya no pueden esconderse, y pronto quedarรก claro si los Estados europeos insisten en su actual enemistad polรญtica y econรณmica o si desean resolver por fin estos agotadores conflictos que consumen energรญa a travรฉs de una unificaciรณn completa en una organizaciรณn supranacional. ¿Continuarรก Europa en este proceso de autodestrucciรณn, o se unirรก?” Stefan Zweig escribiรณ estas palabras en 1932. Como sabemos, ocurrieron ambas cosas. Destrucciรณn, que se volviรณ total y condujo a los mรกs terribles crรญmenes contra la humanidad. Y despuรฉs, como resultado de esas experiencias, el proceso de unificaciรณn.

Uno puede encontrar docenas de citas similares, de Novalis en adelante, que muestran que poetas, filรณsofos y espรญritus libres a menudo estaban por delante de los llamados realistas, que no solo se sentรญan cรณmodos en lo familiar, sino que seguรญan defendiendo lo familiar incluso cuando ya no era cรณmodo sino letal. Esto muestra que lo que el espรญritu de la รฉpoca consideraba una locura –o, por decirlo de manera cortรฉs, una utopรญa– obedecรญa con frecuencia a una racionalidad mรกs permanente, o al menos a un anhelo humano mรกs profundo, mientras que los pragmatistas siempre se hundรญan, muy pragmรกticamente, con el mundo del que no podรญan imaginar una salida.

Por utรณpico que pueda parecer, el concepto de la necesaria expiraciรณn de las naciones y de una Europa posnacional no se puede describir como una utopรญa. Algo que ha sucedido a lo largo de sesenta aรฑos, en pasos concretos y en un lugar concreto, nuestro continente, no puede ser una utopรญa. Al contrario, a la luz de la experiencia histรณrica y de lo que vemos que ocurre hoy, la creencia de que las naciones se pueden rescatar y de que son las รบnicas capaces de garantizar la libertad, la autonomรญa, el imperio de la ley, la paz y la seguridad solo se puede describir como una utopรญa negativa. El mรณrbido poder de las naciones, la agresividad con la que afrontan su muerte diagnosticada, ha causado la actual crisis de la Uniรณn Europa. Aunque las naciones ya no funcionan, todavรญa no existe una Europa posnacional desarrollada. Ademรกs, ahora nos da miedo imaginar algo asรญ. Al mismo tiempo, es totalmente obvio que los parรกmetros de nuestras vidas, todos los procesos y cambios que debemos construir para no convertirnos en vรญctimas pasivas, son transnacionales desde hace tiempo. La cadena de la producciรณn de valor es transnacional, como las inversiones y sus beneficios, la producciรณn de energรญa, los problemas de seguridad, las comunicaciones, los peligros asociados a las tecnologรญas modernas de la comunicaciรณn –como la vigilancia y el control–, los problemas ecolรณgicos, etc. Ninguno de ellos se detiene en las fronteras nacionales, ni puede gestionarse dentro de las fronteras nacionales ni en independencia soberana.

¿Estรก claro? No. Cuando uno lee el periรณdico, los posts y las cartas de ciudadanos preocupados o los resultados de las encuestas de opiniรณn, ve que la ceguera histรณrica se convierte de forma dramรกtica en una ceguera sobre el mundo contemporรกneo. Todo lo que hace el ciudadano preocupado, todo lo que lo excita, todos los problemas sin resolver y los conflictos que arden quedamente y comienzan de nuevo, una y otra vez, con una violencia cada vez mayor, se interpretan como la prueba de que la ue no funciona y tampoco puede hacerlo. Al mismo tiempo, las exigencias de los gobiernos nacionales para que “esta realidad” se reconozca, para que la soberanรญa nacional y los llamados intereses nacionales se defiendan de manera mรกs efectiva, se vuelven mรกs agresivas y radicales. Y, sin embargo, son precisamente estos bloqueos nacionales de las medidas polรญticas comunes, la direcciรณn constante del simbolismo polรญtico hacia los electorados nacionales, los que llevan hacia el bloqueo de la Uniรณn entera y de cada miembro individual, hacia la impotencia polรญtica y el recurso desesperado y absurdo a mรฉtodos viejos e ineficaces. Lo que hoy llamamos crisis es exactamente eso: la contradicciรณn improductiva entre el desarrollo posnacional y la renacionalizaciรณn. Todo aquello de lo que hablamos con una creciente excitaciรณn es solo una sucesiรณn de sรญntomas. O, como escribiรณ Hegel: “Permanecer al borde del abismo es a menudo lo menos adecuado.”

Y sin embargo es razonable.

La evoluciรณn posnacional se ha convertido en una realidad objetiva global. Lo que llamamos globalizaciรณn no es sino la gradual pรฉrdida de poder del Estado naciรณn. Pero Europa es el รบnico continente donde esa pรฉrdida de poder no solo estรก ocurriendo, sino donde, hace mรกs de sesenta aรฑos, se puso en marcha como una decisiรณn polรญtica consciente, desarrollada en pasos pequeรฑos y controlados como una comunidad de solidaridad transnacional. Por eso Europa tiene mรกs experiencia que cualquier otro lugar con la globalizaciรณn. O, al menos, tenรญa mรกs experiencia. Hoy estรก atrapada entre el ya no y el todavรญa no, paralizada en primer lugar por su cobardรญa para continuar el camino y en segundo por el miedo a la reacciรณn; entre la amnesia por lo que significaba y la ausencia de imaginaciรณn con respecto hacia dรณnde va, entre el desarrollo posnacional y la tosca renacionalizaciรณn.

Este bloqueo solo puede despejarse, esta crisis solo se puede resolver, reconstruyendo la idea del proyecto europeo. La historia que se necesita contar es ese “relato” ansiosamente buscado del que se supone que Europa carece, pero que en realidad solo ha sido reprimido. La idea de construir el primer continente transnacional, y al hacerlo convertirse en parte de una vanguardia ilustrada, serรญa lo suficientemente fascinante para aquellos cuyo maltrecho orgullo nacional necesita un remedio racional. Nadie que se atreva a considerarse humano quiere sentirse mejor excluyendo a otros de su grupo de pares; nadie que se atreva a considerarse humano quiere ser polรญticamente explotado en nombre de la solidaridad ideolรณgica, repetir los errores del pasado, medir su รฉxito en las estadรญsticas de su naciรณn. Lo que busca un ser humano no es la felicidad nacional, sino derechos humanos universales.

El compromiso del ciudadano preocupado no se muestra en una batalla fรบtil y cada vez mรกs agresiva para rescatar la soberanรญa nacional, que consiste esencialmente en bramar eslรณganes nacionalistas y populistas, sino en la ambiciรณn por influir en el proceso posnacional de manera democrรกtica, en reforzar su legitimidad democrรกtica, y en ejercer la imaginaciรณn con respecto a la formaciรณn de una Repรบblica Europea.

Porque estรก claro que la conciencia, y la ambiciรณn de que los Estados naciรณn soberanos deben morir, provoca una pregunta sobre la constituciรณn europea posterior. Es fascinante analizar lo avanzada que era la visiรณn de los fundadores del proyecto europeo, lo concreta que era su imaginaciรณn, lo arraigada que estaba en las “realidades europeas”. Por seguir citando el discurso de Walter Hallstein: “La realidad europea primaria, tal como la ve nuestro trabajo de unidad, son los europeos, los individuos europeos, como miembros de su familia, como miembros de una comunidad, de una regiรณn. Por tanto las comunidades europeas, cuyo objeto es ordenar la coexistencia de los europeos de una manera nueva y mejor, tambiรฉn son responsables de una polรญtica regional bien entendida.” La polรญtica regional pronto se convirtiรณ en el nรบcleo de los esfuerzos polรญticos de Hallstein y Monnet. Para ellos, la regiรณn era la unidad polรญtica local para la administraciรณn de una Europa posnacional. La regiรณn forma la mentalidad de la gente, confiere identidad. Todo el mundo lo sabe, como un bรกvaro sabe que no es un prusiano, y que solo se sienten alemanes cuando los dos ven la previsiรณn del tiempo en televisiรณn… o, tras leer el periรณdico, en el odio comรบn hacia “los” griegos. Es la regiรณn la que ha demostrado ser el รบnico continuo social y cultural en una historia de fronteras nacionales que cambian arbitraria y constantemente. Es una caracterรญstica de las regiones que ninguna naciรณn en la que hayan entrado o donde hayan tenido que integrarse haya logrado romper su mentalidad y su cultura histรณrica. De manera inversa, a pesar de que se hayan dividido arbitrariamente tras la guerra o de que las fronteras nacionales las hayan escindido y separado, las regiones nunca han dejado de ser espacios culturales comunes. Y cuando las fronteras volvieron a abrirse o la ue las disolviรณ, han vuelto a aparecer rรกpida y claramente. Ademรกs, todas las regiones europeas tienen aproximadamente el mismo tamaรฑo geogrรกfico y cifras de poblaciรณn similares. Es el tamaรฑo adecuado para hacerse una idea del conjunto, para comprender las realidades inmediatas de la vida, para participar en cuestiones de organizaciรณn polรญtica –en otras palabras el compromiso polรญtico deseable de los ciudadanos–, para una democracia subsidiaria. Y eso es crucial para el desarrollo democrรกtico de una repรบblica europea. En palabras de Walter Hallstein: “Si nuestra intenciรณn, a travรฉs de la creaciรณn de un mercado comรบn, se limitara a liberar las fuerzas econรณmicas, y trasladar las poblaciones al lugar donde su trabajo se puede convertir de manera mรกs rรกpida en beneficio econรณmico, estarรญamos olvidando que el ser humano no es solo un Homo economicus o un Homo faber. No consideramos que el objetivo de las relaciones humanas resida en la maximizaciรณn del producto social. Es precisamente aquรญ donde diferimos de los sistemas sin libertad.”

Ahora quiero repetir muy despacio cuรกl era la intenciรณn, la visiรณn, el plan, el objetivo fundacional y la base razonable para el proyecto europeo. Fue un proyecto que ya no querรญa europeizar las colonias y derrotar a los competidores europeos, dispuesto a “sacrificar” a millones en el nombre de la ficciรณn de una grandeza nacional. Mรกs bien, “querรญa una Europa que, por primera vez en la historia, empezase a europeizarse a sรญ misma”, como dijo Susan Sontag hablando de la Uniรณn Europea. Cuando esta idea entrรณ en el Tratado de Lisboa en forma de la “Europa de las regiones”, los representantes formales la vieron como un tรณpico en el mejor de los casos. (Aunque ahora sabemos, por la experiencia de 1989, que los tรณpicos pueden asumir una fuerza histรณrica. ¡Oh, pobres, agonizantes representantes nacionales!) Sin embargo, cada vez que tenรญa la posibilidad de desarrollarse, la idea se ha demostrado con claridad. Un ejemplo: Tirol del sur. No hay duda de que la prosperidad y satisfacciรณn de la gran mayorรญa de la poblaciรณn del Tirol del sur no puede atribuirse a su pertenencia a la naciรณn italiana, sino a que es una regiรณn autรณnoma en una red libre europea. Por supuesto, hay gente en Tirol del sur que tiene razones para criticar la situaciรณn. Eso solo demuestra que, mientras no descubramos la puerta que da al paraรญso, la democracia subsidiaria es la peor de las formas de gobierno, salvo todas las demรกs, incluyendo la democracia nacional.

La idea de una Europa de las regiones podrรญa cumplir un principio de la Ilustraciรณn que se ha convertido en un gastado lugar comรบn sin llegar nunca a realizarse por completo: el principio de la igualdad (de oportunidades). Libertad, igualdad, fraternidad: este es el tesoro que hemos heredado de la Revoluciรณn francesa, y que sigue representando el capital fundamental de nuestros esfuerzos polรญticos. Ese legado sigue siendo la ambiciรณn de una polรญtica ilustrada, pese a que los avariciosos herederos de la revoluciรณn, gente demasiado estรบpida para entender su significado, la han distorsionado para su provecho y nuestra miseria: libertad con respecto a la responsabilidad social, igualdad en la mercantilizaciรณn de la mano de obra, fraternidad para manipular los precios. Pensemos en las oportunidades de una vida. Mientras represente una diferencia enorme nacer en una naciรณn grande, polรญticamente influyente y econรณmicamente poderosa, o en una pequeรฑa, polรญtica y econรณmicamente irrelevante –en otras palabras, tener que ganarte la vida en Alemania o en una naciรณn pequeรฑa que ocupa media isla como Chipre–, la idea de igualdad es una broma. Como dijo Hallstein, “no debemos limitarnos a levantar anticuadas fronteras y permitir la libertad de movimiento para personas, bienes y capitales. Debemos abordar los desequilibrios tradicionales entre las regiones, no digamos los desequilibrios que se han desarrollado de manera mรกs reciente. De lo contrario, acabaremos contradiciendo los objetivos del Tratado de Roma, que exigรญa que las diferencias econรณmicas entre regiones individuales disminuyeran y que al mismo tiempo se protegieran las diferencias culturales. La responsabilidad regional y polรญtica de las comunidades no solo ataรฑe a las รกreas donde existe un peligro de superdesarrollo, sino tambiรฉn a las que estรกn econรณmicamente subdesarrolladas. Eso significa que, cuando llevamos a cabo nuestras medidas econรณmicas o sociales, siempre debe haber un elemento polรญtico-regional en nuestras acciones. La polรญtica regional debe entrar en todas esas medidas. Sin embargo, lo contrario tambiรฉn es cierto: hacer polรญticas regionales implica las medidas polรญticas sociales y econรณmicas del conjunto de Europa.”

No entiendo quรฉ tiene de malo una comunidad transnacional de solidaridad, en una era en la que la globalizaciรณn, aunque imparable, necesita que se le dรฉ forma activamente. No entiendo por quรฉ, despuรฉs de todas nuestras experiencias con el nacionalismo, la superaciรณn del nacionalismo deba ser una mala idea. No entiendo por quรฉ los lรญderes actuales se niegan a mencionar las ideas de sus predecesores. ¿Es olvido, malentendido, negaciรณn? ¿Por quรฉ, cuando esas ideas indican salidas para una crisis con la que los lรญderes no han sabido tratar?

Oh, sรญ. Quieren ser reelegidos. Nacionalmente.

Hay algo claro. El Estado naciรณn se desmorona. Cuanto antes nos acostumbremos, mejor serรก nuestro futuro democrรกtico y autรณnomo.

De lo contrario habrรก de nuevo hollรญn y cenizas por todas partes, sufrimiento, ruinas, chivos expiatorios asesinados en masa, los verdaderos pecadores muertos tambiรฉn. Consternados ante las ruinas humeantes, murmuraremos: Esto no debe volver a pasar.

La muerte por costumbre de la que hablaba Hegel. ~

 

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Traducciรณn de Daniel Gascรณn.

Publicado en The European. A travรฉs de Eurozine.

 

 

 

 

 


* El 7 de octubre, despuรฉs de la redacciรณn de este texto, Hollande repitiรณ las famosas palabras de Mitterrand en un discurso en el Parlamento Europeo. [Nota de la redacciรณn.]

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(Viena, 1954) es escritor. En 2009 Alianza publicรณ su novela Don Juan de la Mancha. EN 2014 saliรณ Heimat ist die schรถnse Utopie. Reden (wir) รผber Europa (Suhrkamp)


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