En 1988 un joven guionista inglés llamado Neil Gaiman, que solo había publicado una novela gráfica de tono experimental, convenció a la editora ejecutiva de DC Comics, Karen Berger, de lanzar Sandman, un nuevo comic protagonizado por Morfeo, señor del Sueño. Morfeo, explicaría Gaiman años más tarde, “no está vivo tal como entendemos la vida, ni podría morir, tal como entendemos la muerte. Existe, ya que desde el primer ser vivo existe en el universo han existido los sueños y se necesitaba a alguien para representarlos, personificarlos y controlarlos. Del mismo modo, y al mismo tiempo, comenzaron a existir Destino, Muerte y los demás”
Morfeo, junto con sus hermanos Deseo, Destino, Desesperación, Destrucción, Delirio y Muerte, pertenece a la familia de Los Eternos. Todos ellos interactúan en secreto con la humanidad porque cada hombre, al menos una vez en su vida, entra a sus dominios: “Pasaréis tiempo en los reinos de cada uno de ellos: soñaran, desearan, desesperaran, destruirán, se deleitarán y, al final morirán”.
Los Eternos son muy diferentes entre sí: Morfeo es consciente de sus responsabilidades como monarca del Sueño pero no le interesa intimar con los seres humanos más allá de su trabajo, motivo por el cual su hermana Muerte -a quien realmente le importan las personas a las que debe acompañar en su último viaje- lo regaña continuamente (“Yo al menos salgo y los conozco. Creo que quizá te sentaría bien verlos como ellos se ven, no como los ves tú”); Deseo y Desesperación solo buscan divertirse con quienes entran a sus dominios; Destino, presentando como un anciano ciego con un libro encadenado a su brazo que contiene lo que fue y será, es indiferente a todo; Delirio no entiende sus deberes; Destrucción simplemente renunció a sus tareas.
A lo largo de los 64 capítulos, divididos en diez grandes arcos narrativos[1], Gaiman desarrolló en apenas ocho años (1988 – 1996) un espacio propio tan particular en matices y rico en posibilidades como el Yoknapatawpha de William Faulkner.
En Sandman, el narrador omnisciente omite, deliberadamente, hechos claves (¿Por qué Morfeo odia tanto a su hermano/a, la ambigua Deseo? ¿Por qué Destrucción abandona sus responsabilidades? ¿A qué se debe la mala relación entre Morfeo y la ninfa Calíope, madre de su único hijo?), haciendo uso de esos “silencios significativos” de los que hablaba Mario Vargas Llosa.
Según Karen Berger cuando Neil comenzó “los lectores de comics compraban sobre todo títulos de superhéroes. Neil creó la parafernalia de un cómic de superhéroes en lo relativo a la estructura, a la utilización del conflicto y al ritmo, pero con ropa y conceptos más cools. Introdujo a los lectores de cómics en un terreno con el que estaban familiarizados pero que en sus puntos clave eran un terreno muy diferente, y poco a poco los llevó al límite de lo desconocido”.
Lo que convirtió a Gaiman en un referente entre los nuevos guionistas y una lectura obligatoria para escritores como Norman Mailer (quien definió a Sandman como un comic para intelectuales) fue su capacidad para recuperar el tono y la crudeza de los antiguos mitos griegos sobre dioses brutales y crueles, capaces de hacer cualquier cosa para satisfacer sus deseos. EnLos Eternos Gaiman muestra a personajes caprichosos a los que es posible condenar pero hacia quienes inevitablemente profesamos empatía.
Al cumplirse veinticinco años del inicio de la saga, Gaiman vuelve con una precuela llamada Overture: “En el primer capítulo de Sandman, Morfeo había sido capturado. Más adelante, los lectores descubrieron que había regresado de un lugar muy lejano, pero nunca supieron qué había pasado y qué había hecho. Esta es nuestra oportunidad de contar esa historia”
[1]Preludios y nocturnos, Casa de muñecas, País de sueños, Estación de nieblas, Un juego de ti, Fábulas y reflejos, Vidas breves, El fin de los mundos, Las benévolas y El velatorio.